De agente enemigo a interlocutor favorito.
No es mala carrera la de Vlad¨ªmir Putin. Era un gris agente del KGB dedicado a¨²n hace poco m¨¢s de un lustro, cuando la URSS no era ya sino un mal recuerdo, a minar la seguridad de Occidente. Despu¨¦s se convirti¨® en el presidente electo de Rusia por la gracia de Bor¨ªs Yeltsin, de la "gran familia" del Kremlin apadrinada por turbios magnates y de los satisfactorios efectos de bombardeos masivos sobre ciudades chechenas. Del presente mes de junio emerger¨¢ como el gran estadista aliado de Occidente, garante de los intereses comunes de Mosc¨² y Washington y los intereses econ¨®micos de Berl¨ªn.Para entonces ya habr¨¢ visitado tambi¨¦n Madrid, donde a buen seguro se sacudir¨¢ de encima con habilidad las preguntas sobre los a¨²n ignotos avances en la investigaci¨®n sobre la autor¨ªa de los atentados que sirvieron para su m¨¢s bien violenta campa?a electoral en el C¨¢ucaso. Muchos creyeron en su d¨ªa que Putin era otra improvisaci¨®n m¨¢s de aquel simp¨¢tico y atolondrado Yeltsin. Todos lo infravaloraron. Ya no. Fue capaz de dar a los rusos lo que demandaban -es decir, "le?a al checheno"- para generar una autoestima que los aliviara de las humillaciones cotidianas. Ahora toca hacer amigos fuera.
Lo est¨¢ consiguiendo. Ha recibido a un Bill Clinton ya de despedida y ha logrado crear la impresi¨®n de que hablaban de igual a igual, m¨¢ximos l¨ªderes de las dos superpotencias. Como en los viejos tiempos. El hecho de que no sea cierto no merma su ¨¦xito. Tambi¨¦n ha agasajado a la c¨²pula de la Uni¨®n Europea, con Prodi, Chris Patten y Javier Solana a la cabeza, para olvidar los malentendidos de la guerra de los Balcanes y los de la de Chechenia. No es desde?able la habilidad de Putin para limar asperezas con un "yo os perdono aquello y vosotros os olvid¨¢is de lo m¨ªo" como si los dos conflictos fueran pol¨ªtica y ¨¦ticamente equiparables".
Y ahora, las recientes matanzas de civiles chechenos, el actual goteo de soldados rusos muertos o los asaltos de su polic¨ªa a medios de comunicaci¨®n independientes, cr¨ªticos u opositores en Rusia, no van a impedir que se pasee con la mejor de sus sonrisas por Europa occidental. En el Reino Unido ya tuvo su puesta de largo diplom¨¢tica con el correspondiente five o'clock tea con la reina. Ni m¨¢s ni menos. Ahora viene a Madrid y, lo que es m¨¢s importante para ¨¦l, visita Alemania, el principal acreedor de Rusia y siempre, desde Pedro el Grande, la gran esperanza de todos los que sue?an o pretenden modernizar. Las relaciones entre Mosc¨² y Berl¨ªn sufrieron un serio quebranto tras el cambio de Gobierno en Alemania y como consecuencia en especial de los impagos de la deuda despu¨¦s del hundimiento del rublo acaecido en el verano de 1998.
Ahora la situaci¨®n puede enderezarse. Un factor capital est¨¢ en el cambio de actitud de los l¨ªderes occidentales. Una d¨¦cada han necesitado para abandonar el sue?o de ver a Rusia convertida en un Estado de derecho homologable a las democracias occidentales. Se dan ya por enterados. La m¨¢xima prioridad de todos, aqu¨ª y all¨ª, est¨¢ en el orden, "preferible a la justicia", como dec¨ªa Goethe. Y el presidente ruso est¨¢ dispuesto a poner en orden la casa Rusia. La centralizaci¨®n se ve como una merma del poder de virreyes corruptos. Y la lucha contra la delincuencia es tan necesaria que se est¨¢ dispuesto a aceptar considerables dosis de "energ¨ªa". Aunque se lleve por delante ciertos derechos que en Occidente se consideran intocables. Tambi¨¦n pesa el temor a la superpotencia que ser¨¢ China. Hay que mimar a Rusia, no vaya a llevarse bien (como durante la crisis de Kosovo) con unos chinos que ser¨¢n rivales fuertes y conscientes de serlo.
Lo han votado los rusos y nos est¨¢ convenciendo de que nos conviene a los occidentales. Es el orden. Esto explica lo bien que le va a Putin. Pero es de temer que tambi¨¦n explique por qu¨¦ no parece muy halag¨¹e?o el futuro de quienes, en Rusia, osen no estar de acuerdo con sus decisiones, con sus objetivos y, ante todo, con sus m¨¦todos.
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