Monterroso
Augusto Monterroso se ha hecho grande trabajando con lo peque?o. No me refiero a su estatura, pues sobre ese asunto no hay nadie m¨¢s ingenioso que el propio Monterroso y no osar¨¦ yo competir con ¨¦l, sino a la brevedad. En el mundo de la escritura hay escritores breves, r¨¢pidos, flor de un d¨ªa o simplemente cortos -¨¦stos son los que m¨¢s abundan-. Aquello de "lo bueno, si breve, dos veces bueno" se acepta como correcci¨®n a la tendencia al barroquismo expresivo del espa?ol, pero, ciertamente, lo que todos queremos es que lo bueno dure, ?no? El lector que se aficiona a Monterroso sabe que va a sufrir. No por lo que lee, sino por el tiempo que pasa entre cada libro que lee y el siguiente. Monterroso escribe mucho, pero la extensi¨®n no le cunde en forma de libro, as¨ª que del mismo modo que uno se busca cada a?o con amor y esperanza ese libro del verano que le reponga del estr¨¦s del a?o, yo recomendar¨ªa a Monterroso si uno quiere leer las obras completas del verano por el mismo esfuerzo. Y no me refiero al libro titulado Obras completas (y otros cuentos) sino al total de su obra, incluido un libro de entrevistas. Porque tendr¨¢ obra breve, pero tiene un libro de entrevistas, y no crean que esto ¨²ltimo es un acto de vanidad; es simplemente pereza.
Hay que tener en cuenta que su texto m¨¢s extenso -que se titula Lo dem¨¢s es silencio y lleva este epitafio a modo de frontispicio: "Aqu¨ª yace Eduardo Torres, quien a lo largo de su vida lleg¨®, vio y fue siempre vencido tanto por los elementos como por las naves enemigas"- apenas supera el centenar largo de p¨¢ginas, y para conseguirlo necesit¨® dividirlas en cuatro partes adem¨¢s de en una addenda, un epitafio, una bibliograf¨ªa y un registro de abreviaturas para dar cima al empe?o. Y no cuento las subdivisiones porque su enumeraci¨®n me llevar¨ªa el resto de la columna. Pero hay un libro entre los suyos que nunca he conseguido terminar de leer y llevo empe?ado en ello bastantes a?os.
No es que sea un libro aburrido; con Monterroso es imposible aburrirse; es que he acabado comprendiendo que se trata de un libro interminable que, naturalmente, s¨®lo pod¨ªa deberse a un escritor tan amante de las paradojas, del humor y de la buena vida (dentro de lo posible). Me refiero a un libro que se titula La letra E. Es un libro de miscel¨¢nea, no de cuentos; me intern¨¦ en ¨¦l a la buena de Dios, entrando hoy en esta p¨¢gina, ma?ana en aquella..., y me perd¨ª; de pronto, un d¨ªa me encontr¨¦ ante un texto que no estaba seguro de haber le¨ªdo; otro d¨ªa volv¨ª a dudar; a todo esto segu¨ªa encontrando textos no le¨ªdos antes y, de vez en cuando, me deten¨ªa en otros que s¨ª estaba seguro de haber le¨ªdo, pero que me volv¨ªan a atrapar. A la fecha de hoy s¨¦ que algunos textos especialmente escurridizos se me escapan siempre, emboscados entre otros y, por mucho que relea, siempre me quedar¨¢ la duda de si hay alguno que a¨²n no conozco. Esta endemoniada habilidad de Monterroso hizo que, despechado, leyese de pe a pa todos sus libros, en una especie de venganza que, parad¨®jicamente, le favorec¨ªa a ¨¦l. Pero Monterroso, que gasta poco en literatura, resulta especialmente generoso en cuanto a calidad. Ah¨ª me favoreci¨® a m¨ª.
Bien, pues a este benefactor de lectores inteligentes le han concedido hace unas semanas el Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras y hay que decir que ya era hora. El premio es tan justo como tard¨ªo el reconocimiento institucional espa?ol. Habr¨¢ quien diga que, como es chaparro, no le vieron hasta que premiaron a los m¨¢s altos, pero esa es una maniobra de distracci¨®n. Augusto Monterroso est¨¢ ya en la edad de los honores, como suele ocurrirles a las personas que s¨®lo se han dedicado a escribir bien y han desde?ado hacer el trottoir literario. Lo que yo espero es que esto sea imparable. Y para ello propongo un eslogan (breve, naturalmente): "El Cervantes, cuanto antes".
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