"He encontrado la paz"
Toda su vida fue un aut¨¦ntico torbellino del que parec¨ªa dif¨ªcil poderse desmarcar. Sin embargo, Mary Pierce, de 25 a?os, asegura ahora que ha "encontrado la paz". Ese fue un elemento b¨¢sico para que el pasado s¨¢bado pudiera conseguir uno de los sue?os que hab¨ªa permanecido aletargado en su coraz¨®n: ganar en Roland Garros.Su palmar¨¦s atesoraba ya algunos momentos importantes, como la victoria en el Open de Australia en 1995, la final que disput¨® en Melbourne en 1997 y la final de Par¨ªs que perdi¨® frente a Arantxa S¨¢nchez Vicario en 1994. Todos estos ¨¦xitos le llegaron despu¨¦s de haberse librado de las amenazas a que la ten¨ªa sometida su padre, Jim Pierce. Pero ella misma reconoci¨® que entonces no ten¨ªa a¨²n la estabilidad necesaria para asumir los grandes retos que le planteaba su tenis. Ahora ha descubierto que esta estabilidad existe, y la ha logrado junto a su hermano David, que se ha convertido en su entrenador, y a su prometido, Roberto Alomar, un jugador de b¨¦isbol del Indians de Cleveland, que le ha hecho comprender que sin "amar tu deporte" nunca se llega a nada.
Sin embargo, la Mary Pierce actual no habr¨ªa sido posible sin todas sus experiencias anteriores. "Durante los ocho a?os que estuve con mi padre me entren¨¦ m¨¢s que otras tenistas en 15 a?os", reconoce la francesa. Y prefiere olvidarse ya de todos los malos ratos que pas¨® junto a Jim, de las amenazas a que se vio sometida, del guardaespaldas que tuvo que contratar para protegerse de ¨¦l. Mary s¨®lo ten¨ªa 12 a?os cuando su padre decidi¨® vender su casa de Florida para meterla en una caravana y acompa?arla a competir en todos los torneos infantiles de la zona. Ya en aquella etapa, no se le ocurri¨® nada m¨¢s que decirle a su hija, en la final de un torneo: "Mata a esa est¨²pida".
Los peores momentos estaban a¨²n por llegar. Cuando Pierce ten¨ªa 17 a?os, el New York Times desvel¨® cual era la verdadera personalidad de su padre: un viejo conocido de la justicia, condenado por robos de joyas y falsificaci¨®n de cheques, tambi¨¦n por delitos de falsificaci¨®n de identidad; un hombre que hab¨ªa recibido una bala en la espalda en una persecuci¨®n policial, que hab¨ªa vivido en la prisi¨®n y en la calle en Nueva York antes de llegar a un acuerdo con la justicia para intentar rehacer su vida en Florida.
Y la reh¨ªzo, pero no pudo aparcar su mal car¨¢cter ni sus instintos. Eso le llev¨® a ser expulsado de una pista en la que jugaba su hija, en Roland Garros, por "comportamiento que impide el normal desarrollo de un partido". Fueron d¨ªas duros para Pierce, porque se sinti¨® amenazada por su propio padre, que mantuvo una pelea a cuchilladas con un guardia jurado para intentar acercarse a su hija. Aquella fue la gota que colm¨® el vaso. Yannick, su madre, tramit¨® el divorcio, y su hija Mary le abandon¨® definitivamente.
Pero Pierce pag¨® durante muchos a?os las consecuencias de aquellas duras situaciones. Su forzada coqueter¨ªa, sus estridencias, sus mil cambios de entrenadores, sus tonter¨ªas en la pista, todo respond¨ªa a una necesidad de encontrar su propio camino. "La mayor¨ªa de sus entrenadores no comprendieron nunca que Mary necesitaba calma y tranquilidad, y que cuando ella se siente bien todas las dem¨¢s cosas van encontrando su sitio", explica la madre de la tenista. Esa estabilidad comenz¨® a encontrarla al lado del puertorrique?o Roberto Alomar y de su hermano, David, que entrenaba en Londres y al que contrat¨® en febrero. "Con Roberto he recuperado mi religiosidad, sobre todo hablando con su madre, y ahora he encontrado la paz. Nada me inquieta, puesto que s¨¦ que todo est¨¢ en manos de Dios".
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