EL DEBATE POL?TICO EN EUSKADI El insaciable nacionalismo vasco JOS? LUIS MENDOZA
Repasa el autor diversos intentos hist¨®ricos de encauzar el 'problema vasco' y aboga por evitar los errores del pasado.
Est¨¢ bastante extendida la opini¨®n de que el nacionalismo, por definici¨®n, es insaciable en sus pretensiones. Seg¨²n esta interpretaci¨®n, los nacionalistas ser¨ªan unos seres permanentemente insatisfechos a los que peri¨®dicamente habr¨ªa que ir haciendo concesiones con el objetivo de apaciguarlos. Se tratar¨ªa de una suerte de chalaneo en la que el nacionalismo supondr¨ªa una especie de amenaza para el Estado, quien deber¨ªa sucumbir a su chantaje accediendo a sus poco solidarias pretensiones bajo la constante amenaza de desestabilizar el vigente orden de las cosas.Lejos de m¨ª la intenci¨®n de sacar de su opini¨®n a quienes, con mayor o menor fundamento, as¨ª piensen. Pero s¨ª quiero ofrecer algunos datos y reflexiones sobre distintas posturas hist¨®ricas del nacionalismo vasco, b¨¢sicas para poder entenderlo mejor (y, si fuera necesario, atacarlo como mayor fundamento).
1.- La Asociaci¨®n Euskara de Navarra, creada en 1877, fue uno de los primeros movimientos vasquistas. Grupo nada homog¨¦neo y primordialmente cultural, acogi¨® en su seno la crema de la intelectualidad navarra, por encima de sus divergencias pol¨ªticas. El movimiento ¨¦uskaro surgi¨® como una reacci¨®n defensiva: conscientes de la identidad pol¨ªtica diferenciada de Navarra, percib¨ªan la situaci¨®n pol¨ªtica de la Espa?a de la ¨¦poca como una amenaza para los residuos de soberan¨ªa que le quedaban tras las guerras carlistas.
La aventura de los ¨¦uskaros, veinte a?os antes de que surja nacionalismo pol¨ªtico, supone el primer rev¨¦s para la conciencia vasca: su voluntad de ser fieles a Navarra dentro de una Espa?a plural es rechazada por los poderes del Estado y tomada por ellos como la pretensi¨®n de perpetuar unos privilegios que atentaban contra la unidad de Espa?a y la igualdad de todos los espa?oles. Como escribe Nieva Zardoya en su libro La idea ¨¦uskara de Navarra (1864-1902), los ¨¦uskaros fracasan en su intento de ser navarros y espa?oles porque el modelo de Estado es centralista, uniformador, laminador de la pluralidad y desconfiado de las diferencias. Modelo que se va a perpetuar hasta nuestros d¨ªas: entonces conservadores y liberales, posteriormente mon¨¢rquicos y republicanos, izquierdas y derechas, en ning¨²n momento se aborda la cuesti¨®n del modelo de Estado, simplemente se impone uno de ellos. La pretensi¨®n ¨¦uskara de articular una Navarra (y con ello una Euskalerria) fiel a sus historia, a sus instituciones, a su cultura y a sus tradiciones dentro de una Espa?a plural es rechazada. Se pierde as¨ª una ocasi¨®n para vertebrar Espa?a de otra manera. Seguramente la configuraci¨®n actual del Estado espa?ol habr¨ªa satisfecho, con creces, las aspiraciones de los euskaros, pero la miop¨ªa pol¨ªtica de los dirigentes espa?oles desperdici¨® una ocasi¨®n ¨²nica para que el entonces denominado "problema foral" no se enquistase.
2.- Hacia 1917 Espa?a no supo aprovechar una inmejorable ocasi¨®n para ponerse al d¨ªa y no volver a perder el tren de la historia. Por el contrario, la Restauraci¨®n prolong¨® su agon¨ªa pol¨ªtica mediante taifas personalistas en una democracia permanentemente amenazada debido a unas estructuras pol¨ªticas, econ¨®micas y sociales obsoletas. En este contexto de polarizaci¨®n e inestabilidad social y pol¨ªtica se crea en Bilbao, en 1917, la revista Hermes. Su aparici¨®n supuso un intento de redefinici¨®n del nacionalismo vasco (inmerso en una crisis que termin¨® por dividir en el PNV entre los regionalistas de la Comuni¨®n Nacionalista Vasca y los independentistas aberrianos) y su modo de integraci¨®n en Espa?a. Hermes pretend¨ªa superar un nacionalismo defensivo, costumbrista y retr¨®grado por otro cultural, plural e integrador. Por sus p¨¢ginas pasaron Unamuno, Baroja y Campi¨®n, Maeztu y Elizalde, Balparda y Landeta, Basterra y Belausteguigoitia, es decir, los escritores m¨¢s destacados del espa?olismo y del nacionalismo vasco del momento.
Hermes supon¨ªa, adem¨¢s, la apertura a un nacionalismo laico, democr¨¢tico, europeo y de izquierda que defend¨ªa la compatibilidad entre ser espa?ol y ser vasco, en plena sinton¨ªa con el proyecto regional de Ortega y Gasset para Espa?a. La divisi¨®n nacionalista acab¨® con Hermes en 1922; el golpe de Estado de Primo de Rivera con el proyecto de Ortega en 1923. Nuevamente la clase pol¨ªtica no estuvo a la altura de lo que el pa¨ªs necesitaba. No s¨®lo no se resolv¨ªa el problema vasco, tambi¨¦n se dilataba la soluci¨®n de Espa?a como problema.
3.- La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) supuso la continuaci¨®n de la pol¨ªtica del avestruz: negaci¨®n del conflicto e imposici¨®n pol¨ªtico-militar. Deseada por amplias capas de la clase media (muchos de los cuales esperaban la imposici¨®n de un r¨¦gimen fascista al estilo italiano), algunos pol¨ªticos, la mayor¨ªa de los militares y consentida por el rey Alfonso XIII, la Dictadura, en su primera semana de vida, adem¨¢s de recortar varias garant¨ªas constitucionales, declar¨® ilegal los partidos nacionalistas vascos, entre otras medidas contra el separatismo. De nada hab¨ªan servido los esfuerzos de la Comuni¨®n Nacionalista por conciliar su "ser vascos y estar en Espa?a". Aranzadi se quejaba: (...) los nacionalistas vascos de Navarra no gritan ni han gritado nunca muera Espa?a y, adem¨¢s, condenan p¨²blicamente, como lo hicieron ya hace muchos a?os, ese grito, entre otras mil razones, porque es est¨²pido".
Va a ser el nacionalismo navarro quien, frente al independentismo aberriano, va a defender durante el primer tercio del siglo XX la tesis de la reintegraci¨®n foral plena dentro de una especie de monarqu¨ªa confederal espa?ola. La nueva Espa?a de las regiones que promov¨ªa la dictadura (rechazada incluso por Ortega) no era m¨¢s que la fachada sin contenido real de un r¨¦gimen militar de corte olig¨¢rquico y filototalitario que ni supo ni pudo renovar el pa¨ªs, arruin¨® la monarqu¨ªa y consolid¨® los cimientos de las dos Espa?as. El nacionalismo vasco supo posicionarse claramente a favor de un Estado espa?ol democr¨¢tico, frente al colaboracionismo con la dictadura de otros partidos de derecha y algunos sectores del socialismo.
4.- La Rep¨²blica intent¨® resolver demasiados problemas en poco tiempo y sin los medios suficientes. Alfonsinos, carlistas, cedistas, falangistas, socialistas, comunistas y anarquistas conspiraron contra ella en distintos momentos, siendo escasos y casi insignificantes los partidos fieles a la Rep¨²blica. El PNV, sin embargo, fue leal a una Rep¨²blica que deseaba y acat¨® una Constituci¨®n que rechazaba. El Estatuto vasco fue su aspiraci¨®n pol¨ªtica, frustrada durante toda la Rep¨²blica y concedida a rega?adientes tras la rebeli¨®n militar de 1936 y el comienzo de la guerra civil.
5.- El exilio fue testigo de numerosos desencuentros entre los gobiernos de la Rep¨²blica y de Euskadi. Nuevamente el PNV bascul¨® entre adoptar una pol¨ªtica tendente a restaurar la legitimidad republicana en Espa?a o intentar constituir un pa¨ªs vasco independiente (ambas posturas de escasa consistencia, como se ha demostrado posteriormente).
6.- La Transici¨®n ha supuesto, por ahora, el ¨²ltimo cap¨ªtulo de un contencioso no resuelto. En el espacio pol¨ªtico antifranquista parec¨ªa una obviedad que la dictadura de Franco ser¨ªa sustituida por una Rep¨²blica de corte federalista. La pol¨ªtica pactista de los partidos pol¨ªticos espa?oles trajo la monarqu¨ªa constitucional y el caf¨¦ para todos del Estado de las Autonom¨ªas.
El nacionalismo vasco, mayoritariamente, no aprob¨® la Constituci¨®n espa?ola, pero el pueblo vasco, incluidos los nacionalistas, acept¨® el Estatuto de Autonom¨ªa que de ella deriva como norma b¨¢sica de convivencia pol¨ªtica. El balance no parece malo, pese a la miop¨ªa pol¨ªtica de los distintos gobiernos espa?oles, m¨¢s pendientes de que los nacionalistas no crezcan (y con ellos sus, al parecer, insaciables pretensiones de seguir esquilmando el Estado) que de articular un modelo de Estado atractivo tambi¨¦n para los nacionalistas.
Ser¨ªa conveniente que, en lugar de ridiculizar y/o amenazar a los nacionalistas y sus pretensiones, los pol¨ªticos espa?oles y los creadores de opini¨®n hicieran un esfuerzo, no ya por comprenderlos, sino por sacudirse su pereza intelectual, llena de estereotipos, y articular un modelo de Estado en el que, desde la adhesi¨®n voluntaria, formar parte de Espa?a constituya una opci¨®n atractiva para todos los vascos.
La historia es maestra de la vida, pero no nuestra carcelera. Somos consecuencia de un pasado pero podemos decidir libremente nuestro futuro. La historia muestra demasiado desencuentros entre vascos y espa?oles. Pero dejemos de usar la(s) historia(s) como arma de guerra y analicemos serenamente si nuestra relaci¨®n tiene futuro y en qu¨¦ condiciones. Y no como una resignada imposici¨®n, sino como una libre decisi¨®n com¨²n.
Jos¨¦ Luis Mendoza es profesor de Lengua y Literatura en Pamplona.
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