Una historia en grabados que concluye con la fotograf¨ªa
El grabado de Muflin y Hogemberg presenta en aquel 1575 todav¨ªa la entrada de la R¨ªa en San Nicol¨¢s, pero ya se puede ver tambi¨¦n c¨®mo est¨¢n definidas las siete calles (Somera, Artecalle, Tender¨ªa, Belosticalle, Carnicer¨ªa Vieja, Barrecalle y Barrencalle Barrena) que se delimitaron con el primer siglo de existencia de la localidad. Adem¨¢s, al otro lado de la R¨ªa, figura representada una de las principales instituciones de la villa, que no lleg¨® ni a celebrar el sexto centenario: el convento de San Francisco, que ocupaba buena parte de lo que hoy es el barrio del mismo nombre, y que desapareci¨® con la primera guerra carlista.Este grabado de Bilbao, que presenta la villa vista desde las Minas del Morro, llevaba una peque?a gu¨ªa de sus principales lugares y est¨¢ adornado con un grupo de mujeres ataviadas a la usanza medieval, con esos altos tocados de forma c¨®nica que caracterizaban a las vascas de entonces.
La mirada de Muflin y Hogemberg se repetir¨¢ (y hasta se copiar¨¢ descaradamente) en ilustraciones posteriores de la capital vizca¨ªna, convertida en un ineludible referente comercial, como mostraba la pujanza de su Consulado, abierto a principios del XVI. Las leyendas que acompa?an a esos primeros grabados hacen referencia a ello. Por ejemplo, el pie de la ilustraci¨®n de Valegio (1590) dice: "Bilbao, llamada en otro tiempo Flaviogalica, ciudad de los c¨¢ntabros, se halla en Espa?a, c¨¦lebre y abundante en las varias cosas necesarias para el sustento de la vida".
Otras miradas
Hay que esperar hasta el siglo XVIII para encontrar una visi¨®n distinta de la capital vizca¨ªna. Ser¨¢ el plano de Badwin, dividido en tres partes que van situando al viajero en la ubicaci¨®n de la villa en la costa cant¨¢brica: en ¨¦l figura tambi¨¦n el puente de La Merced, que comunicaba el convento de San Francisco con el Casco Viejo.
A partir de este momento, aunque sigan dominando las vistas desde la colina que est¨¢ sobre Bilbao la Vieja, comenzar¨¢n a publicarse otras vistas de la ciudad. Todo esto llega con el siglo XIX, coincidiendo con el crecimiento de la villa, que ya hace tiempo que ha desecado aquella marisma del Arenal, comienza a extenderse t¨ªmidamente al otro lado de la R¨ªa e inicia la absorci¨®n de las anteiglesias de Bego?a, Abando y Deusto.
Es en esta primera mitad del XIX cuando se vive el esplendor del grabado rom¨¢ntico como el de la iglesia de Santiago que ilustra esta p¨¢gina, procedente de la obra Espa?a art¨ªstica y monumental. Son los ¨²ltimos resistentes ante la llegada de la fotograf¨ªa que tomar¨¢ el relevo con creces al grabado. Ya no habr¨¢ rinc¨®n de Bilbao, ni bilba¨ªno notable, que pasen inadvertidos al objetivo fotogr¨¢fico. Pero eso es otra historia.
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