El complejo de n¨¢ufrago
?Merece ya la pena ilusionarse por la selecci¨®n? Campeonato tras campeonato la pugna ha sido la de una afici¨®n tensa y apasionada siguiendo la expectativa del equipo, y la de un equipo insulso y feo quit¨¢ndose de encima nuestro amor. Nos encontramos pues en la situaci¨®n de amantes despechados una y otra vez, hinchas deshinchados. ?Merece la pena reunir ahora m¨¢s fuerzas y recomenzar la pasi¨®n? Francamente, la reiteraci¨®n de resultados adversos ha roto la ilusi¨®n sobre lo que ha existido y existe. Clemente era la causa sensible de aquellos males insoportables, pero ?c¨®mo esperar las mismas decepciones de Camacho? Algo, m¨¢s all¨¢ de la caracterolog¨ªa del entrenador, decide, por lo que se ve, el destino de este equipo. No ya el destino de una u otra alineaci¨®n, de la actual o la de hace a?os, sino del art¨ªculo concreto que es llamado "selecci¨®n espa?ola".
Ni faltan buenos jugadores, ni experiencia internacional, ni falta t¨¢ctica, t¨¦cnica o log¨ªstica. Se encuentran bien alimentados, entrenados, queridos, estimulados monetariamente. Lo que falla en este artilugio es, probablemente, la sustancia interior: una mol¨¦cula que se relacionar¨ªa m¨¢s con el mundo del Estado y la idea de naci¨®n que con la cosmolog¨ªa del f¨²tbol. Cuando en el final de la Champions iban a enfrentarse el Valencia y el Real Madrid, medio pa¨ªs respir¨® tranquilo. De haberse disputado el partido entre el Real y el Bar?a nadie sabe lo que habr¨ªa sido el cruce de banderas y signos con sus respectivas identidades nacionalistas. Par¨ªs habr¨ªa reflejado en la algarab¨ªa la tabarra de nuestro conflicto dom¨¦stico, la falta de cohesi¨®n entre unas y otras partes de Espa?a.
Y casi lo mismo indica la selecci¨®n. Falta cohesi¨®n, se juega a impulsos individuales, a golpes fragmentarios, al modo de tirones sectoriales y sin un clamor ¨²nico. La unidad de Francia, de Alemania, de Inglaterra es una hermosa condici¨®n alejada de los aires de nuestra selecci¨®n que incluso s¨®lo t¨ªmidamente muestra, en un ribete, los colores de la insignia com¨²n. Ni el coraje de Camacho ni sus soflamas patri¨®ticas han logrado fraguar un equipo unitario donde el deseo de vencer traspase su geograf¨ªa de punta a cabo. Exactamente, cuando vemos a Espa?a manotear y hacer aguas sobre el campo la raz¨®n es ¨¦sta: el conjunto no ha taponado las fugas locales para evitar la amenaza y el complejo del naufragio.
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