Bidones radiactivos contaminan el Atl¨¢ntico, seg¨²n Greenpeace
La organizaci¨®n filma 28.500 barriles
Buena parte de las 17.000 toneladas de desechos nucleares vertidas por los ingleses en la fosa atl¨¢ntica de Casquets entre 1950 y 1963 est¨¢n hoy en contacto directo con el agua. Greenpeace suministr¨® ayer im¨¢genes submarinas que muestran el extraordinario grado de deterioro de los 28.500 barriles que te¨®ricamente deb¨ªan guardar en total seguridad los desechos radioactivos. Las fotograf¨ªas, obtenidas a 150 metros de profundidad ofrecen un panorama inquietante.
Los bidones corro¨ªdos, abiertos o deshechos, muestran un cementerio nuclear habitado por las especies marinas que terminan en los est¨®magos de los consumidores europeos. Medio millar de pescadores trabaja habitualmente en esa ¨¢rea mar¨ªtima.La denuncia de Greenpeace se produce en v¨ªsperas de la reuni¨®n que la Ospar (organizaci¨®n intergubernamental que regula la contaminaci¨®n marina en la fachada atl¨¢ntica del noroeste) celebrar¨¢ en Copenhague (Dinamarca) entre los d¨ªas 26 y 30 de este mes. Pa¨ªses como Dinamarca e Irlanda tienen el prop¨®sito de prohibir completamente la inmersi¨®n de todo tipos de desechos, incluidos aquellos, como los alojados en la fosa de Casquets, catalogados como de d¨¦bil radioactividad.
Pese a los mensajes tranquilizadores que emiten regularmente los organismos encargados de la vigilancia de la radioactividad en la zona, nadie niega que la fosa de Casquets y todo el ¨¢rea que circunda la isla anglo normanda de Aurigny son un foco de contaminaci¨®n evidente. Francia nunca vio con buenos ojos los vertidos brit¨¢nicos en una zona que antes de la extensi¨®n de las aguas territoriales a 200 millas marinas estuvo situadas en el ¨¢rea internacional, fuera de las 12 millas.
De hecho, las autoridades francesas optaron a partir de 1969 por albergar en tierra todos los desechos nucleares de media y baja radioctividad procedentes de las centrales nucleares, laboratorios y hospitales. Aunque la soluci¨®n fue considerada mejor que el vertido al mar, la ausencia de medidas de precauci¨®n en el sistema de enterramiento hizo que en 1979 un fuga de tritio alcanzara la capa fre¨¢tica en los alrededores del dep¨®sito de La Hague.
Elegida en los a?os en los que el mar era considerado el vertedero ideal, la fosa de Casquets ya alberg¨® con anteriordad las municiones y los gases t¨®xicos brit¨¢nicos caducados tras la primera y segunda guerra mundiales.
Los vertidos directos en la zona fueron prohibidos a partir de 1993, pero estudios posteriores mostraron que en la Hague, en el lado franc¨¦s, y de Sellafield, en el lado brit¨¢nico, elementos como el tritio, el iodo 129 siguieron contaminando las aguas del Atl¨¢ntico. La propio Greenpeace, denunci¨® hace 3 a?os la elevada contaminaci¨®n de los vertidos que la planta de la Hague arrojaba al mar. Esos residuos l¨ªquidos, te¨®ricamente reciclados y descontaminados, conten¨ªan entre 209 y 216 millones de becquerels de actividad beta por litro.
El vertido al mar de todo tipo de residuos radiactivos fue una pr¨¢ctica generalizada en Europa hasta los a?os setenta, cuando la OCDE elabor¨® unas normas de seguridad m¨ªnimas que condujeron a la prohibici¨®n total de estos vertidos en 1995. Seg¨²n Luis Guti¨¦rrez Jodra, representante espa?ol en las negociaciones del Convenio de Londres donde se adopt¨® la prohibici¨®n, los ingleses tambi¨¦n depositaron residuos en el Cant¨¢brico, aunque la mayor parte de los de alta actividad se arrojaron a una fosa atl¨¢ntica situada a 700 kil¨®metros de Galicia. Los expertos contaban con que el acero que recubre los moldes de hormig¨®n, donde van alojados los residuos de baja y media actividad, se corroer¨ªan pronto y no los consideraban peligrosos porque, mientras no se demostrase lo contrario, cre¨ªan que no afectaban a la flora y fauna marina y en 20 a?os diminuir¨ªa a la mitad su radiactividad.
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