Desfacer el entuerto austriaco
La cumbre de Feira puede no haber tenido un balance de resultados espectacular -m¨¢s bien ha sido parco-, pero s¨ª ha manifestado la virtud de mostrar a la Uni¨®n Europea el flaqu¨ªsimo favor que se hicieron sus miembros al imponer unas sanciones a Austria que no tienen base jur¨ªdica ni precedentes y pocas razones pol¨ªticas m¨¢s all¨¢ del farise¨ªsmo. La formaci¨®n de una coalici¨®n entre conservadores del ?VP y los nacional-liberales del FP? del populista J?rg Haider gener¨® en su d¨ªa, en las capitales europeas, una santa indignaci¨®n digna de mejor causa. Y, como suele pasar cuando se simplifica en exceso y se procede con precipitaci¨®n, en las capitales europeas se equivocaron, y mucho. En Lisboa, los 14 socios de Austria acordaron dichas sanciones en supuesta vocaci¨®n antifascista.Ahora se trata de salir de este l¨ªo sin perder la cara. El problema est¨¢ en que, tan prestos en Lisboa a aislar al supuesto nazismo emergente en Viena, los Catorce no establecieron una f¨®rmula para el levantamiento del castigo. Todos sab¨ªan que no iban a poder mantener indefinidamente las sanciones. Todos ignoraron la realidad interna austriaca, la aritm¨¦tica electoral, la inviabilidad de cualquier coalici¨®n alternativa a la formada por ?VP y FP? y el da?o que dichas sanciones iban a infligir a la causa europea entre la poblaci¨®n austriaca. Pero todos quer¨ªan aparecer ante sus propios electorados como antifascistas entusiastas.
Los intentos de presentar estas sanciones como un apoyo a la poblaci¨®n austriaca en contra de Haider resultaron pat¨¦ticos. La cuarentena a la que est¨¢ sometido el pa¨ªs indigna entretanto hasta a los m¨¢s furiosos adversarios del demagogo de Carintia. Desde el dislate de Lisboa hasta hoy, el Parlamento de Viena ha realizado su labor legislativa con absoluto respeto a todos los principios y valores de la democracia y de la Uni¨®n Europea. No hay nada que indique un escoramiento del Gobierno hacia la ultraderecha, por mucho que algunos miembros del FP? est¨¦n atizando verbalmente la hoguera antieurope¨ªsta que los Catorce encendieron con su decisi¨®n.
En casi todos los pa¨ªses que muestran su airado rechazo a la xenofobia verbal de Haider se han producido actos xen¨®fobos violentos. En Austria, ninguno de entidad. Mientras de ese pa¨ªs, con un 12% de extranjeros, no llegan noticias de acontecimientos de este tipo, en Espa?a, con poco m¨¢s del 1%, j¨®venes en El Ejido salen a cazar al moro azuzados por un alcalde del Partido Popular y en Francia un polic¨ªa mata a tiros por la espalda a un magreb¨ª y se multiplican los disturbios por malos tratos en las comisar¨ªas. En Alemania, ni?atos rapados se dedican a dar palizas a inmigrantes. Los hinchas brit¨¢nicos siembran el terror en ciudades europeas con su violencia y odio racista y protonacional, y en B¨¦lgica, tan indignada ella con Austria en su beatitud democr¨¢tica, se multiplican las actividades neonazis, ¨¦stas s¨ª realmente neonazis.
El da?o que se ha hecho con estas sanciones a la idea misma de la integraci¨®n europea, en especial en los pa¨ªses peque?os, es incalculable. Los daneses han de votar en breve sobre su ingreso en la Uni¨®n, y el miedo a ser tratados como parias a causa del mero ejercicio de su soberan¨ªa democr¨¢tica como lo est¨¢n siendo los austriacos no es un argumento menor para el voto negativo.
Si Austria o cualquier miembro viola en sus leyes o actos los principios democr¨¢ticos, que se apliquen las sanciones que procedan. Pero no por juicios de intenciones. La demagogia e hipocres¨ªa en que se basan estas sanciones no son menores que las del propio Haider. Pero adem¨¢s son, en Lisboa se ha visto, un nefasto lastre para todo el proceso de integraci¨®n. Va siendo hora de enmendar este disparate.
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