Compa?eros
El pasado lunes por la noche me reconcili¨¦ con la televisi¨®n. Harto de los programas est¨²pidos cuya visi¨®n atenta directamente contra la inteligencia hab¨ªa optado por restringir mi tiempo ante la peque?a pantalla a la m¨ªnima expresi¨®n. El feliz acontecimiento se produjo de forma causal durante la proyecci¨®n de un cap¨ªtulo de Compa?eros que emite Antena 3. Y digo de forma causal porque no ten¨ªa el menor prop¨®sito de prestar atenci¨®n alguna al televisor, fue s¨®lo el inter¨¦s por compartir un rato de sill¨®n junto a mis hijos lo que me situ¨® en la disposici¨®n de ver lo que ellos estaban viendo. En el episodio que se cruzaban varias historias sobre las relaciones entre los protagonistas adultos con otras propias de los adolescentes. Pill¨¦ el cap¨ªtulo empezado y tuve que pedir a mis chicos alguna informaci¨®n de otros anteriores para ponerme al d¨ªa y entrar en situaci¨®n aunque en ese sentido no mereci¨® mucho la pena porque los conflictos sentimentales que mostraban apenas difer¨ªan de los expuestos en otras pel¨ªculas y series de televisi¨®n. Aquel episodio trufaba, sin embargo, dos asuntos cuya forma de abordarlos ante los espectadores me pareci¨® digna de atenci¨®n.En uno de ellos empleaban el supuesto complejo de una de las chicas por el exagerado volumen de sus pechos para presentar el machismo a¨²n vigente entre la gente joven como algo repugnante y soez. All¨ª quedaba como un perfecto descerebrado el personaje que amargaba constantemente la existencia de la muchacha con sus hirientes referencias a su protuberante busto. Como espect¨¢culo ejemplarizante para una audiencia de chicos era magn¨ªfico aunque no tan rotundo como el que escenificaron paralelamente sobre el problema de la droga. En el relato aparec¨ªa "Toni" el hermano de "Quimi" haciendo desesperados esfuerzos por rescatar a su novia "Beatriz" de la adicci¨®n a la hero¨ªna. Lejos de caer en los t¨®picos moralizantes mostraban el terrible problema con un realismo que resultaba sobrecogedor. Beatriz suplicaba una y otra vez a Toni que le proporcionara un pico con el que enfriar el s¨ªndrome de abstinencia que quemaba sus entra?as. Todo era cre¨ªble en la secuencia, Toni empleaba el discurso y las formas de quienes han logrado escapar de ese suplicio y trataba de consolar a su novia anim¨¢ndola a que aguantara un poco m¨¢s porque lo peor -le dec¨ªa- ya hab¨ªa pasado. Fam¨¦lica, casi desdentada y con un aspecto terrible la joven representaba el vivo retrato de los miles de yonkis que arrastran su cuerpo por las calles de Madrid. La trama argumental permit¨ªa adem¨¢s mostrar de manera descarnada el espantoso mundo de los toxic¨®manos. Ve¨ªamos as¨ª a Quimi un personaje especialmente atractivo para los chavales por su car¨¢cter rebelde y contestario descender a las grutas donde se arrastran los yonquis. Nada era exagerado, ese submundo oscuro y s¨®rdido lo tenemos delante de las narices y emerge inexorablemente por mucho que lo escondamos bajo la alfombra. El episodio de Compa?eros que el mi¨¦rcoles pasado emiti¨® Antena 3 en su programaci¨®n nocturna tuvo la propiedad de ense?ar ese espanto desde la ¨®ptica de los propios chicos. Supo plasmar sin mojigater¨ªa todo el horror y el desamparo a que se ven sometidos quienes tientan a la suerte por esnobismo, ignorancia o af¨¢n de notoriedad. Vi la cara de mis hijos con los ojos clavados en lo que estaba aconteciendo y escuche sus comentarios de rechazo. Se lo hab¨ªa explicado mil veces pero ahora no me queda ya la menor duda de que ellos saben que la droga no tiene nada de divertido. Despu¨¦s de presenciar decenas de campa?as contra las toxicoman¨ªas con mensajes poco efectivos, cuando no contraproducentes, no se me ocurre una forma m¨¢s eficaz de prevenir esa repugnante lacra que la que pusieron en antena los guionistas de Globomedia. Acostumbrados a la basura imperante en las parrillas de programaci¨®n, esa factor¨ªa de televisi¨®n ha logrado demostrar que es posible servir un producto socialmente ¨²til y atraer audiencia.
Deber¨ªan tomar nota las televisiones p¨²blicas que subvencionamos generosamente con nuestros impuestos y a las que se les supone una funci¨®n de servicio p¨²blico. Lejos de ese fundamento b¨¢sico sus mediocres programadores no tienen rubor alguno en presentar espacios donde se paga a pseudofamosos para que aireen miserias propias y ajenas cargados de coca hasta las orejas. La televisi¨®n es un medio poderoso que puede hacer mucho bien y tambi¨¦n mucho da?o a la sociedad. Los pol¨ªticos deber¨ªan cuidar en manos de quien ponen tan delicado instrumento.
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