La odisea de Jin Xicai en el camino de la muerte
En la ciudad de Changle, provincia de Fujian, en el sur de China, un adolescente vestido con camiseta y vaqueros de Calvin Klein se apoya en una motocicleta. Con el cabello sobre las gafas de sol, exhibe una sonrisa t¨ªmida ante la c¨¢mara. Jin Xicai no parece el t¨ªpico refugiado, desesperado por huir de la pobreza y la persecuci¨®n. Sin embargo, unos meses despu¨¦s de que se hiciera la fotograf¨ªa, este chico de 18 a?os comenzaba un tortuoso viaje de 10 semanas a trav¨¦s de Rusia y Europa, y mor¨ªa cuando no le faltaba m¨¢s que una frontera para alcanzar su objetivo. Si la polic¨ªa brit¨¢nica confirma los temores de la familia, Jin se encontraba entre los 58 inmigrantes chinos muertos por asfixia esta semana en el interior de un cami¨®n de tomates que se dirig¨ªa de Rotterdam (Holanda) a Dover (Inglaterra). "Llevamos tres noches sin dormir", declaraba el viernes el padre de Jin. Su madre llora, inconsolable, en un rinc¨®n de su casa, en un pueblo a las afueras de Changle. "S¨®lo queremos saber si est¨¢ vivo o muerto", aseguraba su padre. "No podemos obtener informaci¨®n en ning¨²n sitio, y no nos atrevemos a acudir a la polic¨ªa".Los residentes de Changle conocen los riesgos y las recompensas de infringir las leyes chinas de emigraci¨®n. Se calcula que en a?os recientes ha huido hasta un tercio de sus 500.000 habitantes. La regi¨®n es el mayor vivero de renshe, las serpientes humanas: as¨ª llaman los chinos a los emigrantes que huyen del pa¨ªs y ponen sus vidas y su libertad en manos de los cabezas de serpiente, los miembros armados de las bandas criminales que se dedican a organizar el tr¨¢fico ilegal de seres humanos. Ahora, esos traficantes han huido de la zona de Changle para escapar de la polic¨ªa. "No logramos hablar con ninguno de los cabezas de serpiente, ni en Fujian ni en el extranjero", se lamenta el padre de Jin. "Todos sus tel¨¦fonos m¨®viles est¨¢n desconectados".
La angustiosa espera comenz¨® el martes, cuando un primo de Jin telefone¨® desde el Reino Unido con la noticia de la tragedia. Jin deb¨ªa reunirse con este joven de 22 a?os que trabaja en un restaurante chino a las afueras de Londres. Aunque la mayor¨ªa de los emigrantes parten escasamente dotados en cuesti¨®n de idiomas o de ahorros, existe en todo el mundo una amplia red de familiares pr¨®ximos o lejanos, casi todos procedentes de Fujian, que proporciona un apoyo crucial. En los dos ¨²ltimos d¨ªas, la polic¨ªa de Changle ha hecho indagaciones sobre las posibles v¨ªctimas, pero las familias permanecen calladas. Lo ¨²nico que les har¨¢ hablar ser¨¢ la lista oficial de fallecidos. Familiares de otros desaparecidos han jurado no abandonar la esperanza hasta no ver los cad¨¢veres de sus seres queridos.
La pesadilla de Jin se inici¨® el 3 de abril, el d¨ªa que sali¨® de Fujian y emprendi¨® un viaje de dos d¨ªas en tren hasta Pek¨ªn. Los planes empezaron a torcerse cuando llegaron ¨¦l y otros emigrantes a la capital. "?Los cabezas de serpiente los enga?aron!", exclama el abuelo de Jin. "Prometieron que iban a llevarles a Europa en avi¨®n desde Pek¨ªn y, en cambio, les llevaron en tren a Mosc¨²". Colocaron fotos de su carga humana en genuinos pasaportes chinos, obtenidos en el mercado negro a 265.000 pesetas cada uno, y de esa forma consiguieron visados de tr¨¢nsito para Rusia. El primer obst¨¢culo estaba vencido.
Tras un recorrido de siete d¨ªas por Siberia, el grupo lleg¨® a la capital rusa y pas¨® a manos de otros cabezas de serpiente residentes en Mosc¨² y de sus c¨®mplices locales. Jin llam¨® por tel¨¦fono a su casa para tranquilizar a su familia, aunque caus¨® alarma al decir que los cabezas de serpiente les ten¨ªan bajo la vigilancia de guardias armados. Con el fin de impedir que los emigrantes huyeran, les confiscaron los documentos y el equipaje. Porque los cabezas de serpiente s¨®lo recib¨ªan los honorarios acordados, 250.000 yuanes (m¨¢s de cinco millones de pesetas), si el grupo llegaba al Reino Unido.
A partir de Rusia, el viaje se hizo m¨¢s dif¨ªcil. "Viajaron en tren, en cami¨®n e incluso en carro tirado por caballos", explica el padre de Jin. "Cada vez que llegaban a una frontera, dejaban la carretera y atravesaban las monta?as para eludir a los guardias". Jin volvi¨® a llamar desde la Rep¨²blica Checa, Alemania y Holanda, donde el grupo aguard¨® 20 d¨ªas hasta emprender el tramo final y m¨¢s arriesgado del viaje. Su voz sonaba desesperada. "Dijo que nunca hab¨ªa tenido suficiente comida y que los cabezas de serpiente no les dejaban salir de un hotelucho", recuerda el abuelo. Jin pidi¨® que le enviaran dinero, y el 10 de junio llam¨® para acusar recibo de 200 d¨®lares (35.000 pesetas), todo lo que su familia pudo reunir con las prisas.
Y luego, el silencio, un silencio roto por los tr¨¢gicos acontecimientos de esta semana y por el convencimiento gradual de que Jin muri¨® junto con los dem¨¢s en una tumba herm¨¦tica. "Tenemos un solo hijo var¨®n", dice el padre de Jin, entre l¨¢grimas. Su hija, de 11 a?os, se encuentra junto a ¨¦l, pero es menos importante a la hora de mantener la l¨ªnea familiar. Pronto la casar¨¢n con alguien de otra familia y sus padres perder¨¢n el rendimiento econ¨®mico que pueda aportar.
Muestran fotograf¨ªas de ¨¦pocas m¨¢s felices. Jin era un chico inteligente que, cuando dej¨® la escuela, a los 16 a?os, empez¨® a trabajar como aprendiz en la reparaci¨®n de tel¨¦fonos m¨®viles, en Changle. Pero tanto ¨¦l como su familia deseaban algo m¨¢s. "Quer¨ªa hacer dinero", cuenta su padre. "Aqu¨ª hay poco trabajo en el campo, pero en el extranjero es posible ganar mucho m¨¢s". Las autoridades locales calculan que los emigrantes chinos pueden ganar hasta 265.000 pesetas al mes en el Reino Unido, frente a 40.000 en China. Estados Unidos ofrece perspectivas incluso mejores: unas 350.000 pesetas al mes.
El coste hizo que el padre de Jin escogiera el Reino Unido en vez de Estados Unidos, el destino preferido por quienes se van de Fujian, incluido un t¨ªo del joven. "Somos gente pobre, no pod¨ªamos pagar los 500.000 yuanes que costaba ir a Am¨¦rica". El doble de lo que cuesta ir al Reino Unido. La pobreza siempre es un t¨¦rmino relativo. Changle y otras ¨¢reas costeras de Fujian no son, ni mucho menos, las zonas m¨¢s pobres de China. El padre de Jin conduce un taxi Volkswagen de su propiedad.
Los tradicionales edificios de ladrillo en el pueblo de Jin est¨¢n cada vez m¨¢s empeque?ecidos por mansiones de seis pisos, con escaleras de m¨¢rmol y l¨¢mparas de ara?a. Todas ellas se han construido gracias al dinero enviado por los familiares en el extranjero. Los habitantes que siguen en la zona ya no se dedican demasiado al campo. El penoso trabajo de sembrar y cosechar arrozales queda para los campesinos procedentes de Sichu¨¢n -la provincia m¨¢s poblada de China, en el suroeste-, siempre deseosos de alquilar las tierras disponibles. Casi todas las familias temen hablar con extra?os. Jin no es el nombre real del joven, y no facilitan la tarea de hacer fotos. En los ¨²ltimos d¨ªas se ha acosado y detenido a varios periodistas extranjeros, porque a las autoridades locales les averg¨¹enza revelar la dimensi¨®n del tr¨¢fico de seres humanos.
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