Por la senda de lo vulgar

Mal camino lleva El Juli. Se ha metido por los senderos de la vulgaridad y, si no se enmienda, va a ir perdiendo poco a poco el carisma con el que inici¨® su carrera. Dentro de cuatro o cinco a?os va a ser un se?or mayor, a lo mejor un tanto gordito, porque ya le est¨¢n empezando a insinuarse las curvas de la felicidad, y, perdido el gancho de su adolescencia, va a terminar con menos fuerza que una gaseosa.Todo lo que le vimos ayer a El Juli en esta corrida estuvo tintado por la m¨¢s espantosa vulgaridad. No tore¨® nunca a la ver¨®nica con mando, temple, hondura y conquista de terreno, que es en lo que consiste el toreo a la ver¨®nica. Con el capote se limita y se limit¨® a los faroles invertidos y a esas zapopinas que el p¨²blico acoge con gritos hist¨¦ricos y que no son m¨¢s que chicuelinas iniciadas con un movimiento del capote imitando el movimiento del lazo de los vaqueros mexicanos. Son fuegos artificiales.

A la hora de coger los palos, m¨¢s raci¨®n de vulgaridad. El Juli se emplea siempre en el segundo tercio de la misma manera. Necesita el auxilio constante de los peones, que le ponen el toro en el terreno que les se?ala y que, despu¨¦s, le hacen los quites, a veces incluso desde dentro del callej¨®n, sacando el capote en el momento oportuno. Todos, absolutamente todos los pares, los coloca por el pit¨®n derecho. Hace siempre el numerito de sacar a sus banderilleros por delante para que el p¨²blico pida a gritos que salga ¨¦l a corretear con los palitroques. Y los tres pares que pone son: un cuarteo, otro de dentro a fuera y otro por los adentros. Y ya est¨¢.

Con la muleta El Juli plantea las faenas mejor que las ejecuta. Como tiene una cabeza privilegiada, sabe en qu¨¦ terrenos tiene que torear, qu¨¦ distancia hay que darle al toro en los quites y d¨®nde se tiene que colocar ¨¦l para colocar el mayor partido del astado. Todo eso, de maestro. Pero despu¨¦s, el muleteo se sumerge en las aguas de la vulgaridad. En la faena al tercer toro se lo dej¨® siempre delante, no remat¨® ning¨²n muletazo y el trasteo le result¨® acelerado y con mucho baile. El sexto era un buey que no pasaba y el torero acudi¨® al manoseado recurso del arrim¨®n.

Hablando de vulgaridad, no podemos perder de vista a El Cordob¨¦s, quien tore¨® desacoplado y despegado a sus dos toros. Mora tore¨® a r¨¢fagas. Equivoc¨® la faena en su primer toro, al que empez¨® d¨¢ndole distancia para despu¨¦s asfixiarlo. Volvi¨® a ahogar la embestida en el quinto, en el que s¨®lo le vimos tres o cuatro naturales de mucha clase.