Historiar la Historia
La Historia es todo menos una ciencia exacta, hasta el punto de que la misma noci¨®n de qu¨¦ es la historia, de c¨®mo se puede impartir su ense?anza, de qu¨¦ es en ella lo verdaderamente relevante, es hoy objeto de la m¨¢s intensa discusi¨®n. Durante la primera mitad del siglo predomin¨® en la mayor parte de las universidades europeas el estudio de la historia puramente de fechas y acontecimientos; la obra de la revista francesa Annales, creada en los a?os treinta, con su acento en el tiempo largo, econom¨ªa y sociedad, no se hizo notar, al menos en Espa?a, hasta muy entrada la segunda mitad del siglo; y si seguimos por ah¨ª, junto con la historia de las mentalidades, hoy a¨²n en boga, las ¨²ltimas tendencias historiogr¨¢ficas han venido pr¨¢cticamente a argumentar desde los a?os ochenta que Historia es, sobre todo, narrativa, visi¨®n del presente sobre el presente, pero a trav¨¦s del pasado.Por ello, la pol¨¦mica por la multiplicidad de visiones hist¨®ricas que se dan cita en los estudios de ense?anza secundaria en la Espa?a de las autonom¨ªas, avivada ahora con el reciente informe de la Academia de la Historia sobre la "tergiversaci¨®n" y la "nacionalizaci¨®n" de los estudios de esta materia, especialmente en las comunidades con fuerte tradici¨®n nacionalista, es un terreno minado por el que s¨®lo la m¨¢xima prudencia y el respeto a las tradiciones del pluralismo pueden guiarnos con alguna certidumbre.
El problema nace, posiblemente, de algo que no ha ocurrido, al menos no suficientemente, en los 25 a?os transcurridos desde el final del franquismo. Todas las naciones occidentales han necesitado, y necesitan, una visi¨®n, aun m¨ªtica, de s¨ª mismas. Para existir hemos de poder pensarnos a nosotros mismos, aunque sea con dosis inevitables de reduccionismo y de romanticismo nacional; lo que hay que pedir es que esa ideaci¨®n de lo propio no deje nunca de ser democr¨¢tica y plural con respecto a lo que le rodea.
Y en Espa?a no se ha producido una visi¨®n de s¨ª misma a la luz de la democracia, de forma que lo que a retales hoy se estudia es la misma historia de la Restauraci¨®n y el franquismo, aunque, sin duda, despojada de sus m¨¢s disparatados excesos nacional-cat¨®licos. No tenemos una teor¨ªa de la Espa?a democr¨¢tica, y sobre ese vac¨ªo se han construido las visiones m¨¢s o menos discutibles de los nacionalismos perif¨¦ricos. Se deduce de ello que, aunque es deseable que exista una visi¨®n compartida de Espa?a, como corresponde a siglos de convivencia, se halla escasamente desarrollada, y que esa mirada ha de ser compatible con las de cada una de esas comunidades.
Cuando altos responsables de la Generalitat dicen que Catalu?a tiene su historia propia, est¨¢n en lo cierto, y de una manera menos se?alada, tambi¨¦n cabr¨ªa decir lo mismo del Pa¨ªs Vasco, aunque su historia haya estado m¨¢s claramente asociada a la de Castilla; pero cuando contin¨²an afirmando que la historia de Espa?a, de su Espa?a, se puede contar desde la exclusiva ¨®ptica catalana, la cosa ya desbarra. Hay una historia de Catalu?a en s¨ª misma, en la que figura el contexto inmediato que es Espa?a, pero tambi¨¦n una historia de Espa?a con Catalu?a como agente esencial de la misma. De esta forma, la historia de las principales comunidades aut¨®nomas ser¨ªa una profundizaci¨®n en el marco y el detalle de la historia m¨¢s general de todo el pa¨ªs.
Por supuesto que los problemas no se reducen a encajar un recipiente dentro de otro, sino que en esas visiones abundan las contradicciones, y especialmente las contraposiciones, omisiones y graves enfrentamientos. El informe de la Academia de la Historia afirma, adem¨¢s, que en el Pa¨ªs Vasco las ikastolas difunden con su versi¨®n de la historia "ideas nacionalistas favorecedoras del racismo", y, en general, quien m¨¢s quien menos, hasta las comunidades menos hist¨®ricas se sirven del recuento de su pasado con fines b¨¢rbaramente pol¨ªticos, lo que quiere decir como arma arrojadiza contra el vecino.
Desde luego, no sabr¨ªamos proponer ninguna tergiversaci¨®n positiva de la historia, aquella que enmascare el dolor de unas relaciones que han pasado por momentos de grav¨ªsima crisis interior; pero s¨ª sostener que esa historia com¨²n de Espa?a nos une hasta en el enfrentamiento, y que la resultante de toda ella es hoy un proyecto com¨²n en democracia, ya entre los siglos XX y XXI, al que se suma la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles, incluyendo vascos y catalanes. Esa historia se puede y se debe contar a todos los espa?oles. Y no es en absoluto incompatible con unas realidades que unos ciudadanos considerar¨¢n regionales y otros nacionales, en esta Espa?a democr¨¢tica que ha de saber ser para todos naci¨®n de naciones.
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