El gol como llave
En los primeros minutos se juega el partido que quieren los entrenadores. S¨®lo un gol es capaz de sacar ese tap¨®n t¨¢ctico, y darle un mayor protagonismo a la rebeld¨ªa de los futbolistas. No conozco los datos comparativos, pero tengo la seguridad de que una de las grandes diferencias entre la Eurocopa de Inglaterra (insoportable en t¨¦rminos generales por la excesiva preponderancia de lo t¨¢ctico y lo f¨ªsico) y la de B¨¦lgica-Holanda (m¨¢s espectacular, porque los jugadores encontraron mayores espacios de libertad), es la gran cantidad de goles que se marcaron en el comienzo de los partidos. Es cierto que el gol fortalece la idea defensiva del equipo que pasa a ganar, pero el perdedor resigna orden por ir a buscar el empate, y rompe el equilibrio de pizarra que provoca choques m¨²ltiples en el medio campo. Dice mi admirado Andr¨¦s Neuman que una novela requiere "estructura y detalles". ?sa es, tambi¨¦n, la materia de la que est¨¢n hechos los partidos de f¨²tbol, el problema son las proporciones. En general, cuanto m¨¢s miedo, m¨¢s estructura; y cuanta m¨¢s estructura, m¨¢s aburrimiento. S¨®lo cuando se est¨¢ por debajo en el marcador la necesidad de empatar se impone al miedo a perder, y ocurren cosas que sacan a los equipos del letargo defensivo. Este art¨ªculo est¨¢ escrito antes del Holanda-Italia, pero me animo a pensar que el famoso "Totti o Del Piero" pregonado por Zoff, s¨®lo se convertir¨¢ en "Totti y Del Piero" el d¨ªa que Italia tenga que elegir entre marcar un gol o volverse a casa. - El tiro del final
Decir que el f¨²tbol es caprichoso es una generalidad. Caprichosos son los goles. El juego es el argumento, pero el gol es el problema, el detalle crucial, la llave que abre una puerta colosal. ?Cu¨¢ntas veces habr¨¢ tirado Ra¨²l, con la imaginaci¨®n, el penalti que no entr¨®? ?Qu¨¦ cadena de acontecimientos hubiera producido su gol? ?Qu¨¦ estar¨ªamos diciendo de Espa?a? ?Y de Ra¨²l? ?Y de Zidane?... Lo pens¨¦ cuando Nuno Gomes enganch¨® un bal¨®n que, como una bala perdida que resulta mortal, se meti¨® en un ¨¢ngulo y adelant¨® a Portugal. De pronto, la selecci¨®n con m¨¢s juego y menos gol de toda Europa, encontraba el gol sin jugar. Mirado en perspectiva es otra cosa, pero si analizamos el f¨²tbol por acontecimientos aislados, hasta los agn¨®sticos terminamos creyendo que, detr¨¢s del juego, hay un dios chiflado muri¨¦ndose de risa. Ra¨²l, el goleador fr¨ªo e implacable, tira fuera un penalti de plata (si no de oro); Portugal encuentra el gol cuando peor juega. Uno est¨¢ a punto de creer en la teor¨ªa del caos, pero el bal¨®n pasa por Zidane y se hace el orden hasta en los espectadores. En la tremenda discusi¨®n que antecedi¨® al penalti decisivo, Zidane no particip¨®. Prefiri¨® bajar las pulsaciones, recuperar la serenidad, ajustar la mira. El tiro fue intachable: fuerte, esquinado, alto. De pronto, descubrimos que el partido lo hab¨ªa ganado el mejor equipo; que el penalti lo hab¨ªa metido el mejor jugador; que el gol sin juego de Portugal dejaba de tener trascendencia; que Ra¨²l seguir¨¢ siendo Ra¨²l... Si es verdad que hay un dios chiflado, de Zidane no se r¨ªe.
- D'Artagnan y los tres mosqueteros
Desde que Brasil quiso compensar con t¨¢ctica la vocaci¨®n art¨ªstica de sus jugadores, puso a dos mediocampistas centrales de lucha. Ese s¨®lido cuerpo futbol¨ªstico, permite una mayor libertad de los laterales que, como dos largos brazos, van y vienen. Como las soluciones no son universales, a Portugal ese virus t¨¢ctico lo mat¨® de seriedad. Francia, por su parte, exagera la idea poniendo a tres mediocampistas centrales, pero sus laterales no tienen cuelo para darle elasticidad a los intentos atacantes. Deschamps es un Dunga con buen humor, un magistral volante de contenci¨®n que se gan¨® el derecho (por veteran¨ªa) a contar con dos eficaces escuderos (Petit y Vieira). Como a los tres se les nubla el panorama a medida que se acercan al ¨¢rea contraria, suelen tener la misma idea: darle el bal¨®n a Zidane. El trivote da tranquilidad defensiva, pero le quita posibilidades al clarividente Zinedine, que cuenta con tres escudos y una sola espada (Henry, porque Anelka a¨²n no cuenta) para hacer la revoluci¨®n.
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