Globalizaci¨®n y derechos humanos
La concepci¨®n de los derechos humanos que ha prevalecido desde la Declaraci¨®n Universal de 1948 debe ampliarse a lo que cabr¨ªa llamar unos derechos de nueva generaci¨®n. Si se puede plantear es porque, pese a la persistencia de graves violaciones de los derechos m¨¢s b¨¢sicos, ya se ha avanzado mucho, como recoge el informe sobre desarrollo humano publicado esta semana por el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo). Tambi¨¦n diversos e insignes participantes en el Di¨¢logo Intercultural sobre Democracia y Derechos Humanos, que ayer concluy¨® en Santiago de Compostela, se han situado en esta l¨ªnea.La ratificaci¨®n de los seis principales tratados o convenios sobre derechos humanos ha progresado de forma notable en los a?os noventa. El Convenio sobre los Derechos del Ni?o ha sido ya ratificado por 191 Estados (frente a 50 una d¨¦cada antes); el n¨²mero de los que lo han hecho con el Convenio contra la Tortura se ha duplicado. Pero del derecho al hecho hay un buen trecho. Una cosa es establecerlos o ratificarlos y otra cumplirlos. Su efectividad deja mucho que desear. Un 80% de los Estados han ratificado el Convenio Internacional sobre la Eliminaci¨®n de todas las Formas de Discriminaci¨®n Racial, y sin embargo, la realidad al respecto resulta desoladora.
Una cuesti¨®n central, surgida en los debates en Santiago, es la jerarquizaci¨®n de los derechos humanos, sobre la que hay diferencias entre expertos, pa¨ªses y sociedades. Sin derechos pol¨ªticos y civiles -y en su centro, el derecho a la vida- no puede haber derechos sociales, pues de poco valdr¨ªan los primeros si la pobreza o la miseria impiden ejercerlos. El PNUD somete a reflexi¨®n que la pobreza es un tema tanto de derechos humanos como la tortura, cuando, por ejemplo, mueren 30.000 ni?os al d¨ªa en el mundo de causas que se pueden prevenir. La erradicaci¨®n de la pobreza se est¨¢ convirtiendo en un reto central para los derechos humanos, especialmente cuando crecen las diferencias entre los m¨¢s ricos y los menos afortunados. Muchas minor¨ªas ¨¦tnicas, adem¨¢s, ven restringido el acceso a los servicios p¨²blicos, al agua o a la sanidad de que gozan las mayor¨ªas que controlan algunos Estados, mientras la erradicaci¨®n de la violencia dom¨¦stica contra las mujeres es tambi¨¦n parte central de esta agenda.
El caso Pinochet -cuya detenci¨®n en Londres fue posible por la existencia de una tupida red de convenios bilaterales y multilaterales- y el Estatuto del futuro Tribunal Penal Internacional constituyen un punto de inflexi¨®n hist¨®rica en materia de defensa de los derechos humanos. Europa ha marcado un camino con el Tribunal de Estrasburgo que otros deben seguir. El PNUD propone como arma pac¨ªfica el uso de las estad¨ªsticas en materia de respeto de los derechos humanos como instrumento para crear una cultura que obligue a rendir cuentas a los dirigentes. La presi¨®n de organizaciones centradas sobre la vigilancia de esos derechos, como Amnist¨ªa Internacional o Human Rights Watch, junto a la de los medios de comunicaci¨®n, contribuye a situar bajo la luz p¨²blica las violaciones de derechos humanos que deben agitar nuestra conciencia.
Pero los avances en el derecho de injerencia por razones humanitarias, hasta llegar a la intervenci¨®n armada, son percibidos por muchos pa¨ªses del Tercer Mundo como un nuevo estadio de un colonialismo occidental que act¨²a selectivamente. Los derechos se van globalizando m¨¢s r¨¢pidamente que los medios para aplicarlos. De manera que, a pesar de los avances, a¨²n estamos muy lejos de una justicia universal.
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