Diga 33
Lo ¨²nico que salva a la actual fiesta de los toros es que a¨²n no ha pasado un reconocimiento m¨¦dico. Pues en cuanto la sometan al juicio pericial de los galenos se descubrir¨¢ que no tiene media torta. A la fiesta de los toros la dicen que diga 33 y la decretan incapacidad laboral permanente. O sea, que la dan la absoluta.La fiesta de los toros est¨¢ tocada de ala o, utilizando su propia jerga, mejor cabr¨ªa afirmar que lleva media en las agujas. A la fiesta de los toros sospecha uno que no la salva ni la paz ni la caridad, entre otras razones porque ya a casi nadie interesa la tal fiesta de los toros, ni su salud, ni incluso su supervivencia.
Una fiesta de toros como la que se vio en Madrid o la que montan cada d¨ªa en todas las plazas y todas las ferias del Se?or, no interesa absolutamente a nadie salvo a quienes podr¨ªan lucrarse con su celebraci¨®n, lo cual cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil.
Guardiola / Ben¨ªtez, V¨¢zquez, Iniesta Cinco toros de Javier Guardiola Dom¨ªnguez, bien presentados, inv¨¢lidos, de poca casta y escaso juego
5? de Guardiola Fantoni, cinque?o, con gran trap¨ªo, inv¨¢lido, manejable. Leonardo Ben¨ªtez: estocada trasera, siete descabellos -aviso- y nueve descabellos (silencio); estocada trasera ladeada saliendo volteado (escasa petici¨®n, ovaci¨®n y salida al tercio); pas¨® a la enfermer¨ªa donde se le curaron lesiones en el pene y un muslo, de pron¨®stico leve. Javier V¨¢zquez: pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio); pinchazo, otro perdiendo la muleta, pinchazo -aviso- y estocada (silencio). Jos¨¦ Antonio Iniesta: dos pinchazos, rueda de peones, pinchazo y estocada (silencio); pinchazo y estocada corta ladeada perdiendo la muleta (aplausos). Plaza de Las Ventas, 2 de julio. Menos de media entrada.
Ni media entrada hab¨ªa en Las Ventas, de esa media entrada la mitad aproximada eran turistas y todos a una, prietas las filas, se aburrieron como ostras. No tuvieron otra opci¨®n: los toros se ca¨ªan. Y con toros inv¨¢lidos, no hay forma de emocionarse ni de divertirse, ni mucho menos justificar las suertes que componen el arte de C¨²chares, los cruentos tercios de la lidia, tan dif¨ªciles de explicar (y de entender) si no es desde el peligro y el miedo que impone el toro con toda su bravura y su poder¨ªo.
Nadie vaya a creer, a estas alturas, que el toro lisiado constituy¨® en Madrid una sorpresa. El toro lisiado de Madrid puede hasta parecer fuerte si se le compara con el toro anovillado, despitorrado, fofo, enfermo y drogadicto que sueltan en todas las plazas y ferias del Se?or. Donde, por supuesto, tampoco acude el p¨²blico, los aforos se resuelven con medias entradas si no son cuartos, y el fraude evidente, el fracaso escandaloso de la funci¨®n lo disimulan con disloques triunfalistas y regalando orejas.
Como un solar han dejado la fiesta de los toros esos empresarios incompetentes que s¨®lo estaban en el negocio para llev¨¢rselo crudo; esos ganaderos que se prestaron a cuantas tropel¨ªas les impon¨ªan los apoderados a cambio de asegurar la venta del g¨¦nero; esas figuras falsas que han venido mandando en la fiesta a base de corromper cuanto se mov¨ªa alrededor para garantizarse el toro inofensivo e in¨²til, manipulado fraudulentamente.
Ese tipo de toro ya es general en la fiesta, sale en cualquier parte y sirve lo mismo para que se justifiquen las figuras que para estrellar a los modestos. Estos modestos estrellables estuvieron en Las Ventas y los tres se emplearon a fondo con ese ganado desesperante de soberbio cuajo pero de feble condici¨®n. Leonardo Ben¨ªtez, que es muy teatrero, entr¨® a quites, banderille¨® animoso, mulete¨® tirando de repertorio a despecho del peligro de las embestidas y convirti¨® en angustiosos algunos pasajes de sus trasteos. Mat¨® a sus dos toros encun¨¢ndose, y el segundo le volte¨® de forma dram¨¢tica.
Javier V¨¢zquez no se lo pens¨® dos veces para echarse de inmediato la muleta a la izquierda, e insistir en el toreo al natural, con diversa fortuna, lo mismo en su bronco primer toro que al quinto, de mejor conformar.
Jos¨¦ Antonio Iniesta, a quien correspondi¨® un primer Guardiola de nula embestida, le sac¨® al sexto redondos de enjundioso trazo, cargados de toreo aut¨¦ntico, que no pudieron tener continuidad pues al bruto le faltaba casta y se march¨® pronto a mansear al hilo de las tablas.
Todo era estrellarse y sucumbir a la incuria de los taurinos, que han dejado la fiesta para el arrastre. Ni siquiera es hora ya de decirle que diga 33 pues no servir¨ªa de nada ya que est¨¢ entonando el gori-gori. Claro que a los taurinos lo que les preocupa no es que se muera, sino que se diga. La ley del silencio.
Babelia
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