La ciudad y su cabeza
Las ciudades adoptan la forma de organismos vivos: est¨¢n dotadas de un m¨²sculo principal que ordena el tr¨¢fico, cobra los impuestos y retira los coches mal aparcados, y de intestinos que deyectan los desechos a trav¨¦s de una trama de alcantarillas, y de v¨ªas por donde circulan sus gl¨®bulos de cuatro ruedas que distribuyen el pulso de la vida por todo el tejido corporal. Las ciudades, como cualquier organismo desarrollado, tambi¨¦n tienen cabeza, y dentro de la cabeza sue?os, esperanzas y mitos. Granada incluso tiene un Monte Sombrero con el que se cubre la cabeza los d¨ªas de calor. Puesto que las ciudades est¨¢n dotadas de cerebro, y act¨²an como seres racionales, hay que convenir que tambi¨¦n pueden sufrir ataques de irascibilidad, picores producidos por par¨¢sitos o por caspa y patolog¨ªas de orden psiqui¨¢trico.Como cualquier organismo inteligente, una ciudad necesita creer en algo, aspirar a conseguir un objetivo de orden material que satisfaga su egolatr¨ªa y la dote de personalidad dentro del orden general de los municipios y de las provincias. En caso contrario, las ciudades pueden sufrir delirios, crisis melanc¨®licas o religiosas y acabar, como es el caso de Granada, ocup¨¢ndose preferentemente de vestir santos. Granada, sin ilusiones materiales, lleva el camino de convertirse en una mocita vieja de comuni¨®n diaria. Raro es el d¨ªa en que su cerebro d¨¦bil no inventa una procesi¨®n o imagina unas enaguas para una Dolorosa.
As¨ª las cosas, las autoridades civiles, con el ¨¢nimo de remontar la crisis y de que la ciudad abandone su cada vez m¨¢s larga postraci¨®n, decidieron inventar una ilusi¨®n de orden material: la preparaci¨®n de unos Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno en Sierra Nevada. Muchas partes del organismo respondieron liberando humores, casi todos de duda, pues si es bueno para la salud mental que una ciudad tenga expectativas que la saquen de su des¨¢nimo no es recomendable que se plantee metas improbables que en vez de enfriar las neuronas las recalienten hasta estallar como palomitas de ma¨ªz.
Las autoridades, sin embargo, han decidido mantener a toda costa la quimera de los Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno que, como todos los ¨¦xtasis deportivos, requieren esfuerzos denonados para que un grupo de atletas desconocidos, ataviados con ropas pintorescas, batan marcas de tiempo en deportes misteriosos y un poco rid¨ªculos.
Cuando las redes neurol¨®gicas de una ciudad est¨¢n enfermas otra soluci¨®n posible consiste en dar rienda suelta a sus complejos y sus reservas en un campo de f¨²tbol. Para ello se necesita, claro, un equipo de cierta importancia, que permita dar voces con suficiencia y tocar los bombos con una convicci¨®n m¨ªnima. Hace unas semanas Granada entera experiment¨® espasmos de placer ante la posibilidad de que el equipo consiguiera ascender de categor¨ªa, pero al final los jugadores marraron el gol y cundi¨® el desaliento. Ahora el organismo ha vuelto a su desolaci¨®n habitual y, da igual si es verano o primavera, contin¨²a con una aplicaci¨®n obsesiva vistiendo y desvistiendo santos.
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