Un arquitecto con m¨¢s pasado que futuro
Hoy, por fin, hemos podido venir a verte.Desde hace apenas un trimestre, cuando escapaste a Houston, de improviso, sin avisar a tus m¨¢s ¨ªntimos amigos, para someterte a una desesperada operaci¨®n quir¨²rgica, est¨¢bamos deseando hacerlo. Victoria, mi mujer, os telefoneaba cada dos d¨ªas para proponeros una visita. Benedetta se mostraba encantada. Llegamos a tener los billetes de avi¨®n para acudir, v¨ªa Atlanta, aquella misma semana. Pero t¨² siempre aconsejabas que lo dej¨¢semos para m¨¢s adelante, que esper¨¢semos a que te recuperases un poco, que tras la operaci¨®n, o la radio, o la quimio, mejorar¨ªas y te ver¨ªamos en mejor forma. Como otro gran amigo desaparecido, Salvador Dal¨ª, te opon¨ªas frontalmente a que te vi¨¦semos enfermo, a inspirar l¨¢stima, a no dar lo mejor de ti mismo frente a tus seres queridos. As¨ª, han ido pasando las semanas, has vuelto a casa, y al cabo de muy pocos d¨ªas nos ha llegado la noticia.
Hoy, por fin, hemos podido venir a verte. Estabas all¨ª, tendido en la cama, sereno, muy p¨¢lido, con la barba encanecida, muy envejecido, pero muy bello. Benedetta a tu lado, abraz¨¢ndote, desconcertada, totalmente sorprendida. Muy triste, pero no desencajada, digna, ella, tambi¨¦n, muy bella. Te has ido como viviste y como trabajaste, con un alt¨ªsimo nivel est¨¦tico.
He dicho en repetidas ocasiones que lo que me parec¨ªa m¨¢s extraordinario de tu manera de hacer era que pod¨ªa ser extravagante, excesiva, incomprensible, inapropiada, despilfarradora, incluso equivocada, pero era siempre profundamente bella. Desde los desenfadados croquis de tus cuadernos de viaje, a tus misteriosos planos t¨¦cnicos, a tus maravillosas maquetas de madera, a tus collages de fotograf¨ªas, a tus faxes para agradecer una cena -donde eras capaz de esquematizar cada plato con cuatro trazos magistrales-, a tus seductoras conferencias -cuando acud¨ª a la primera en la AA de Londres no tuve ninguna duda de hasta d¨®nde llegar¨ªas-, a tus diferentes viviendas, a tus diferentes estudios, a tu cementerio, a tu escuela, a tus muebles absurdos y pesados, a tu rascacielos airoso, a tus puertas torcidas, a tus pilares irracionalmente inclinados, a tus hierros retorcidos; todo lo que sal¨ªa de tus manos era Arte.
No hace falta insistir -otros lo har¨¢n- en que nos has dejado muy prematuramente, que ten¨ªamos una enorme esperanza en lo que quedaba por venir. Alguien escribi¨®, hace un tiempo, que ser¨ªa muy triste que Enric Miralles fuese un arquitecto con m¨¢s pasado que futuro.
Ha sido muy triste, es verdad, pero as¨ª ha sido.
?scar Tusquets es arquitecto.
Babelia
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