Al Este
Si hay un lugar donde se pueda considerar que lo ambiental ocupaba algo parecido al lugar que le correspond¨ªa, estaba precisamente al Este. Por las Baleares, en efecto, amanec¨ªa no s¨®lo el sol, sino tambi¨¦n una sensatez: la de intentar llevar a cabo la m¨¢s avanzada pol¨ªtica ambiental de la democracia espa?ola. Llamo la atenci¨®n sobre lo demoledor que resulta usar el tiempo verbal pasado. Pero las enormes presiones pol¨ªticas y econ¨®micas que sufre el fr¨¢gil Gobierno balear ciertamente est¨¢n impidiendo ni siquiera el ensayo de algunas de las propuestas m¨¢s coherentes que jam¨¢s se hayan hecho de cara a la salud del entorno.
El peso del Este en lo ambiental se incrementa adem¨¢s por el hecho de que de all¨ª procede el nuevo ministro de Medio Ambiente. Seguimos sin que nos asista la fortuna. De nuevo, como se deduce de las primeras declaraciones p¨²blicas de su titular, el departamento queda en manos de alguien de escasas vocaci¨®n y preparaci¨®n. Confiamos en que con el tiempo se le cure la malnutrici¨®n que ahora exhibe.
Pero no menos oriental resulta la situaci¨®n del entorno en las Baleares. Porque de all¨ª nos llega la evidencia de que se ha llegado al c¨¦nit del deterioro ambiental. Y las islas fueron gobernadas por el partido del se?or Matas durante m¨¢s de veinte a?os.
Las Baleares gozan de opulencia en lo econ¨®mico y de arreciada pobreza en lo que a su patrimonio natural se refiere. Un derredor irreconocible, desgastado por el turismo masivo de unos 11 millones de visitantes al a?o, a la mayor¨ªa de los cuales, por cierto, casi se les regala la estancia en la isla. Presi¨®n sin rendimientos cualitativos que se ha saldado con la obviedad de que la degradaci¨®n ambiental costera de las Baleares, en muchos aspectos, supera a la de cualquier otro lugar del planeta.
Eso es lo que ha llevado al actual Gobierno de las islas, compuesto por cinco opciones pol¨ªticas, a intentar enfrentarse por primera vez con seriedad a la evidencia de haber tocado fondo. Prop¨®sito que choca con serias dificultades, que se han agigantado con el paso del tiempo. La renuncia de Joan Mayol, consejero de Agricultura, evidencia la zozobra pol¨ªtica. Pero m¨¢s a¨²n la imposibilidad de cumplir promesas electorales, entre las que figuraban las avanzadas propuestas ecol¨®gicas que se hicieron en su momento.
La ecotasa, opci¨®n estelar al respecto, se ha convertido en una suerte de fantasma, cuando apenas cabe contemplar un sistema m¨¢s coherente, dentro de una sociedad de libre mercado, para la recuperaci¨®n de una parte de la salud ambiental sacrificada en el altar del consumismo tur¨ªstico. Que el visitante deje una rid¨ªcula porci¨®n de su dinero en las arcas que maneja un Gobierno leg¨ªtimo para que ¨¦ste proceda a su inversi¨®n en lo m¨¢s p¨²blico que existe, es decir el entorno, me parece de una correcci¨®n y justicia meridianas. Pero los saqueadores de su propio paisaje no conciben restituirle ni siquiera una m¨ªnima parte de lo que les permiti¨® a ellos enriquecerse. Ya sabemos que quien m¨¢s tiene m¨¢s lejos se sit¨²a de considerar que tiene suficiente. Pero las islas est¨¢n ah¨ª para demostrarnos, ya sin ambig¨¹edades, eso que llamamos capacidad de carga. Rebasada hace tiempo en casi todas las islas, donde s¨®lo pocos, y ahora torpedeados, se percataron de que eran eso: tierra con l¨ªmites.
Por si esto fuera poco, la ecotasa, que acaba de ser aprobada en el Parlamento balear, se ha convertido en escu¨¢lido reflejo de la posici¨®n de partida y adem¨¢s atacada por el Partido Popular, que en realidad ha perdido muy poco poder. Al tiempo que el 30% del turismo balear, ¨¦se que est¨¢ dentro de la econom¨ªa sumergida o no usa hoteles de cuatro o m¨¢s estrellas, escapa a su posible aplicaci¨®n. Queda aplazado, pues, el que vuelva a amanecer por el Este.
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