El crucifijo de la f¨ªsica cu¨¢ntica
Religi¨®n terminal
El temps de Planck
Texto y direcci¨®n: Sergi Belbel. M¨²sica: ?scar Roig. Direcci¨®n musical: Dani Espasa. Int¨¦rpretes: Pep Cruz, Mont Plans, Roser Batalla, Rosa Galindo, Ester Bartomeu, Pili Capellades, Frank Capdet, Gemma Matamala. M¨²sicos: Dani Espasa, Sergi Cuenca, Pep Massana, Robert Tom¨¤s, Marina Maz¨®n, Montse Maj¨¤, Toni Cubedo, Francesc Puig, Carles Pertegaz, David Bonet, Judit Rovira, Sebasti¨¤ Bel, Joan Vilalta. Escenograf¨ªa: Max Glaenzel y Estel Cristi¨¤. Vestuario: Merc¨¨ Paloma. Iluminaci¨®n: Xavier Clot. Teatro Romea, 1 de julio.
Hay ecuaciones que parecen imposibles. Unir la f¨ªsica cu¨¢ntica con el costumbrismo contempor¨¢neo, el melodrama lacrim¨®geno, la comedia macabra y el musical puede parecer un desprop¨®sito o, cuando menos, un prop¨®sito irrealizable que Sergi Belbel, dramaturgo, y ?scar Roig, compositor, se han empe?ado en llevar a cabo.Hacer de la f¨ªsica un pensamiento m¨ªstico no es, desde luego, una novedad, especialmente a partir de que el f¨ªsico Erwin Schr?dinger planteara su paradoja cu¨¢ntica, la del gato de Schr?dinger, del que a fuer de no saber si estar¨¢ vivo o muerto, puede considerarse que est¨¢ simult¨¢neamente vivo y muerto o, al rev¨¦s, ni vivo ni muerto, abriendo as¨ª la posibilidad te¨®rica de universos paralelos en que se desdoblan las infinitas posibilidades del ser. Muero aqu¨ª, pero cu¨¢nticamente sigo vivo en el universo de al lado, y algunos de los universos desdoblados deben conocer sin duda la vida eterna (y el pa¨ªs de Jauja).
Obra arriesgada
En tiempos de descreimiento y laicismo, que un moribundo se aferre al crucifijo de la f¨ªsica cu¨¢ntica no tiene nada de extravagante: m¨¢s vale colgarse del tiempo de Planck, su cero coma cuarenta y dos ceros y un uno, el tiempo del Big Bang, e imaginar la absorci¨®n del alma por un agujero negro para llegar, por este atajo, a la presencia luminosa de un Dios matem¨¢tico oculto tras los n¨²meros. La desesperaci¨®n se aferra a la esperanza y la religi¨®n de los moribundos, sea cual sea, es siempre terminal. La de los vivos, francamente, ¨¦sa es ya otra cosa y la fe en el progreso pertenece ya a un siglo que empieza a ser lejano.En escena, en una escenograf¨ªa paralela que presenta simult¨¢neamente todos los espacios de la acci¨®n, un moribundo acabar¨¢, como la santa, muriendo sin morir. En torno al lecho, por la cocina, el sal¨®n, la casa del vecino, pululan su mujer, con su futuro a punto de desdoblarse, y sus cuatro hijas, con las consabidas disputas familiares, sus vidas a medio cocer, las esperanzas (cu¨¢nticas) de un futuro mejor.
S¨®lo la peque?a, muy puesta en f¨ªsica gracias a un vecino que ha de ser un genio (futuro), mantiene intacta la esperanza de que todo se detenga en el ¨²ltimo instante, el tiempo de Planck, la obsesi¨®n de los ceros, cuarenta y dos, que reitera arm¨®nicamente acompa?ada por la m¨²sica.
Al final, al pobre Planck, el protagonista, Belbel lo condena al infierno de contabilizar su propia aniquilaci¨®n, contando como en subasta y al rev¨¦s desde un segundo hasta el tiempo de Planck, con todos y cada uno de sus ceros. Toda una eternidad.
A cualquier otro le hubiera salido el tiro por la culata. Pero a Belbel, la lecci¨®n de f¨ªsica le da el juego suficiente para cocinar un plato bastante afortunado, tal vez algo cargado. En el musical (lo mismo pasaba en S¨®c lletja) a Sergi Belbel le debe parecer necesario cargar las tintas y, a la que puede, coloca un suicido, una masturbaci¨®n, un porro, un strip tease, un asesinato masivo, un aborto, una felatio terminal, un... ?Por qu¨¦ no? Son universos posibles, no todos necesariamente paralelos como los que, catastr¨®fica e imaginativa, inventa la hermanita.
El temps de Planck es, sin duda, una obra arriesgada, quiz¨¢ la m¨¢s compleja, dramat¨²rgicamente, de Sergi Belbel. Demuestra una notable capacidad de observaci¨®n para captar lo cotidiano en, por ejemplo, las preocupaciones inmediatas de la madre o las despiadadas peleas fraternales de las hijas mayores. La peque?a ha sido creada a la imagen y semejanza de Spielberg, y funciona, aunque el optimismo norteamericano no se salde con una inmediata resurrecci¨®n y quede en un europe¨ªsimo t¨¦rmino medio, como el gato de Schr?dinger, ni vivo ni muerto.La m¨²sica acompa?a los numerosos recitativos y construye canciones, la mayor¨ªa mon¨®logos interiores, que pasan bien, pegadizas, eficaces. A los int¨¦rpretes se los ve c¨®modos, sueltos, bien plantados. Pero me sigue sobrando el melodrama donde es tan f¨¢cil escapar, como Houdini, de una muerte segura. Parece ser que el universo no acabar¨¢ en un Big Crush, ni habr¨¢ tampoco un ¨²ltimo tiempo de Planck. Simplemente se deshilachar¨¢ en la nada.
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