La izquierda
Por mucho que llueva o por mucho que la realidad imponga los desiertos de la desilusi¨®n, una inquietud de izquierdas resulta todav¨ªa necesaria. Este todav¨ªa insistente de los corazones rojos no se funda en la nostalgia, sino en el paisaje m¨¢s cercano del presente. El fracaso ser¨ªa poco doloroso si se limitara a la p¨¦rdida de votos, porque la izquierda no puso en marcha su agitaci¨®n de sue?os y banderas para ganar elecciones. Se trataba de conseguir la justicia social, de sustituir las caridades por la conciencia clara de lo que significan los derechos humanos y de denunciar los mecanismos legitimadores de la explotaci¨®n. La verdadera tragedia de la izquierda, su fracaso, est¨¢ en la cercan¨ªa de un mundo que sigue produciendo desigualdades llamativas, que controla el saber y lo somete a intereses puramente comerciales, que destruye la naturaleza en una imparable inercia especulativa y que hace imposible la democracia, la capacidad de decisi¨®n de los ciudadanos, porque sus formas de gobierno son, cada vez de modo m¨¢s claro, un simulacro tan nervioso como muerto en manos de los grandes poderes financieros. La imposibilidad de combatir este v¨¦rtigo fija el fracaso de una izquierda que no ha podido incluir la dignidad humana y la conciencia entre las leyes de la econom¨ªa.Pero este fracaso implica tambi¨¦n su todav¨ªa, su necesidad. La izquierda debe buscar respuestas, porque una parte muy seria de sus objetivos a¨²n tiembla sobre las almohadas y sobre la piel agredida del mundo. El futuro de la izquierda se basa precisamente en el reconocimiento de su fracaso; el ¨²nico compromiso posible, la ¨²nica legitimidad, surge de la b¨²squeda de nuevas respuestas, de la voluntad insistente de renovaci¨®n.
Izquierda Unida naci¨® como un movimiento pol¨ªtico social que intentaba la renovaci¨®n sin abandonar su identidad hist¨®rica, es decir, sin renunciar a sus ideales emancipadores en la tentaci¨®n de una lucha electoral y medi¨¢tica por el llamado "centro sociol¨®gico". Hay victorias que suponen la inexistencia, como hay fracasos que justifican la continuidad. Poner en marcha un movimiento pol¨ªtico social implicaba una reflexi¨®n sobre la pol¨ªtica, una voluntad de reunir esfuerzos y el deseo imprescindible de crear un nuevo electorado, el horizonte activo de la nueva izquierda. Muchas causas han contribuido al fracaso de Izquierda Unida, pero entre todas destaca la incapacidad de sus dirigentes por superar los mecanismos de los partidos tradicionales. Los debates pol¨ªticos volvieron a convertirse en luchas personalistas por controlar el aparato que reparte los pobres tesoros electorales.
Tienen raz¨®n Concha Caballero y Rosa Aguilar al proponer una refundaci¨®n de Izquierda Unida. No se trata de ser duros con nadie, ni de exigir demasiadas cuentas, porque la situaci¨®n de la izquierda no resulta f¨¢cil y ha sido necesario combatir con pocas fuerzas contra muchos vientos. Pero me parece suicida confundir las esencias con el personalismo de algunos dirigentes y con la renuncia a buscar nuevos caminos. La ¨²ltima oportunidad de IU posiblemente sea permitirle trabajar a estas dos mujeres que han demostrado su paciencia, su elegancia pol¨ªtica y su apuesta por el todav¨ªa de la izquierda.
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