Romance con la barra

El plato fuerte del festival granadino este a?o era el ENB, antiguo London Festival Ballet en otros tiempos de gloria. La compa?¨ªa no atraviesa sus mejores momentos, ni de figuras ni de imagen colectiva ni de cohesi¨®n motora. Se nota improvisaci¨®n, ensayos poco rigurosos, selecciones de bulto.Ya es raro que la que ha sido bandera del conjunto en los ¨²ltimos a?os, la espa?ola Tamara Rojo, aparezca solamente en el preludio de Stevenson. Parece una baja venganza de esas que tanto abundan en el mundo interno del ballet (se marcha al Royal Ballet, lo merece y se crece). Con todo, su breve aparici¨®n fue lo mejor, quiz¨¢ lo ¨²nico elevado a gran danza de la noche. Ella y un atento, delicioso Nathan Copper -que ha madurado como un s¨®lido partenaire- regalaron una entrada en la barra de gran lirismo y sensualidad contenidas. El resto fue tr¨¢mite con m¨¢s o menos retales de virtuosismo desbocado, como la de los estonios Agnes Oaks y Thomas Edur en Don Quijote (por qu¨¦ el programa escamotea a Ob¨²jov la firma coreogr¨¢fica de esta versi¨®n del famoso paso a dos espa?olizante que se gest¨® precisamente en esta compa?¨ªa para las rusas Baby Ballerinasa).

Imperdonable el Apolo Musageta. Musas resbaladizas e inseguras y un bailar¨ªn que no es Apolo ni en l¨ªnea, ni en t¨¦cnica, mucho menos en estilo. Alguien debe decirle a Alexis Oliviera que esa pieza sagrada no se baila como si de un ritual de posesi¨®n animista se tratara.

Con una grabaci¨®n desafortunada, cerr¨® Etudes, esa delicia de citas de balletonan¨ªa refinada, donde nadie estuvo en rigor dentro de lo que la pieza exige. Es una obra maestra que necesita que hasta el ¨²ltimo corifeo est¨¦ en forma ¨®ptima. Y no es el caso. Harald Lander cre¨® Etudes como continuaci¨®n estil¨ªstica del cl¨¢sico dan¨¦s Conservatoire de Danse, donde Bournonville forz¨® la maquinaria del total de su ballet hasta un registro de unidad estil¨ªstica y abstracta que preconizaba el neoclasicismo en su unidad y geom¨¦trica limpieza. Etudes fue la bandera del ENB durante d¨¦cadas, pero ahora la ense?a aparece con jirones.

Sonaron inmisericordes toda la noche los abanicos de las se?oras, abri¨¦ndose y cerr¨¢ndose a merced de sus sofocos, sin contemplaci¨®n de la m¨²sica o de los artistas. El Generalife se mostr¨® consecuente y disciplinado con un programa que abus¨® de las parejas en solitario sobre el vasto y dif¨ªcil escenario.