Libertad de tiempo
No hace todav¨ªa mucho que nuestra jornada diaria estaba dividida aproximadamente en tres grandes partes. Alrededor de ocho horas para el trabajo, otras ocho para la vida privada y el ¨²ltimo tercio para dormir. Las primeras, las laborales, se part¨ªan casi siempre en cuatro por la ma?ana y otras tantas por la tarde, lo que nos permit¨ªa desayunar en casa, comer en familia y cenar todos juntos. Eran otros tiempos, eran tiempos en blanco y negro que desde hace algunos a?os est¨¢n desapareciendo casi sin dejar rastro, ya sea para bien o en contra nuestra. Porque tambi¨¦n desde hace mucho estamos liberalizando nuestro tiempo, adapt¨¢ndolo al gusto de cada individuo, aunque pocos quieren reconocerlo o, al menos, no aceptan todas sus consecuencias.Para saber por d¨®nde van los tiempos es suficiente con fijarse en el reloj que, como el tel¨¦fono, ha pasado de fijo a m¨®vil. Hubo un tiempo en que era de campana o de torre y marcaba las horas para todo el mundo, porque todo el mundo segu¨ªa el mismo horario. Despu¨¦s se hizo port¨¢til, era el reloj de pared que se adaptaba mejor al ritmo de la familia, al taller o a los salones de reuni¨®n, cada uno con sus caracter¨ªsticas y peque?as diferencias en el modo y estilo de vida. Al final se col¨® dentro del bolsillo de los individuos o se transform¨® en reloj de pulsera, absolutamente m¨®vil, para que cada uno supiera cu¨¢l era su momento y lo que ten¨ªa que hacer al margen de los dem¨¢s.
Los relojes de ahora, los que est¨¢n de moda, tienen un tiempo todav¨ªa m¨¢s liberal. Est¨¢n llenos de peque?os cron¨®metros, muchas esferas y manecillas que miden perfectamente el tiempo transcurrido, pero donde resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil saber qu¨¦ hora es. Y es normal, porque nos importa principalmente cu¨¢nto tiempo hace que estamos hablando por tel¨¦fono, cu¨¢nto pas¨® desde el ¨²ltimo cigarrillo o desde que tomamos la pastilla, cu¨¢nto falta para salir o para que termine el primer tiempo del partido, pero es mucho menos importante saber en qu¨¦ hora estamos. Dicho de otra manera, podemos hacer casi cualquier cosa en cualquier momento, pero no la podemos hacer durante todo el tiempo que queremos.
Si creen que exagero o prefieren los horarios fijos, recuerden lo que est¨¢ pasando con Internet y que refleja buena parte de nuestro futuro. Podemos comprar, charlar, visitar museos, jugar, vender, buscar libros o leer la prensa a cualquier hora y en todo momento. Quiz¨¢ no podamos comprar durante todo el tiempo que nos gustar¨ªa, pero es por otras limitaciones y no precisamente por el horario. Internet representa la aut¨¦ntica tarifa plana de nuestro horario personal, la independencia casi completa primero del campanario, despu¨¦s del reloj de pared y, en breve, del simple reloj de pulsera.
No tengo muy claro si eso que ahora llaman libertad de horarios beneficia o perjudica la econom¨ªa de todos. Pero estoy bastante seguro de que la liberalizaci¨®n del tiempo la estamos persiguiendo y reivindicando desde hace bastantes a?os. De hecho, se ha convertido pr¨¢cticamente en una necesidad psicol¨®gica. Tenemos derecho a lamentar alguna de sus consecuencias, pero deber¨ªamos alegrarnos de haber conseguido lo que quer¨ªamos. Vamos, que ya era hora.
jseoane@attica.es
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