40 tumbas radiactivas
Encarnaci¨®n Aganzo, juez de And¨²jar (Ja¨¦n), ha imputado a 13 personas durante la investigaci¨®n abierta por la querella presentada por ex trabajadores de la F¨¢brica de Uranio de dicha localidad contra los directivos que la gestionaron durante 22 a?os. Un grupo de 77 personas, entre las que se encuentran 25 viudas, acudi¨® a los tribunales en 1998 para intentar demostrar un presunto delito de imprudencia temeraria con resultado de muertes y lesiones. Los ex trabajadores ya han perdido la cuenta de los muertos por c¨¢ncer que hay entre antiguos empleados de la f¨¢brica y familiares, enfermedad que achacan a la contaminaci¨®n que padecieron en sus puestos de trabajo. La asociaci¨®n que los agrupa tiene en su registro 30 compa?eros fallecidos y la junta directiva calcula que en total han perdido la vida m¨¢s de 40 de los 126 miembros de la plantilla estable de una industria que ahora yace enterrada en las inmediaciones del r¨ªo Guadalquivir. Pero, adem¨¢s, hay que sumar en la lista f¨²nebre a hijos de antiguos empleados e incluso nietos."Tengo que tomar seis pastillas al d¨ªa para poder subsistir. A veces, cuando me siento, me tengo que agarrar a cualquier cosa para levantarme porque el cuerpo no me responde." Rogelio Aguilar tiene 64 a?os y una vida laboral gastada en la FUA, primero en la depuradora de aguas y luego, "para ganar un poco m¨¢s de dinero", dentro del servicio el¨¦ctrico. Ahora, sentado en una plaza de And¨²jar, lamenta en voz alta haber tenido pretensiones de mejora laboral porque ello le llev¨® a pasar por todas las dependencias de la f¨¢brica y a estar m¨¢s sometido a la contaminaci¨®n.
La F¨¢brica de Uranio de And¨²jar (FUA) estuvo en activo desde 1959 hasta 1981 tratando mineral de uranio para la obtenci¨®n de concentrado de ¨®xido de uranio. Antonio Fern¨¢ndez ha estado 22 de sus 71 a?os trabajando en esa f¨¢brica en la secci¨®n de lavados y extracci¨®n, aguantando con una ¨²nica careta de papel diaria para intentar no tragarse el polvo amarillo del mineral.
Cuando la f¨¢brica cerr¨® y los ya ex trabajadores vieron que se organizaba un complejo programa para enterrar todo lo que ellos tocaban a diario empezaron a pensar que algo iba mal. Lo asociaron a las muertes de compa?eros por c¨¢ncer y la sospecha les llev¨® a la reclamaci¨®n. "Si enterraron sillas, mesas, despachos enteros, ?qu¨¦ tendr¨ªan que hacer con nuestros cuerpos? ?qu¨¦ han tenido que soportar?" se pregunta Jos¨¦ Soto, presidente de la asociaci¨®n de trabajadores.
La primera vez que vieron plasmados por escrito sus temores fue cuando Diego Mart¨ªnez de la Concha, del servicio de Medicina Preventiva del hospital Reina Sof¨ªa de C¨®rdoba, estudi¨® a 52 trabajadores y reconstituy¨® 22 historiales de fallecidos. El 55,7% presenta alg¨²n tipo de enfermedad del aparato circulatorio, el 54% padece artrosis, el 30% tiene alguna afecci¨®n de pr¨®stata y el 13,5% presenta enfermedades en la piel. "Existe un alto grado de sospecha sobre el papel determinante que las exposiciones ocupacionales han podido jugar en la producci¨®n de tumores, afectaci¨®n del aparato locomotor e hipoacusia", concluye el informe m¨¦dico.
Ahora reclaman que el Servicio Andaluz de Salud haga reconocimientos m¨¦dicos peri¨®dicos a todos los ex trabajadores que quedan con vida y a sus familiares directos. Jos¨¦ Soto cree que nunca llegar¨¢n esos controles m¨¦dicos: "Una vez se hizo un control de masa ¨®sea a cinco y result¨® que los cinco presentaban p¨¦rdidas. A partir de ah¨ª se par¨® porque nadie quiere que se sepa el alcance de la contaminaci¨®n". Tambi¨¦n recuerda que se plante¨® la necesidad de hacer un estudio de toda la poblaci¨®n de And¨²jar comparada con la de otra localidad de similares caracter¨ªsticaspara analizar el ¨ªndice de prevalencia de algunas enfermedades, pero tampoco se ha producido.
"La mayor¨ªa de nuestros hijos tienen ahora fuertes dolores de huesos que los m¨¦dicos tratan como enfermedad com¨²n", lamenta el presidente de la asociaci¨®n.
La desconfianza ha impregnado la vida de los antiguos empleados de la FUA. La documentaci¨®n que han podido obtener sobre sus expedientes m¨¦dicos, a los que no han tenido acceso hasta que la mediaci¨®n del Defensor del Pueblo ha surtido efecto, creen que ha sido modificada. Incluso la escasa que ellos guardaban en casa es contradictoria. El dos¨ªmetro personal que portaba cada uno cuando trabajaban, una placa de unos tres cent¨ªmetros por dos y medio, "estaba siempre defectuosa", recuerda Antonio Fern¨¢ndez al concluir: "Nos dec¨ªan habitualmente que estaba mojada y no se pod¨ªa leer".
Empleados y vecinos, expuestos a la contaminaci¨®n
El polvo de uranio se masticaba al entrar en las instalaciones de la f¨¢brica de uranio. Antonio Fern¨¢ndez, de 71 a?os, mec¨¢nico, recuerda que se escup¨ªa saliba amarilla, que el polvo amarillo se met¨ªa entre los ojos, en la boca y por la nariz. En los primeros a?os de funcionamiento de la f¨¢brica no hab¨ªa comedor y los trabajadores paraban para tomar el bocadillo en cualquier punto de las instalaciones. Cuando por fin habilitaron un espacio para comedor, el lugar elegido fue el antiguo almac¨¦n de los bidones de uranio "con el riesgo que eso supon¨ªa", advierte el abogado de la asociaci¨®n, Federico Medina.La FUA tampoco ten¨ªa lavadoras en sus inicios, por lo que la ropa de trabajo se llevaba a casa y se mezclaba con la del resto de la familia arrastrando materiales radiactivos. La querella de Medina incluye un informe emitido en julio de 1972 que enviaron los servicios m¨¦dicos al responsable de la secci¨®n de protecci¨®n en el que se indicaba que "el personal minero" no dispon¨ªa de prendas de trabajo proporcionadas por la Junta de Energ¨ªa Nuclear. Debido a ello, dice el estudio, "al utilizar para el trabajo ropas de su propiedad extienden la contaminaci¨®n captada durante su trabajo".
El abogado de los trabajadores, se sorprendi¨® cuando prest¨® declaraci¨®n en Madrid el director de la FUA, Manuel Perarnau, uno de los imputados. "Reconoci¨® que la f¨¢brica fue una experiencia piloto".
Cultivos y animales
Jos¨¦ Soto, Antonio Fern¨¢ndez y Rogelio Aguilar no s¨®lo aseguran haber trabajado sin ning¨²n tipo de protecci¨®n, sino que se sienten doblemente enga?ados cuando piensan que nadie les advirti¨® de que los animales y las plantas que crec¨ªan junto a la f¨¢brica tambi¨¦n padec¨ªan la contaminaci¨®n. Las instalaciones estaban rodeadas de tierra de cultivo, como ahora, y las enormes sand¨ªas que daban esas tierras eran objeto de disputa. "?Estaban tan ricas!", recuerdan los antiguos trabajadores.
Federico Medina est¨¢ convencido de que los responsables de salud y protecci¨®n radiol¨®gica del Ciemat, propietaria de la f¨¢brica, conoc¨ªan "puntual y detalladamente" las condiciones de salud de los trabajadores, las muertes que se produc¨ªan entre ellos "y las consecuencias de la exposici¨®n del cuerpo humano a la inhalaci¨®n e ingesti¨®n de uranio". Si los responsables de la empresa sab¨ªan que los trabajadores padec¨ªan c¨¢ncer, cataratas, poliartrosis, broncopat¨ªas y una prevalencia de hepatitis un 16% superior a la media ?por qu¨¦ no hicieron nada?
"Pasar por all¨ª es escalofriante" dice Rogelio Aguilar que todav¨ªa evita deambular por los alrededores de la f¨¢brica cerrada hace ya casi 20 a?os. Ahora lo ¨²nico que queda visible es un talud de tierra bajo el que est¨¢ sepultada toda la FUA, incluidos los ¨¢rboles del recinto exterior de los que cog¨ªan fruta. El desmantelamiento de la f¨¢brica comenz¨® en 1991 y finaliz¨® en junio de 1994, pero el plan de vigilancia de Enresa se mantendr¨¢ durante diez a?os.
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