Lo que sea menos torear
Va a entrar en su ecuador la feria de San Ferm¨ªn y a¨²n no se ha visto torear.Los toreros, es evidente, no est¨¢n por la labor. Para otras cosas, s¨ª, lo que haga falta. Pero eso de torear, eso de traerse al toro embarcado y ligarle los pases, aquello de parar, templar y mandar cargando la suerte, que era paradigma de las reglas del arte, que se lo pidan en la tumba a Jos¨¦ y Juan, que al parecer lo hac¨ªan, o a Corrochano, que luego lo contaba y dejaba constancia escrita del canon.
La verdad es que lo hicieron muchos otros toreros. Y la mayor parte de ellos lo fueron perfeccionando. Y al cabo de los a?os, gracias al esfuerzo e incluso el sacrificio de todos, qued¨® definido un toreo fundamental cuya expresi¨®n m¨¢xima era la ver¨®nica con el capote, con la muleta el natural, ejecutadas ambas suertes con el riesgo, la t¨¦cnica y la est¨¦tica derivadas del canon, que requiere parar, templar y mandar... cargando la suerte.
Torrestrella / Liria, Morante, Abell¨¢n
Toros de Torrestrella, bien presentados, encastados, boyantes. Los dos ¨²ltimos, de gran nobleza.Pep¨ªn Liria: pinchazo -aviso-, estocada saliendo volteado, rueda de peones y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo, media estocada tendida -aviso con retraso-, descabello y se echa el toro (silencio). Morante de la Puebla: bajonazo escandaloso, rueda de peones y descabello (pitos); pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio). Miguel Abell¨¢n: pinchazo perdiendo la muleta, otro hondo ladeado, rueda de peones, dos descabellos -aviso- y descabello (silencio); estocada ladeada perdiendo la muleta y dos descabellos (ovaci¨®n y saludos). Plaza de Pamplona, 10 de julio. 6? corrida de feria. Lleno.
Han venido, sin embargo, los toreros modernos, y de ese arte no queda nada. Los toreros modernos, entre los que se cuentan, por su puesto, los de la feria sanferminera, han manipulado ese arte, lo han convertido en grosera mueca con apoyo del taurinismo mendaz; y aprovechando que los aficionados han sido sustituidos en las plazas por un p¨²blico desinformado y anuente, se dan a los suced¨¢neos, que pretenden enmascarar mediante ademanes bravucones y remilgadas aposturas. Bueno, es una forma de se?alar, pues lo que uno pretende es decir -sin ofender- que son unos presuntuosos y unos cursis.
Pep¨ªn Liria al primer toro y Miguel Abell¨¢n a los dos de su lote, se fueron a recibirlos a porta gayola, y Abell¨¢n, al sexto, a¨²n sigui¨® tir¨¢ndole largas cambiadas de rodillas. En cambio, ya de pie, fueron incapaces de ejecutar ni una sola ver¨®nica con mediano ajuste y fundamento. Claro que, una vez rematada a la buena de dios la serie de astrosos lances, se marchaban de la cara del toro contoneando el cuerpo como si acabaran de recrear algo grandioso o amag¨¢ndole reveses como si se hubiesen quedado con las ganas de darle de bofetadas. Y Morante de la Puebla tampoco les fue a la zaga. Pues adoptar¨ªa posturas ca?¨ªs este esperado y cantado Morante de la Puebla remarcando su sevillan¨ªa de origen, mas largaba tela, abr¨ªa hacia fuera el lance y marcaba el viaje del toro por la lejan¨ªa.
As¨ª como est¨¢n de moda las porta gayolas en el toreo de capa, en el de muleta se llevan los rodillazos y los pases cambiados por la espalda citando de largo en los medios. Pep¨ªn Liria y Miguel Abell¨¢n, efectivamente, cumplieron puntualmente los dictados de la moda y una vez desarrollada la muestra de esa versi¨®n del tremendismo hortera sin perdonar detalle, la emprendieron a derechazos y naturales sin cuajar ni ligar en divina forma ni uno siquiera.
El toreo que ensayaba Pep¨ªn Liria era el del arrojo desmedido, con mayor incidencia en la forma para impresionar a la galer¨ªa que en el fondo para hacer honor a la pureza del arte de torear. Abell¨¢n toreaba desligado por todo el redondel y al sexto de la tarde, un Torrestrella de maravillosa suavidad, dotado de una embestida excepcional por el pit¨®n izquierdo, le instrument¨® docenas de naturales en diversas tandas y no logr¨® reunir macizo ni resolver ligado ninguno.
Ni cambios por la espalda ni agrestes rodillazos intent¨® Morante de la Puebla, que probablemente posee distinta concepci¨®n del toreo; lo cual no significa en absoluto que llegara a torear. Antes al contrario, a¨²n tore¨® menos que sus compa?eros. Con el segundo toro porque no lo quiso ni ver y a los pocos derechazos ya lo estaba ali?ando. Con el quinto porque la noble boyant¨ªa del animal puso de relieve las muchas carencias t¨¦cnicas, art¨ªsticas y an¨ªmicas de Morante de la Puebla en la tarde de autos, escurriendo el bulto al rematar cada pase, corret¨®n durante el abundoso trasteo, incapaz de reunir en los naturales, sin temple ni ligaz¨®n, abusando descaradamente del pico y, por si fuera poco, autor del m¨¢s escandaloso bajonazo que se haya visto en la feria.
El aburrimiento del p¨²blico y el desprestigio del arte de torear provocaron los tres modernos coletudos con esa tauromaquia aberrante que ha impuesto la incompetencia y la corrupci¨®n de quienes manejan el cotarro. Y los tres son figuras; a los tres les contratan para las grandes ferias. As¨ª est¨¢ la fiesta.
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