Ra¨²l busca trabajo
Universitarios sevillanos ensayan en un seminario entrevistas personales para enfrentarse a un futuro empleador
No hay una estrategia infalible para quedar bien en una entrevista de trabajo, pero se pueden ensayar algunas f¨®rmulas para, al menos, no hacer el rid¨ªculo. Por ejemplo, si tiene alguna duda, tire de traje y corbata, eso es andar sobre seguro. No ponga pegas con el horario elegido por el entrevistador para la cita, pero, si puede expresar sus preferencias, hay un par de horas al d¨ªa m¨¢s favorables: de diez a doce de la ma?ana. Es probable que a esa hora, el entrevistador no tenga sue?o, hambre o cansancio, y eso ir¨¢ en su beneficio.C¨®mo dar la mano a su futuro patr¨®n, c¨®mo mirarle a la cara, qu¨¦ decir... Medio centenar de universitarios sevillanos ensayaron ayer c¨®mo salir airosos de ese mal trago, que casi siempre est¨¢ gobernado por los nervios y que puede hundir el curr¨ªculo m¨¢s brillante.
El curso lo imparte la Escuela de Organizaci¨®n Industrial (EOI) y la asistencia era gratuita. Los estudiantes tuvieron ayer la oportunidad de ver un v¨ªdeo donde unos actores escenifican distintas entrevistas personales, una con ¨¦xito y otra desastrosa. Despu¨¦s les toca salir a la palestra para que Rafael Sancho, de la EOI, simule ser el empresario y los entreviste. Para hacer el papel de reci¨¦n licenciado deseoso de encontrar trabajo sale voluntario Ra¨²l Dom¨ªnguez Merino, un estudiante de Ingenier¨ªa Empresarial de 24 a?os.
Ra¨²l sale de la sala y otro compa?ero hace de secretario. Va a buscarlo y lo lleva ante el ficticio seleccionador de personal. Ra¨²l llega nervioso pero se planta en la mesa metido en el papel, como el que se juega el futuro.
"Hola, ?es usted Vicente Dom¨ªnguez, verdad?", trata de enga?arlo el entrevistador. Y Ra¨²l pica: "S¨ª, contesta". "?Vicente?", insiste el entrevistador. Y Ra¨²l vuelve a picar. A la tercera se da cuenta de que ¨¦l no se llama Vicente, pero es que el pobre, adem¨¢s de traicionarle los nervios, ha sido v¨ªctima de una casualidad de la que ni siquiera su entrevistador era consciente. El padre de Ra¨²l se llama Vicente y eso le hizo un l¨ªo.
Despu¨¦s, el jerezano se enfrenta a la entrevista huyendo de los monos¨ªlabos, presentando una buena disposici¨®n al trabajo, al aprendizaje y al sacrificio laboral si fuera necesario. "Es posible que lo enviemos a Buenos Aires, ?estar¨ªa dispuesto?", le pregunta Sancho, que simula trabajar para la consultora Arthur Andersen. Y Ra¨²l responde: "Claro, adoro Argentina". Inmediatamente ofrece un cat¨¢logo de las excelencias de ese pa¨ªs que aprovechar¨ªa para conocer. Y el entrevistador ataca de nuevo: "No tendr¨¢ usted tiempo, s¨®lo le quedar¨¢n ocho horas libres". Pero ¨¦l insiste en que est¨¢ acostumbrado a trabajar mucho y dormir poco.
Antes de comenzar con el teatrillo, a los estudiantes les han aconsejado que no mientan porque ser¨¢ f¨¢cil pillarlos. Cuando a Ra¨²l le preguntan por el dinero que espera cobrar, se conforma con poco. Y adem¨¢s, asegura que el sueldo no es lo fundamental para ¨¦l, que prefiere la experiencia, andar caminos, abrirse puertas.
Despu¨¦s, fuera de la farsa, Ra¨²l se ratifica: "No me importar¨ªa trabajar por poco sueldo en Arthur Andersen porque esa empresa te abre muchas posibilidades para ganar m¨¢s despu¨¦s en otras".
El profesor del seminario felicita a Ra¨²l por su intervenci¨®n ficticia en la entrevista personal y le pregunta si ha participado en otra alguna vez. "S¨ª", contesta el alumno, "en una de Arthur Andersen". Claro, as¨ª lo hizo de bien. Se las sab¨ªa todas.
La entrevista personal a la hora de buscar trabajo tiene un peso determinante, casi un 70 % de la decisi¨®n vendr¨¢ motivada por esta cita. Sancho dice que, despu¨¦s de tiempo impartiendo estos seminarios, se observa que cada d¨ªa los chicos est¨¢n m¨¢s preparados, con idiomas, inform¨¢tica y, lo mejor de todo, le han perdido el miedo al desempleo.
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