La magia de Blair se desvanece
Los p¨¦simos servicios p¨²blicos y el alejamiento de su electorado, origen de su ca¨ªda en los sondeos
ENVIADA ESPECIAL.- Si Tony Blair ha hecho del Puente del Milenio el s¨ªmbolo de su modernidad, de su imagen de cambio e innovaci¨®n, su cierre por aver¨ªa no puede ser m¨¢s inoportuno. El puente dise?ado para atravesar el T¨¢mesis con una fant¨¢stica sensaci¨®n de vuelo, como un paso flotante entre el arte y las finanzas en Londres, entre lo pobre y lo rico, se tambalea peligrosamente con el viento. Y el fen¨®meno de Blair, la magia de un primer ministro que se convirti¨® en el campe¨®n de las encuestas, que llor¨® con el pueblo cuando muri¨® su princesa y que reinvent¨® el laborismo, tambi¨¦n est¨¢ averiado.
"Blair ya no puede andar sobre las aguas", resume Bob Worcester, presidente de la prestigiosa empresa demosc¨®pica Mori. "El fen¨®meno Blair ha terminado", remata Matthew Taylor, director del Instituto de Investigaci¨®n de la Pol¨ªtica P¨²blica. El premier ha quedado de repente, dice The Sunday Times, como el emperador desnudo.
Nadie duda (de momento) de que su partido laborista ganar¨¢ las elecciones del a?o 2001 ante unos tories a¨²n impopulares. Pero las encuestas bajan, y el Gobierno al que aplaud¨ªa en abril un 51% de la poblaci¨®n ha visto reducido su apoyo en los ¨²ltimos d¨ªas hasta el 41%. Quien sacaba hace tres meses al partido tory 23 puntos de ventaja le ha superado por s¨®lo tres puntos en junio (41% frente a 38%). Y lo que es peor: si ahora hubiera elecciones a una presidencia republicana en el Reino Unido, realmente hipot¨¦ticas, Blair s¨®lo quedar¨ªa el tercero, ?por debajo de Richard Branson, el magnate de la Virgin, y de la princesa Ana!
?Qu¨¦ ha pasado para que Tony el entra?able, el cercano, el hombre que bajaba con el t¨¦ en la mano para comentar a la prensa el nacimiento de su baby Leo est¨¦ cayendo? ?Qu¨¦ ha cambiado? ?Ser¨¢ que no es realmente un l¨ªder tan visionario como parec¨ªa, un aprendiz de Churchill, sino un hombre simple con un gran encanto?
Las preguntas son muchas, y la prensa se est¨¢ cebando estos d¨ªas, por primera vez en tres a?os, al ver a un Tony Blair tembloroso en los Comunes, err¨¢tico, ojeroso, confundiendo a australianos con americanos en Westminster y preparando un discurso en Downing Street mientras su hijo Euan, de 16 a?os, cae borracho en manos de la polic¨ªa a pocos metros de casa y su esposa, Cherie, descansa en Portugal con Leo.
Pero no ha sido la monumental cogorza de su primog¨¦nito, francamente comprendida por la sociedad brit¨¢nica, la que le ha restado amores a Blair. La historia de su pinchazo empieza antes, en los fr¨ªos del invierno que estos d¨ªas de julio han vuelto a instalarse con crudeza en Londres. En aquel momento, los hospitales del pa¨ªs se vieron colapsados por una epidemia de gripe que postr¨® a m¨¢s de 200.000 personas sin doctores ni camas suficientes para atender a los acatarrados de la cuarta econom¨ªa del planeta.
"Ten¨ªa una gigantesca mayor¨ªa, pod¨ªa haber hecho lo que quer¨ªa, pero eligi¨® no hacer nada, salvo esa enorme actividad con los medios de comunicaci¨®n y la reforma constitucional. Ahora han pasado tres a?os y la gente a¨²n espera que se cumplan las promesas", asegura un alto dirigente del Partido Conservador.
Lo cierto es que el Gobierno laborista que en mayo de 1997 ech¨® a andar, con una mayor¨ªa absoluta casi ¨²nica en el siglo, s¨ª ha emprendido una gran revoluci¨®n en el Reino. El Gobierno ha devuelto el poder auton¨®mico a Escocia y Gales. Ha podido hacer lo mismo con Irlanda del Norte despu¨¦s de lograr un ambicioso acuerdo de paz. Ha emprendido la reforma de la C¨¢mara de los Lores y ha devuelto a Londres su Ayuntamiento perdido. Blair, al mismo tiempo, ha generado r¨ªos de simpat¨ªa en Europa y Estados Unidos, haciendo amigos donde iba y sacudiendo a debates las viejas socialdemocracias del continente.Pero mientras todo eso ocurr¨ªa, el grifo del gasto social estaba cerrado. "Nosotros mismos asumimos el compromiso del gasto del Gobierno anterior durante los dos primeros a?os, sin aumentarlo, y por eso tuvimos que tomar duras decisiones", cuenta Mo Mowlam, ministra de Gabinete de Blair. Una de esas decisiones ha sido, por ejemplo, el aumento de las pensiones en 75 rid¨ªculos peniques. "?Y para eso necesitamos a un Gobierno laborista?", se mofa un dirigente tory.
Era la consigna de la Tercera V¨ªa: antes, arreglar la econom¨ªa, y despu¨¦s la justicia social. Y as¨ª, mientras se reduc¨ªa la inflaci¨®n, el d¨¦ficit y los intereses, mientras se creaba un mill¨®n de puestos de trabajo, la gente sigui¨® llevando a sus hijos al mismo colegio con goteras y se ve¨ªa arrastrada a unas listas de espera interminables. En los hospitales la gente se amontonaba sin cuidados. El metro segu¨ªa cay¨¦ndose. La macroeconom¨ªa iba bien, pero los servicios p¨²blicos, fatal: salud, educaci¨®n y transportes eran y son las verg¨¹enzas del antiguo imperio.
"Blair ha tenido sus ojos puestos en Irlanda del Norte, en Europa y en Estados Unidos. Ha descuidado la pol¨ªtica, y toda pol¨ªtica es local", cuenta Worcester, presidente de Mori. "Los primeros ministros que olvidan sus pol¨ªticas siguen la m¨¢xima de que hombre de Estado es pol¨ªtico muerto".
?se fue un gran error, pero hay varios m¨¢s: si la contenci¨®n del gasto social iba calando entre la poblaci¨®n, otra cosa no menos importante estaba pasando en las filas del Partido Laborista. En febrero, el hombre impuesto por Blair al frente de los laboristas que gobernaban en Gales, Alun Michael, ca¨ªa ante la creciente oposici¨®n interna local. Este dato pas¨® entonces inadvertido, pero ha adquirido una nueva dimensi¨®n despu¨¦s de lo ocurrido en Londres en mayo: el prefererido por los ciudadanos como alcalde, Ken Livingstone, el Rojo, que bien representa ese laborismo puro y duro antes de que fuera edulcorado por Blair, fue desde?ado por el partido. Blair impuso al ministro Dobson como candidato laborista, pero ¨¦ste perdi¨® estrepitosamente en las urnas mientras Livingstone se instalaba en la alcald¨ªa como indepediente.
"?se ha sido uno de los grandes errores de Blair: ha intentado convertir el partido en un mero mecanismo para transmitir su mensaje. Y un partido debe tener su propia vida, ser m¨¢s ambicioso, tiene que tener que querer llegar m¨¢s lejos que el Gobierno. Eso llev¨® a los errores de Gales y Londres", analiza Matthew Taylor, director del Instituto de Investigaci¨®n de la Pol¨ªtica P¨²blica. En pocas palabras, coinciden todas las fuentes: Blair perdi¨® el contacto con las bases, y se gan¨® su enfado.
Y la otra gran raz¨®n que explica el fin de esa luna de miel que Blair goz¨® durante tres a?os en el poder est¨¢ en su propio Gobierno, dividido ante la estrategia que debe tomar ante un tema tan doloroso para los isle?os como el euro. El tema europeo tumb¨® al ¨²ltimo Gobierno de John Major, acorralado en sus propias filas por las divisiones, y todos recuerdan ahora que puede hacer lo mismo con el a¨²n joven Gabinete de Blair. Frente a Gordon Brown, el poderoso ministro de Hacienda, un tr¨ªo protagonizado por Peter Mandelson, Robin Cook y Stephen Byers (ministros de Irlanda del Norte, Exteriores y Comercio e Industria, respectivamente) est¨¢ segando el terreno para provocar que Blair se empiece ya a mojar con contundencia en defensa del euro. Brown, m¨¢s cauteloso y obedecido por Blair, impone el silencio sobre la cuesti¨®n. Los otros tres quieren ya ponerlo sobre la mesa. "No est¨¢n divididos sobre el euro, sino sobre el cu¨¢ndo", asegura el director ejecutivo de la Sociedad Industrial, Will Hutton, y repiten como un eco todas las fuentes laboristas consultadas. Pero aunque ellos quieran restar importancia a esa divisi¨®n y negar los desacuerdos, ¨¦stos existen y ya han calado entre la gente. Y los tories, mientras tanto, que s¨®lo pueden sacar ventaja del eterno debate sobre m¨¢s o menos Europa, se meten a la gente en el bolsillo. "Blair quiere convertir la decisi¨®n sobre el euro en una pura cuesti¨®n econ¨®mica, y no lo es. Es pol¨ªtica. Para otros pa¨ªses, la Uni¨®n Europea es una soluci¨®n, es comprensible. Pero esto es un Estado estable y viejo, sin culpas sobre nuestro pasado", argumenta el diputado tory David Willets.
Gracias a ese tipo de argumentos, que presentan a la Uni¨®n Europea y al euro como el recurso de esos pa¨ªses pobretones o con pasado fascista que abundan en "el continente", el 71% de la poblaci¨®n est¨¢ en contra del euro. La gran cantidad de millones de personas a los que tendr¨¢ que convencer Blair para que acepten el euro en un refer¨¦ndum, en su segunda legislatura, da miedo. Pero, como dice Simon Murphy, l¨ªder de los laboristas brit¨¢nicos en el Parlamento Europeo, "cuanto m¨¢s tiempo nos quedemos fuera del euro, m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ influir en las decisiones que hoy se est¨¢n tomando".
Hoy, con una socialdemocracia europea seducida y atenta ante la Tercera V¨ªa, los problemas de Blair son tambi¨¦n los problemas de Europa. Pero para algunos brit¨¢nicos, hoy esa Tercera V¨ªa no es m¨¢s que una "concha vac¨ªa" que no esconde nada en su interior. "Blair quiso combinar lo mejor del thatcherismo con lo mejor del laborismo, pero esa enorme tienda de campa?a que quiso construir no tiene base, no es m¨¢s que una gran tienda que se desmorona en condiciones adversas", dice el diputado tory Willets.
Mark, un trabajador de la City londinense, de 35 a?os, recuerda aquellos a?os de su infancia en que laborismo significaba clase trabajadora y, los tories, clase media. "En aquellos tiempos ser laborista era aquello que nadie quer¨ªamos ser; significaba trabajar en las minas o en las f¨¢bricas. Hoy son todos iguales, estos laboristas se presentan como v¨¢lidos para las clases medias, con propuestas liberales, y ya no sabes distinguirles de los tories".
En parte tiene raz¨®n, pues todos confirman un gran trasvase ideol¨®gico de las viejas clases sociales, tan marcadas en el Reino Unido. Pero si est¨¢n perdiendo popularidad por alg¨²n flanco concreto, ¨¦se es el de las clases trabajadoras. Y es que, analiza Taylor, tiene muchos riesgos "decir cosas distintas a distintas audiencias".
En los ¨²ltimos d¨ªas, Blair ha intentado retomar la iniciativa y anunciar pr¨®ximos gastos sociales. ?Ser¨¢ tarde? Los analistas auguran que no, que remontar¨¢ y que ganar¨¢ el a?o que viene. Pero, como concluye Worcester, "si los tories no tuvieran a William Hague, Blair s¨ª tendr¨ªa problemas. De momento, lo que pasa es que se ha visto que s¨®lo es humano, que ya no anda sobre las aguas; pero por otro lado, ?qui¨¦n puede hacerlo?".
Un 'annus horribilis'
"?Qu¨¦ tipo de Gobierno es ¨¦ste?", se preguntaba The Observer estos d¨ªas. "Sus hijos aparecen borrachos e incapaces, tienen madres solteras, est¨¢n divorciados, son ad¨²lteros, tres de ellos son gay. En otras palabras, son como nosotros". La detenci¨®n de Euan Blair por su borrachera en la calle no ha sido el mayor problema del primer ministro porque, como bromeaba a este peri¨®dico un diputado laborista, "me alegro de que cuando experiment¨¦ con el bacardi en los setenta mi padre no fuera primer ministro brit¨¢nico". Otros son los hitos del pinchazo de Blair:Enero de 2000. El Gobierno admite que no est¨¢ preparado para la epidemia de gripe.
Febrero de 2000. Alun Michael, el primer ministro de Gales, laborista, dimite.
Marzo de 2000. Los planes de BMW de cerrar la planta de Rover en Longbridge provoca cr¨ªticas al Gobierno.
Mayo de 2000. Los tories ganan 600 esca?os en elecciones locales, consiguiendo el mejor resultado en una d¨¦cada. Ken Livingstone, antiguo l¨ªder laborista de viejo estilo, gana como independiente la alcald¨ªa de Londres, tumbando al candidato oficial.
Junio de 2000. Despu¨¦s de una baja paternal tras el nacimiento de su hijo Leo, Blair recibe un sonoro pateo y aplauso lento de castigo (equivalente al abucheo) en un discurso ante el Instituto de la Mujer en el que intenta hacer campa?a electoral.
Julio de 2000. El escritor Ken Follet, gran financiero del Partido Laborista, critica a Blair, y especialmente a su ministro para Irlanda del Norte, Peter Mandelson, y a su portavoz, Alistair Campbell, por conspirar contra Mo Mowlam. La apresurada reacci¨®n de Campbell, que dice a Follet que hace mejor novela que pol¨ªtica, provoca una ola de indignaci¨®n contra el Gobierno.
La filtraci¨®n de dos informes que alertan sobre los nocivos efectos para la econom¨ªa brit¨¢nica de la permanencia fuera del euro tambi¨¦n da?an la imagen del Gobierno, que aparece dividido en declaraciones posteriores.
La detenci¨®n de Euan "borracho e incapaz" se produce poco despu¨¦s de que Blair presentara un plan -ridiculizado por la polic¨ªa y los tories- en el que propone que los borrachos paguen una multa inmediata en el cajero m¨¢s pr¨®ximo a su detenci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.