La expresividad de Anthony Caro
JOS? LUIS MERINOEl montaje del escultor brit¨¢nico Anthony Caro, titulado El Juicio Final, que se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, est¨¢ provocando reacciones encontradas. Para algunos es un acontecimiento extraordinariamente sublime y para otros una cosa sin valor art¨ªstico alguno. ?Cu¨¢l de las dos reacciones es la acertada? ?No hay un t¨¦rmino medio?
Es posible que ninguna de las dos reacciones sea la acertada. Con esto no se dice que exista un t¨¦rmino medio, puesto que en arte cuentan otros valores y no las componendas del t¨¦rmino medio. El arte es lo que es. Y para determinar lo que es, hay que observar, analizar, profundizar y, con mucho tiento, juzgar despu¨¦s. Lo que sigue a continuaci¨®n entra en ese intento.
Sobre 28 piezas, construidas con acero, cer¨¢mica, traviesas de tren, roble, metalister¨ªa y hormig¨®n, Anthony Caro crea una instalaci¨®n en torno a la simbolog¨ªa que llama El Juicio Final (denuncia expresa de los horrores de nuestro tiempo). Sirvi¨¦ndose de gran profusi¨®n de textos -Homero, la Biblia, Virgilio, Dante, John Donne, Robert Burton, Shelley, Wordsworth, Auden y Joyce, entre otros-, crea unos grupos escult¨®ricos que conforman la interpretaci¨®n personal de esos textos. De esos grupos, 20 est¨¢n cerrados por la parte de atr¨¢s, al modo de nichos o confesionarios, y ocho son los ¨²nicos que se dejan ver con una perspectiva de 360 grados.
En la mayor¨ªa de esos grupos escult¨®ricos se representa al ser humano. Unas veces como figura m¨¢s o menos completa, otras como rostros, senos, medios torsos; adem¨¢s, el autor introduce efigies de caballos, toros y otras truculentas inserciones.
Donde encontramos al mejor Anthony Caro es en aquello que define su especialidad, esto es, la manipulaci¨®n de objetos mec¨¢nicos de desecho. Y as¨ª, un trozo de h¨¦lice, m¨¢s un cuarto de tolva o la media panza de una caldera o un retazo de una gran cadena, todo ello otorga al conjunto de cada grupo una expresividad muy lograda.
Ahora bien, cuando introduce la cer¨¢mica para fijar cuerpos y rostros, ah¨ª se torna grotesco y caricatural. ?Por qu¨¦ es esto? ?Por impericia, descuido, dejaci¨®n? De pronto, uno se para a pensar que, as¨ª como con el acero todo se vuelve recio y serio y descarnado, con la cer¨¢mica no pasa exactamente igual. Es preciso modelarla con precisi¨®n y cuidado, porque de no hacerlo puede que se revuelva contra quien no se ajusta a sus demandas.
Se valora, y mucho, lo que ata?e a los aspectos compositivos de cada grupo. Si hubiera que citar dos de ellos, pondr¨ªamos a la cabeza los titulados Guerra civil y Sombras de la noche.
Otro de los datos a tener en cuenta se asienta en los salientes (perfiles) que muestran algunos de esos confesionarios. Es poco perceptible, mas acertado. Contrariamente, resulta err¨®neo que las formas anat¨®micas de cer¨¢mica, de donde parten unas trompetas, no est¨¦n trabajadas como esculturas por la parte de atr¨¢s. Asimismo es evidente ese mismo error u olvido en la pieza titulada La escalera de Jacob.
De las referencias a los textos ya se han mencionado algunas. Quiz¨¢ hubiera convenido advertir de las referencias que hay en El juicio final en el aspecto estrictamente pl¨¢stico. Creemos que encierra ciertos aromas que podr¨ªan proceder de Jacop Epstein, Henry Moore, Picasso, Kurt Schwitters, Henri Laurens y Louise Nevelson.
Resultan potent¨ªsima la aportaci¨®n de las traviesas que dan vida al campanario y a las dos puertas (la del cielo y la de la muerte). La teatralidad de las luces se nos figura una impostaci¨®n demasiado f¨¢cil y socorrida.
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