La m¨¢quina de hielo candente

En Granada existe una antigua tradici¨®n de lucha contra la geograf¨ªa. Esta batalla in¨²til contra el territorio quiz¨¢ provenga del mismo impulso por la invenci¨®n de lugares imaginarios que condujo a Tom¨¢s Moro a fundar la isla de Utop¨ªa y a Dios el Para¨ªso. En la Tah¨¢ de Pitres, en mitad de los montes alpujarre?os, un grupo de marineros de secano fund¨® hace a?os una cofrad¨ªa de pescadores en memoria de la petici¨®n de un puerto de mar que el pueblo hizo a primeros de siglo al notorio conseguidor don Natalio Rivas, un cacique que sustent¨® su larga carrera pol¨ªtica en la concesi¨®n de favores.Esta infructuosa y arraigada ambici¨®n de los granadinos se manifiesta de muchas maneras, y aunque los resultados son descorazonadores nadie puede negar su alto valor sugestivo. Hace un par de semanas, coincidiendo con las temperaturas m¨¢s altas de la temporada, superiores a los 40 grados a la sombra, el Ayuntamiento asisti¨® entusiasmado a la presentaci¨®n del proyecto de viabilidad para celebrar los Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno de 2010 en Sierra Nevada. Contraviniendo el sentido com¨²n, el informe propuso a M¨¢laga, capital de la Costa del Sol, como subsede de unos campeonatos basados en el hielo y el escalofr¨ªo.

Al margen de las cifras fabulosas, del sin fin de pabellones necesarios para albergar a la grey deportiva o del da?o ecol¨®gico que representa la organizaci¨®n de las competiciones, lo destacable es c¨®mo se ha manifestado en medio del anhelo blanco el secular instinto de confrontaci¨®n con la geograf¨ªa. He apuntado que ese instinto tiene un valor sugestivo, pero ahora dir¨¦ que es abiertamente literario.

Si H. G. Wells invent¨® la m¨¢quina del tiempo, y Arthur Clarke un gram¨®fono que tocar silencio y un arado para roturar el mar, el postulador de la candidatura, Enric Tru?¨®, ha dado cuenta de una m¨¢quina que fabrica nieve a 20 grados cent¨ªgrados, necesaria para el caso m¨¢s que probable de que los juegos coincidan con un periodo de sequ¨ªa o de precipitaciones d¨¦biles. Suponemos que ser¨¢ adem¨¢s un tipo de nieve novelesca, que no se derrite, pues entonces el invento carecer¨ªa incluso de eficacia literaria.

La campanada surrealista, sin embargo, la ha dado el Ayuntamiento de Almu?¨¦car, en la Costa Tropical, que nada m¨¢s conocer el grandilocuente proyecto -con su m¨¢quinarias fant¨¢sticas, su nieve permanente y los millones de otro mundo- ha solicitado el mismo trato que M¨¢laga. "Puede chocar", ha declarado Francisco S¨¢nchez Alaminos, el concejal de Fomento (fomentar es lo que hac¨ªa tambi¨¦n don Natalio Rivas), "pero los pol¨ªticos deben pensar m¨¢s all¨¢".

Si Francisco S¨¢nchez hubiera sido concejal de Teolog¨ªa hubiera dicho que los pol¨ªticos deben pensar en el "m¨¢s all¨¢", pero como es de Fomento ha dispuesto que piensen "m¨¢s all¨¢", suponemos que m¨¢s all¨¢ de todo impedimento geogr¨¢fico o de condiciones clim¨¢ticas advesas.

Para lograr que la Costa Tropical sea subsede ol¨ªmpica hace falta no s¨®lo creer en la literatura de Wells sino en los hielos ardientes y disponer de los quim¨¦ricos millones para adquirir esos artefactos de ficci¨®n.