La historia y sus perfiles
En ciclismo, las ca¨ªdas peores son las que ocurren en la zona puntera del pelot¨®n. El hombre venido a tierra traba a los de atr¨¢s, y de ah¨ª en adelante es ya todo un l¨ªo de cuerpos que van rodando fuera de su curso natural. En ¨¦sas se han visto, me parece, los de San Mill¨¢n de la Cogolla. Se esperaba un pronunciamiento solemne en favor del espa?ol, y lo que ha resultado al fin es un rosario de lugares comunes perfectamente inobjetables, pero, tambi¨¦n, rigurosamente prescindibles. En el origen de este episodio un poco c¨®mico -se ha soplado un tromb¨®n de varas, y se ha o¨ªdo el sonido de una flauta-, se encuentra, sin duda, el informe fallido de la Real Academia de la Historia. Cuando digo "fallido", tengo presentes dos acepciones a la vez. El informe fracas¨® objetivamente, por cuanto las opiniones levantadas por ¨¦l fueron m¨¢s desfavorables que favorables, o en el mejor de los casos, dejaron el asunto en un empate poco c¨®modo para el Gobierno. Y el informe fall¨® tambi¨¦n porque no estuvo bien planteado, ahora en t¨¦rminos ret¨®ricos o escuetamente pol¨¦micos. Los acad¨¦micos fueron muy parcos en detalles, y esto dio pie a que se interpretaran ciertos ¨¦nfasis, y ciertas condolencias espa?olas, en t¨¦rminos se?aladamente ideol¨®gicos. Y aqu¨ª la Academia llevaba las de perder, porque lo suyo es salvarguardar la ciencia y dejar en paz a la naci¨®n. Los acad¨¦micos se zafaron como pudieron y los pol¨ªticos de San Mill¨¢n plegaron velas, en espera de ocasi¨®n mejor para hacerse a la mar.Ahora bien, esto dicho, conviene a?adir que la reacci¨®n al informe ha sido m¨¢s rara a¨²n que el informe mismo. Quien se haya tomado la molestia de leerlo, habr¨¢ comprobado que su tono es razonable, y el recado de fondo, en gran medida defendible. Es cierto que la ense?anza de la Historia est¨¢ mal organizada, y es cierto, igualmente, que hay mucho auton¨®mico que est¨¢ sacando los pies del tiesto. Frente a estos hechos, poco cuestionables, se ha blandido el argumento de que el pasado es algo sujeto a tantas lecturas posibles, y tan ambiguo intr¨ªnsecamente, que constituye un anacronismo, si no un rasgo inaceptable de autoritarismo, el reclamar una historiograf¨ªa ce?ida a una realidad presuntamente objetiva. Y esto est¨¢ muy bien para las tesis doctorales, o para darse un garbeo por los andurriales de la metahistoria posmoderna. Pero se echa uno los papeles a la cara, y no puede por menos de pensar que dos m¨¢s dos son cuatro, y que lo dem¨¢s es meterse a discutir sobre el sexo de los ¨¢ngeles. La cita siguiente est¨¢ extra¨ªda de un texto aprobado por el Gobierno Vasco el 22/7/1997. Dice as¨ª: "Los euskaldunes tenemos una historia muy rica, atrayente y bonita. Somos una comunidad cultural que ha perdurado desde el arte paleol¨ªtico hace 30.000 a?os hasta hoy en d¨ªa seg¨²n la arqueolog¨ªa, antropolog¨ªa, la gen¨¦tica o la ling¨¹¨ªstica. Pero para sobrevivir ha tenido que estar por un lado cerrada al exterior para apoyar lo propio como ocurre en el campo de la biolog¨ªa con el aislamiento de las especies y a¨²n as¨ª hay que saber al mismo tiempo cambiar o evolucionar". La coletilla final aten¨²a ligeramente el tenor general del mensaje. No obstante, ¨¦ste es contundente, y habr¨ªa que ponerse un poco pelmas para no encontrarlo, adem¨¢s de contundente, bastante detestable.
De modo sorprendente ha vuelto a preponderar, entre muchos cr¨ªticos que uno presum¨ªa m¨¢s avisados, un concepto criptonacionalista de la Historia. Comprendo que se abomine de las transliteraciones casticistas en que incurri¨® el r¨¦gimen de Franco. Pero no comprendo, no comprendo en absoluto, que el car¨¢cter plural de Espa?a se acepte como fundamento para justificar historiograf¨ªas castizamente galleguistas, catalanistas o vizcaitarristas. Primero, existen en esas regiones muchos ciudadanos que preferir¨ªan no ser aleccionados en los mitos fundantes de los nacionalismos respectivos. Y segundo, y m¨¢s importante, todos los ciudadanos merecen ser aleccionados en los hechos. Si llegamos a la conclusi¨®n de que los ¨²ltimos son esquivos hasta la inaprehensibilidad, y de que no existe la posibilidad de ponerse racionalmente de acuerdo sobre lo que m¨ªnimamente fue o dej¨® de ser, habr¨¢ que acudir a una f¨®rmula alternativa: la de reconstruir el pasado cada vez que se fabrica una nueva mayor¨ªa parlamentaria. ?se s¨ª que ser¨ªa un caso de pluralismo extremo. En el espacio... Y en el tiempo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.