La gasolinera solidaria
De pronto, el paisaje es otro. Es una estaci¨®n de servicio como otra cualquiera, pero al mismo tiempo no lo es. Las se?ales indicativas est¨¢n en ¨¢rabe, igual que el men¨² del restaurante. Y la tienda de 24 horas la atienden j¨®venes que hablan en castellano, en dialecto marroqu¨ª o en franc¨¦s. En la explanada del aparcamiento, junto a los surtidores de gasolina, una diminuta edificaci¨®n ejerce de mezquita. Y no. No es una gasolinera de Tetu¨¢n o Casablanca. No es Marruecos. Es Granada. Es, tal vez, la primera gasolinera solidaria que se ha establecido en Espa?a.Se trataba de algo tan evidente que hasta ahora a nadie se le hab¨ªa ocurrido: en los meses de verano, millones de marroqu¨ªes cruzan la pen¨ªnsula para regresar a su pa¨ªs. Potenciales clientes con una gran demanda de servicios y a los que se les hab¨ªa ignorado hasta ahora. Hasta que un hostelero granadino, Diego Garc¨ªa, vio que pod¨ªa atraerlos con tan s¨®lo fijarse en sus costumbres o sus necesidades.
"Espa?a es el balc¨®n de Europa hacia ?frica", dice el empresario en la barra de su restaurante, El Torre¨®n, en el pueblo granadino de Albolote, a unos siete kil¨®metros de la capital. "Y nuestra mayor clientela son, precisamente, los marroqu¨ªes que cruzan el pa¨ªs. Basta con escribir carteles anunciadores de la estaci¨®n de servicio en ¨¢rabe y ofrecerles lo que necesitan para que se sientan atraidos".
Dicho y hecho, Garc¨ªa contrat¨® a j¨®venes magreb¨ªes para que formasen la mitad de su plantilla de 38 personas, entre camareros y dependientes de tienda. Busc¨® una cocinera marroqu¨ª que estableciera un men¨² de su pa¨ªs. Cre¨® un servicio de atenci¨®n en ¨¢rabe para los viajantes de paso. Y hace un mes construy¨® una mezquita para el que desee hacer un alto en el camino y rezar. El resultado fue inmediato: todos los magreb¨ªes de paso se sienten como en casa al llegar a la estaci¨®n de servicio.
"Los tratamos como a otro cliente m¨¢s del que tenemos que respetar sus costumbres", afirma el empresario, que ha eliminado el alcohol y la carne de cerdo del men¨² magreb¨ª. Luego dice c¨®mo surgi¨® la idea: "De los propios marroqu¨ªes que paraban aqu¨ª para echar gasolina y refrescarse. Muchos cog¨ªan peque?as alfombras y se pon¨ªan a rezar en un rinc¨®n del aparcamiento. Otros hac¨ªan sugerencia. Y as¨ª empez¨® la cosa".
Situada en el kil¨®metro 239 de la autov¨ªa A-92, la estaci¨®n de servicio El Torre¨®n cuenta con un personal dedicado a atender a la clientela magreb¨ª y otro para los parroquianos espa?oles o los turistas comunes. Uno de los empleados, Salman El Beik Urbano, hijo de sirio y de espa?ola, se acerca a los aparcamientos y, en ¨¢rabe o en dialecto, pregunta a los visitantes si necesitan alguna cosa. Luego les muestra los servicios que ofrece la estaci¨®n. Los clientes quedan encantados.
"Esta era una cosa realmente necesaria", dice uno de los visitantes de paso, Mustaf¨¢ Derag, de Casablanca. "Siempre hab¨ªamos echado de menos ver carteles en nuestro idioma, o que nos atendieran amablemente".
El Beik explica que los fines de semana la estaci¨®n se llena de gente que ya no siente la tensi¨®n de encontrarse en un pa¨ªs extra?o en el que nadie entiende el ¨¢rabe y muy pocos el franc¨¦s. La mezquita, en la que caben 15 personas, cuenta con todos los requisitos, como aseos para las abluciones y la orientaci¨®n hacia La Meca. No es Marruecos. Pero quienes pasan por all¨ª ven que, poco a poco, Europa empieza a ser algo m¨¢s sensible con los que van al otro lado del Estrecho. Ya no son inmigrantes. Son clientes.
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