La muerte del cantor
Con Jos¨¦ ?ngel Valente desaparece el que quiz¨¢ haya sido el m¨¢s ambicioso poeta del llamado grupo del 50 y el que m¨¢s se hab¨ªa resistido a ser encasillado. En los ¨²ltimos 30 a?os su esfuerzo consisti¨® en seguir su propia trayectoria, al margen de generaciones y modas, empapado en la tradici¨®n literaria espa?ola, aunque sin perder nunca la perspectiva de la poes¨ªa universal. Consciente, como pocos, de que la aventura del escritor es la del solitario.Recordando a Carlos Drummond de Andrade, a Valente le gustaba decir que viv¨ªa con sus poemas antes de escribirlos. Si para ¨¦l la escritura es la revelaci¨®n de la palabra, el poema debe ser m¨²sica, ritmo. Apost¨® por la est¨¦tica de la retracci¨®n, de la brevedad extrema, por bucear en el l¨ªmite entre la palabra y el silencio, por la idea de que la condensaci¨®n significa extensi¨®n, como dijeron Arnold Sch?nberg y Anton Webern, el m¨²sico que tanto influy¨® en su obra.
A diferencia de algunos cr¨ªticos que se han ocupado de su obra y compartiendo el valor que le otorgan a t¨ªtulos como La memoria y los signos o El inocente, yo prefiero sus ¨²ltimos libros, ese ciclo que se inicia con Mandorla, y que est¨¢ compuesto por aquellos textos que beben en la m¨ªstica y se inscriben en la tradici¨®n simbolista de estirpe mallarmeana, como El fulgor, Al dios del lugar, No amanece el cantor y Nadie.
Se ha ido un gran poeta y se me ha muerto un amigo muy querido que hab¨ªa hecho de la escritura, de la poes¨ªa, su forma de existencia. Yo quiero recordarlo ahora en su casa de Almer¨ªa, entre la catedral, el barrio de la Almedina y la Alcazaba que divisaba desde su terrado. Lo veo all¨ª, al caer la tarde, cultivando el gusto por la conversaci¨®n, entre el sonido de la m¨²sica de Mauricio Sotelo o la voz de Carmen Linares, ir¨®nico e inteligente, ca¨²stico, injusto a veces en sus juicios, humano siempre, interesado por las cosas m¨¢s sencillas de la vida cotidiana, rodeado de sus cuadros, regalos de amistad compartida, de su pasi¨®n por la pintura, de las obras de T¨¤pies, Luis Fern¨¢ndez, Vicente Rojo, Chillida, de las fotos de Manolo Falces.
En el Cabo de Gata
Hoy, ya para siempre, me gusta evocarlo caminando por el Cabo de Gata, con un innecesario bast¨®n (?otro de sus muchos rasgos de coqueter¨ªa!), entre las pitas, las alzavaras y el viento, alej¨¢ndose entre las dunas, entre el leve peso de la luz, extasiado ante el misterioso ritmo de las olas, perdi¨¦ndose en el infinito, hacia la nada... O cavilando entre el silencio su escritura interior, quiz¨¢ con la secreta esperanza de haber cumplido con el que fue su ¨²nico objetivo como escritor: conseguir que la palabra lleve al lenguaje al punto cero, al punto de la indeterminaci¨®n infinita, de la infinita libertad, donde el lenguaje vuelve a nacer para decir lo que a¨²n no est¨¢ dicho.Quiz¨¢ Valente, ahora, donde quiera que est¨¦, seguir¨¢ so?ando con poder alcanzar la revelaci¨®n, o¨ªr alg¨²n d¨ªa el silencio. No en vano, hab¨ªa escrito: "Po¨¦tica: arte de la composici¨®n del silencio".
Fernando Valls es profesor de Literatura Espa?ola Contempor¨¢nea en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
Babelia
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