La estrategia del desistimiento
Precedido en tres d¨ªas por la explosi¨®n de un coche-bomba -sin v¨ªctimas mortales- en pleno centro de Madrid, el asesinato del concejal del PP Jos¨¦ Mar¨ªa Mart¨ªn Carpena, perpetrado en M¨¢laga el s¨¢bado, fue seguido dieciesiete horas despu¨¦s por un nuevo atentado de ETA contra la casa-cuartel de la Guardia Civil en ?greda. Pese a que las interpretaciones dadas a las motivaciones de los terroristas sean demasiadas veces una mera proyecci¨®n racionalizadora de los comentaristas, no parece descabellado suponer que esa acumulaci¨®n temporal de acciones criminales pretende extender la socializaci¨®n del sufrimiento (como suelen decir imp¨²dicamente los portavoces del nacionalismo radical) m¨¢s all¨¢ de las fronteras del Pa¨ªs Vasco y Navarra. La secuencia de tiros en la nuca y coches-bomba reiniciada tras a?o y medio sin asesinatos (pero con amenazas, extorsiones y atentados callejeros) alimenta la estrategia del desistimiento del nacionalismo radical; conscientes de la imposibilidad de obtener la inimaginable victoria militar con la que so?aron en su d¨ªa, y sabedores tambi¨¦n de que los electores nunca les dar¨ªan la mayor¨ªa en las urnas, los dirigentes de ETA intentan desgastar con sus cr¨ªmenes la voluntad de resistencia democr¨¢tica de la sociedad espa?ola en general y de la sociedad vasca en particular para forzar una supuesta negociaci¨®n que les entregase por las buenas lo que no lograron conquistar por las malas.El acuerdo secreto sellado con ETA por PNV y EA durante el verano de 1998 mostr¨® la deslealtad hacia las instituciones democr¨¢ticas de los dirigentes de los dos partidos que gobiernan hoy la comunidad aut¨®noma, gracias a la legitimidad otorgada por el Estatuto de Gernika y dentro del marco constitucional. Los documentos publicados los d¨ªas 29 y 30 de abril por el diario Gara reprodujeron literalmente los t¨¦rminos de la vergonzante capitulaci¨®n del nacionalismo moderado ante el terrorismo. A cambio de un alto el fuego de cuatro meses prorrogables, PNV y EA se comprometieron a romper con las fuerzas pol¨ªticas constitucionalistas y a luchar en pro de las reivindicaciones de ETA: la territorialidad de Euskal Herria (la unificaci¨®n forzosa del Pa¨ªs Vasco, Navarra y los territorios ultrapirenaicos vasco-franceses, abstracci¨®n hecha de la voluntad de sus habitantes) y su soberan¨ªa (la independencia de esa nueva entidad estatal). La consecuencia p¨²blica de ese compromiso secreto fue el Pacto de Estella, firmado por todos los nacionalistas, y el respaldo de EH -el brazo pol¨ªtico de ETA- a la investidura de Ibarretxe.
La capitulaci¨®n ante los terroristas fue presentada en su d¨ªa por los dirigentes de los dos partidos que gobiernan la comunidad aut¨®noma (con un presupuesto anual cercano a los 800.000 millones de pesetas y una polic¨ªa de m¨¢s de 7.000 miembros) como un heroico sacrificio en aras de la paz. Pero esa inconvincente coartada qued¨® desbaratada cuando ETA dio su explicaci¨®n sobre los prop¨®sitos del acuerdo secreto: la tregua fue s¨®lo una trampa para fortalecer la infraestructura de la organizaci¨®n, comprometer al PNV y a EA en una aventura soberanista y sembrar la ciza?a entre las fuerzas democr¨¢ticas sobre la pol¨ªtica penitenciaria del Gobierno.
Ni siquiera los seis asesinatos y la decena de atentados perpetrados por ETA desde la ruptura de la falsa tregua han servido para que los actuales dirigentes del PNV y EA admitan ante la opini¨®n p¨²blica sus errores de percepci¨®n o de c¨¢lculo en las negociaciones con la banda terrorista y rectifiquen su actitud capituladora. S¨®lo la bochornosa circunstancia de que ETA se haya comprometido p¨²blicamente a respetar las vidas y los bienes de los militantes y simpatizantes nacionalistas, mientras contin¨²a amenazando de muerte a los vascos constitucionalistas y a los dem¨¢s espa?oles, permite explicar que PNV y EA no abandonen el Pacto de Estella y sigan benefici¨¢ndose de los apoyos parlamentarios y municipales de EH. Y ni siquiera faltan dirigentes nacionalistas que llevan su desfachatez hasta culpabilizar al Gobierno y a los partidos democr¨¢ticos de los cr¨ªmenes terroristas por su resistencia a obedecer las ¨®rdenes de rendici¨®n dictadas por ETA y su negativa a entregar inermes a sus verdugos a los vizca¨ªnos, guipuzcoanos, alaveses y navarros -m¨¢s de la mitad de los 2,6 millones de habitantes de los cuatro territorios- dispuestos a no dejarse vencer por esa estrategia de desistimiento cobardemente aceptada por los dirigentes del PNV y EA.
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