El dobl¨®n de oro y la falsa moneda
Demasiado bello para ser cierto: el polideportivo de Mendizorrotza hasta la bandera y John Lewis, en solitario, en el programa del d¨ªa. Como se sospechaba, la cruda realidad era que el 95% del p¨²blico estaba all¨ª para escuchar a The Manhattan Transfer. No es por ir contra los gustos mayoritarios, pero la comparaci¨®n ofend¨ªa, porque mientras Lewis deposit¨® sobre el piano un hermoso dobl¨®n de oro musical, el cuarteto vocal neoyorquino esparci¨® sin tasa n¨ªqueles ratoneros, seguramente fuera de curso legal adem¨¢s.Mucha gente debi¨® de preguntarse qu¨¦ hac¨ªa ese se?or tan mayor tocando el piano tan bajito y con tan pocas notas, cuando la norma consiste en amenazar t¨ªmpanos con groser¨ªas altisonantes. Sucede que esta vez el o¨ªdo ten¨ªa que ir al escenario y no al rev¨¦s. La sala no era la m¨¢s adecuada, pero a poco que se prestara atenci¨®n se pod¨ªa comprobar que el flamante octogenario estaba ofreciendo un concierto soberano, parsimonioso y esencial, resultado feliz de toda una vida dedicada a la depuraci¨®n incesante de ideas y formas. La m¨²sica de Lewis tambi¨¦n son¨® a fusi¨®n: mezcl¨® la imprevisibilidad casi abstracta de Earl Hines, la pureza de l¨ªneas de Teddy Wilson, el sentido del humor de Fats Waller y la genial flexibilidad de Duke Ellington. A¨²n hab¨ªa m¨¢s componentes, pero todo lo que sal¨ªa del piano era estricto John Lewis.
Bobby Previte Bump The Renaissance Band/ John Lewis/ The Manhattan TransferTeatro Principal y polideportivo de Mendizorrotza
Vitoria, 19 de julio.
El antiguo director del Modern Jazz Quartet mont¨® un repertorio magno. Todas las piezas eran viejos favoritos (Cherokee, Django, I'll remember april) mil veces refrendados por sus inagotables posibilidades expresivas, y el pianista se concentr¨® en acunar sus melod¨ªas con redoblada ternura, en desarrollarlas con sabio comedimiento y en rescatar sus voces internas m¨¢s ¨ªntimas, esos secretos subterr¨¢neos que pasan inadvertidos al com¨²n de los m¨²sicos. Tambi¨¦n pareci¨® pulsar alguna tecla extra que reson¨® como el eco de una campana de iglesia afroamericana para a?adir una elegante y di¨¢fana tercera dimensi¨®n. Seguro que si el piano no hubiera tenido contrato para toda la noche, se habr¨ªa marchado con ese encantador de compases que tan bien le hab¨ªa entendido.
Pasar de Lewis a The Manhattan Transfer fue como bajar de un Rolls Royce para entrar en un Todo a 100. El grupo vocal anda inmerso estos d¨ªas en un homenaje a Louis Armstrong con su pizca de desprop¨®sito, no s¨®lo porque la fecha oficial del centenario de Satchmo sea el 4 de agosto de 2001 (en 1983, 12 a?os despu¨¦s de su muerte, se encontr¨® la aut¨¦ntica partida de nacimiento del trompetista), sino tambi¨¦n porque tiene todo el aspecto de una pamplina incolora, inodora e ins¨ªpida.
Los de Manhattan no regatearon explicaciones t¨®picas sobre lo grande que era Armstrong y lo mucho que signific¨® para la m¨²sica del siglo XX. Por eso extra?¨® que despu¨¦s le negaran en cada canci¨®n. Nadie discute que forman un equipo compenetrad¨ªsimo -no se descarta que la rutina les permita echarse un sue?ecito entre palabra y palabra- que funciona bien como grupo de entretenimiento, pero esta vez decidieron montar buena parte del espect¨¢culo sobre los pilares temblones de individualidades sin car¨¢cter. A modo de ejemplo se cita la versi¨®n empalagosa -mosto con miel- que hicieron Janis Siegel y Tim Hauser de Kiss to build a dream en el m¨¢s puro estilo Pimpinela, y el otro d¨²o que se marcaron el propio Hauser y Alan Paul sobre Gone fishing, falsamente campechano e irremediablemente vulgar. Se miraba por todas partes y el esp¨ªritu de Armstrong no comparec¨ªa; casi mejor, porque cuando al fundador del grupo le daba por enronquecer la voz el resultado era un poco sonrojante y doblemente pat¨¦tico.
Despu¨¦s de hacerle el roto a la memoria de Armstrong, el cuarteto vocal arremeti¨® contra otro icono del jazz, Django Reinhardt, en una versi¨®n de Nuages en la que, justo es reconocerlo, s¨®lo hubo heridos de pron¨®stico reservado. Siguieron un par de baladas somnolientas que causaron bajas en la audiencia; el despertador son¨® justo a tiempo y el grupo se desperez¨® con algunos grandes ¨¦xitos, suficientes para despedirse con el p¨²blico en pie.
Con menos ruido y mucha m¨¢s m¨²sica, la excelente banda del bater¨ªa Bobby Previte, en realidad una verdadera reuni¨®n de estrellas alternativas, hab¨ªa brindado por la tarde 90 minutos de sabrosa y sincera contemporaneidad en la secci¨®n Jazz del Siglo XXI.
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