Los 30 a?os de la librer¨ªa Arrels
El jueves, al caer la tarde, Aurelia P¨¦rez nos invit¨® a celebrar los 30 a?os de la inauguraci¨®n de su librer¨ªa, la librer¨ªa Arrels, en el n¨²mero 14 de la calle de Ferran. Aurelia, que para esas cosas es muy ma?osa, se las arregl¨® para hacer coincidir el aniversario de la inauguraci¨®n de la librer¨ªa con la presentaci¨®n de la ¨²ltima novela de Mars¨¦, Rabos de lagartija, y el libro de Eugenio Madue?o Emili en la ciudad de la gente (libros que ya hab¨ªan sido ricamente, oficialmente y, tambi¨¦n, aburridamente, vergonzosamente presentados, en meses anteriores). Afortunadamente, lo de Aurelia era -siempre lo fue y espero que siga si¨¦ndolo- otra cosa. Lo de Aurelia era una presentaci¨®n para los amigos, y cuando Aurelia dice los amigos piensa en sus vecinos de la calle de Ferran, de la plaza Real, de su barrio, del barrio de Arrels. Y los vecinos, agradecidos, la ayudan. Escriv¨¤, el chocolatero, le manda unas bandejas de pastas, abanicos y lenguas de gato; Felipe de Paco le monta una mesa surrealista en la que Aurelia, junto a los libros de Madue?o y de Mars¨¦ coloca una maceta de margaritas (clara alusi¨®n a la ¨²ltima novela de Mars¨¦), y unos ramos de flores que, qui¨¦n sabe, tal vez llegan de Les Carolines, buenas amigas; y las preciosas chicas de Itaca, una tienda de cer¨¢mica, unas puertas m¨¢s arriba de la librer¨ªa, contribuyen con unos cuencos donde, para refrescar al personal, navegan unos melocotones y unas peras que Aurelia ha conseguido de una ¨ªntima amiga de la Boqueria. Porque Aurelia tiene amigos en todas partes. Tambi¨¦n hay vino en la mesa, tres botellas de un rosado navarro remoj¨¢ndose en una de las ba?eras de Felipe, rodeadas de min¨²sculos icebergs.Est¨¢n los amigos de Aurelia, esa gente del barrio que aguarda para darle un beso a Mars¨¦ o a Madue?o, despu¨¦s de que ¨¦stos les dediquen sus respectivos libros -el se?uelo de Aurelia-, y que, incontinentes, vuelven a besarles al tiempo que les dicen el bien que les ha hecho, que les hace su literatura, la del novelista y la del periodista, a ellos y a sus abuelas, a sus padres, jubilados, a sus t¨ªas y a sus gatos. Y junto a esos amigos del barrio, est¨¢n los otros, los de paso, los que pasan frente al diminuto portal de Arrels (12 metros cuadrados), ven, al fondo, a Aurelia sentada, leyendo un libro, cruzan el portal, encari?ados con la imagen -sobre todo si son extranjeros, con una cierta mirada rom¨¢ntica y sentimental por las viejas librer¨ªas de barrio- y, sin darse cuenta, caen presos en la telara?a de Aurelia, la cual no les suelta hasta que no se comprometan a adquirir -?cash!- las obras completas de Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n.
La ara?a Aurelia, ara?a buena, conoce de chica lo que aqu¨ª llamamos el taulell o la parada. Su madre tuvo durante a?os, y a?os dif¨ªciles, un puesto de pescado en el mercado viejo, y luego en el nuevo, de Vitoria. Hija de pescatera, la moza (cuando cumpla los ochenta seguir¨¢ siendo una moza) se mueve con la misma agilidad, con la misma gracia, entre los versos de Jos¨¦ Hierro que entre el vientre de un bonito. Es una de las pocas libreras de Barcelona que a¨²n se sabe un rosario, un largo rosario que a veces rezamos juntos, de versos. No en vano Aurelia naci¨® un 19 de agosto de 1936, en San Sebasti¨¢n, un amanecer, mientras empezaban a bombardear la ciudad, el mismo d¨ªa en que asesinaban a Federico Garc¨ªa Lorca.
Le pregunto a mi amiga Aurelia si es cierto que celebramos los 30 a?os de Arrels. Aurelia entiende la pregunta y me responde: "?Y por qu¨¦ no?". Dice recordar que la abri¨® un 23 de agosto, pero no recuerda bien el a?o: "Podr¨ªa ser hace 30 a?os, pero tambi¨¦n 27. Lo importante es la fiesta, Mars¨¦, amigo del alma, y el joven Madue?o. Los amigos, la excusa para tomar unas copas, juntos, en la calle. ?Verdad que s¨ª?".
Hace 30 o 27 a?os, Aurelia P¨¦rez Ziordia, despu¨¦s de haber trabajado durante cinco a?os de recepcionista en un hotel de la plaza Universidad, despu¨¦s de casarse con su querido Edo -Godofredo Edo Valero-, pintor, oriundo de Arag¨®n e hijo de L'Hospitalet, miembros ambos del PSUC -"que abandonamos", dice Aurelia, "despu¨¦s de la clandestinidad, cuando empez¨® la burocracia y toda la mandanga"-; despu¨¦s de tener a su hija Conchita, Aurelia, hija de pescatera, abri¨® su puesto, su parada en la calle de Ferran. Y empez¨® a vender libros como quien vende rapes, salmonetes o sardinas. La ayudaron Felipe Palma, ya fallecido, de la distribuidora Les Punxes, que le llen¨® la min¨²scula librer¨ªa con ejemplares de la editorial Siglo XXI. Y tambi¨¦n Pere Sureda, que estuvo junto a Aurelia, en Arrels, durante bastantes a?os, y del que ayer, este peri¨®dico, nos daba la noticia de que acababa de ser nombrado director general del Grup 62. El curr¨ªculo profesional de Sureda no habla de los a?os que ¨¦ste pas¨® en Arrels, pero Aurelia, que es as¨ª, dice que esto no tiene importancia, que lo importante es que su amigo, Sureda, haya llegado a donde ha llegado.
Adem¨¢s de vender vazquezmontalbanes, rodaballos, lenines, rapes, nerudas, bacalaos, simenones, boquerones, mars¨¦s, salmonetes y algunos libros "incontrables" de su buena amiga Montserra Roig, Aurelia tiene fama de mujer guerrillera -"La Pasionaria de Ciutat Vella", la llam¨® Paco Candel-, aficionada a los manifestos, a meterse donde no la llaman. Lo cual le ha costado alguna que otra amenaza de muerte (por parte de los fachas, durante la "transici¨®n") y ver sistem¨¢ticamente destrozados los cristales de su menuda librer¨ªa. Pero ella se r¨ªe, ella sigue y as¨ª ha de terminar, cuanto m¨¢s tarde mejor. El alcalde Maragall la respetaba y le compraba libros; su sucesor, el alcalde Clos, en ¨¦poca de elecciones, fue a pedirle un par de ejemplares de un libro sobre Barcelona, para regalar a unos amigos extranjeros. Aurelia le recomend¨® El pianista, de Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n. Los compr¨®. "Y no volvi¨® m¨¢s", me dice Aurelia. Se queda tan satisfecha, cr¨¦anme. Lo que le agrada a Aurelia es la visita de ese moro que le pidi¨® que le escribiera un poema para su mujer, y Aurelia se lo escribi¨®, y el moro lo tradujo y lo mand¨® a la mujer en Marruecos. ?sas son las cosas que le agradan a Aurelia, como los aniversarios improvisados, el tomar copas con los amigos, el salir de los 12 metros cuadrados de su nicho-librer¨ªa y poder poner la parada en la calle: con el madue?o, el at¨²n, el mars¨¦, la lamprea... Por muchos a?os, querida, querid¨ªsima Aurelia.
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