La izquierda posible
Qu¨¦ debe hacer un partido de izquierdas para resultar atractivo electoralmente? La respuesta hasta ahora hab¨ªa sido bien sencilla: primero, pegarse al centro para tratar de abarcar al mayor n¨²mero de votantes posibles; segundo, ofrecer un proyecto renovador con capacidad de ilusionar a una ciudadan¨ªa cada vez m¨¢s esc¨¦ptica, y, por ¨²ltimo, atender a las nuevas demandas de la democracia medi¨¢tica: personalizaci¨®n de la pol¨ªtica, eslogans breves y eficaces y un largo etc¨¦tera de trucos de mercadotecnia. A este men¨² general se a?ad¨ªa luego en cada pa¨ªs el condimento preciso para ajustarse a sus peculiaridades y condicionamientos propios. As¨ª se explica la bicefalia inicial de Schr?der y Lafontaine en la socialdemocracia alemana o los pactos de izquierda franceses, que en gran medida responden a los constre?imientos del sistema electoral a dos vueltas.Sin embargo, a la vista de lo ocurrido durante los ¨²ltimos a?os, el problema fundamental sigue siendo la imposibilidad de combinar eficazmente el viaje al centro con un discurso de izquierdas. En un juego digno del mejor trilero, la tercera v¨ªa lo intent¨® poniendo el ¨¦nfasis sobre el tercer elemento. El resultado fue un producto medi¨¢tico que result¨® estupendo para acceder al poder, pero que ahora se ha convertido en su mayor enemigo cara a las pr¨®ximas elecciones. Han sido tantas las expectativas levantadas que, a pesar de su eficacia, el Gobierno de Blair se las ve y se las desea para renovar su discurso. Con la consecuencia de una seria amenaza de perder votos por el centro y por la izquierda. ?Durante cu¨¢nto tiempo se puede sobrevivir con la alquimia de las reconciliaciones, entre competitividad y justicia social, por ejemplo?
No hay izquierda sin un proyecto coherente con capacidad de ilusionar. Su superioridad sobre la derecha estaba siempre en el campo del pensamiento, en su fuste te¨®rico. Pero ?puede nombrar alguien a alg¨²n te¨®rico de la izquierda capaz de servir de orientaci¨®n bajo las condiciones de la nueva pol¨ªtica; alguien que pueda jugar un papel similar al que en su d¨ªa cumplieron, por ejemplo, Berstein y Kautski? Lo que esto nos dice es que el mundo ha devenido lo suficientemente complejo como para poder ser abarcado por la mirada de un gran ma?tre penseur. Y los partidos deben confeccionar sus programas a partir de fragmentos elaborados por think-tanks u otras instituciones o grupos y est¨¢n al albur de mil contingencias. Basta mirar la agenda tem¨¢tica de la reciente Conferencia de Berl¨ªn, que reuni¨® a representantes de Gobiernos y partidos "progresistas" o de "la izquierda del centro" de todo el mundo: los mercados financieros y la nueva econom¨ªa, los problemas de la emigraci¨®n, los grupos minoritarios, las nuevas fuentes de marginaci¨®n creada por la "divisi¨®n digital" de la sociedad, la pobreza, la protecci¨®n de la diversidad cultural o los l¨ªmites de la sociedad civil, adem¨¢s de muchos otros.
Esta nueva Internacional Progresista ha servido al menos para detenerse a pensar sobre los nuevos desaf¨ªos, reaccionar frente al entreguismo ante el "orden espont¨¢neo" de los mercados mundiales y sacudirse un poco la caspa del conservadurismo ideol¨®gico de la izquierda tradicional. Tardar¨¢ todav¨ªa alg¨²n tiempo en verse alg¨²n resultado concreto de la prolongaci¨®n de dichos debates -ahora ya en red, claro-, pero hay avances. El primero y fundamental es la recuperaci¨®n del esp¨ªritu internacionalista o cosmopolita y el consiguiente abandono de las soluciones locales. S¨®lo habr¨¢ posibilidades de gobernar la sociedad global desde una colaboraci¨®n internacional y a partir de un claro diagn¨®stico sobre lo que est¨¢ pasando.
La izquierda siempre se hab¨ªa apoyado sobre un fuerte Estado jer¨¢rquico conformador de un orden desde un centro y sobre un discurso universalista abstracto. ?stos son los elementos de los que hoy ya no podemos disponer. Y no basta con reaccionar entreg¨¢ndose a un optimismo pragm¨¢tico que se limita a maquillar la realidad; tampoco sirve de mucho la enmienda a la totalidad que se construye sobre la demonizaci¨®n permanente de todo lo dado o exigir a la pol¨ªtica lo que quiz¨¢ ya no est¨¢ en condiciones de aportar. La izquierda posible es la que se toma la realidad en serio, precisamente porque aspira a su transformaci¨®n y mayor perfectibilidad. Que en el camino hayamos de fraccionar el discurso hay que interiorizarlo como parte de las nuevas condiciones con las que hay que operar; lo importante es que siga habiendo discurso.
Hay cuestiones que a mi juicio no ofrecen muchas dudas: siempre es mejor un debate de ideas que las luchas personalistas; los partidos deben dejar de contemplarse tanto a s¨ª mismos y m¨¢s a la sociedad. Y, sobre todo, deben tratar de recuperar el espacio p¨²blico para la pol¨ªtica. La amenaza no proviene s¨®lo de la mundializaci¨®n econ¨®mica; est¨¢ tambi¨¦n la "mundanizaci¨®n" -de mundano, fr¨ªvolo- de los nuevos medios. ?De qu¨¦ sirven las ideas si luego no pueden ser debatidas?
Fernando Vallesp¨ªn es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAM.
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