Adi¨®s con el coraz¨®n
El festival vitoriano lleg¨® a meta con el dep¨®sito lleno. Han sido siete apretadas jornadas que han deparado felices confirmaciones, sorpresas de distinto signo y no pocas emociones fuertes. Las ¨²ltimas, justo en el concierto de clausura, donde el cuarteto verdaderamente especial de Michael Brecker y el tr¨ªo no menos lujoso de McCoy Tyner dejaron al p¨²blico con ganas de m¨¢s. Es lo que tiene la buena m¨²sica: jam¨¢s sacia el apetito.Por delante de estos entusiastas consagrados, debut¨® en Espa?a, dentro de la secci¨®n Jazz del siglo XXI, un joven pianista que en 1999 se dej¨® ver en las encuestas que designan los mejores discos del a?o. Bill Carrothers es un m¨²sico de amplio espectro que cuando act¨²a en directo ya est¨¢ en un lugar est¨¦tico distinto al que ocupaba en su grabaci¨®n m¨¢s reciente. Por lo escuchado en su estreno, se le aconseja que modere su talante intr¨¦pido porque m¨¢s de un explorador ha acabado en el puchero de la tribu por meterse donde no le llamaban. En Vitoria abund¨® en un pianismo de rima libre y m¨¦trica indefinida, sin asideros y por momentos cr¨ªptico, volcado a la b¨²squeda de nuevas voces en un mar de acordes alterados y melod¨ªas transformadas. Se percibi¨® que es un m¨²sico interesante que habita un enigm¨¢tico mundo propio, pero, al menos en esta ocasi¨®n, su af¨¢n investigador desemboc¨® en un discurso a menudo impenetrable, escurridizo y algo fr¨ªo. No es habitual ver a un recio Steinway con el vello erizado implorando bufanda y edred¨®n.
Bill Carrothers/ Michael Brecker-Pat Metheny Special Quartet / McCoy Tyner Teatro Principal Antzokia y polideportivo de Mendizorrotza, Vitoria
22 de julio.
No se quiere pensar que Carrothers fuera el responsable del baj¨®n de temperatura que acus¨® Vitoria en las horas previas al doble concierto de Mendizorrotza, pero, por si acaso, Brecker y Pat Metheny se aplicaron para devolver el term¨®metro musical a niveles veraniegos; casi sofocantes, de puro intensos, resultaron los primeros solos de saxofonista y guitarrista. Pese al liderazgo nominal de Brecker, la est¨¦tica dominante llev¨® el sello de Metheny, con escapadas buc¨®licas incluidas, aunque el cuarteto tambi¨¦n tuvo la osad¨ªa de ponerse cacof¨®nico en un pasaje distorsionado y lib¨¦rrimo que la audiencia encaj¨® sin rechistar. La sorpresa lleg¨® en la propina final a trav¨¦s de un imperioso Summertime interpretado a toda mecha en versi¨®n para guitarra ac¨²stica y saxo tenor.
Al tr¨ªo de McCoy Tyner debi¨® de parecerle que aquello se pod¨ªa mejorar y empez¨® su parte apelando al recuerdo de John Coltrane para caldear a¨²n m¨¢s el ambiente. Posar el pianista sus manos de antiguo boxeador sobre el teclado y sonar el trueno del origen del mundo fue todo uno. A un tr¨¦molo apocal¨ªptico marca de la casa le segu¨ªa una andanada de notas graves, percusivas y rodantes como un demoledor desprendimiento de rocas. La secci¨®n r¨ªtmica, lejos de huir del peligro, plant¨® cara y Charnett Moffett, un contrabajista herc¨²leo pero sutil incluso con el m¨²sculo en tensi¨®n, hasta tuvo tiempo de relajarse bailando con su instrumento. Tampoco pareci¨® preocupado el bater¨ªa de la eterna sonrisa, Al Foster, despachando delicias r¨ªtmicas desde su caracter¨ªstica banqueta baja como un ni?o feliz sobre su triciclo nuevo.
El festival dijo adi¨®s justo en la cima, invitando a rebobinar sobre sus momentos m¨¢s memorables. ?sos a los que tambi¨¦n han contribuido los m¨²sicos que, noche tras noche, prolongaron el jazz en las jam sessions. El jazz joven y ecl¨¦ctico del poderoso contrabajista Christian McBride, y el exquisito tradicionalismo del guitarrista Russell Malone aportaron argumentos nada desde?ables en la semana grande del jazz vitoriano.
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