Temor a Espa?a
Ya es oficial. El objetivo que los negociadores llevaban con cierta discreci¨®n ha sido anunciado oficial y p¨²blicamente por Aznar en su entrevista al Financial Times: Espa?a quiere equipararse a los grandes en votos en el Consejo de Ministros de la UE en la reforma institucional que deber¨ªa concluirse en diciembre. El anuncio tiene la ventaja de poner las cartas sobre la mesa; pero la desventaja de restar flexibilidad y margen de maniobra a la negociaci¨®n. Los franceses, que ejercen la presidencia rotativa del Consejo este semestre, ya hab¨ªan localizado en Espa?a uno de los grandes problemas para llegar a un acuerdo, pues Espa?a -especialmente con Aznar- es, probablemente, el pa¨ªs que, junto con el Reino Unido, menos teme mantener un veto en solitario para alcanzar sus objetivos. Buscando siempre el respeto, en pol¨ªtica europea el Gobierno prefiere ser temido que amado. No es la mejor v¨ªa. Y menos cuando en la misma entrevista Aznar les recuerda a los alemanes que les sac¨® los fondos que quer¨ªa en una larga noche de negociaci¨®n, fum¨¢ndose un largo puro.Espa?a tiene ocho votos en el Consejo de Ministros (los grandes, diez) y dos comisarios (como los grandes). Este status de pa¨ªs intermedio se logr¨® en 1985 con dificultades, y con la habilidad del italiano Andreotti, que no quiso que Espa?a, m¨¢s peque?a en poblaci¨®n y econom¨ªa, se equiparara a Italia. Y ¨¦sta, Italia, puede volver a ser hoy un problema para los designios espa?oles. Ahora se le pide a Espa?a que, en la perspectiva de una ampliaci¨®n que va a deteriorar su posici¨®n institucional, renuncie a un comisario, pero, en l¨ªnea con un protocolo en el Tratado de ?msterdam, debe hacerse con una cierta compensaci¨®n en el Consejo. M¨¢s importante que el n¨²mero de votos es la capacidad, junto con otros, de formar una minor¨ªa de bloqueo para las decisiones por mayor¨ªa cualificada. Y en este sentido, Espa?a ha perdido posiciones con la ampliaci¨®n a Austria, Suecia y Finlandia. La soluci¨®n parcial que se adopt¨® en Ionnina, en 1994, con el Gobierno socialista, no resulta plenamente satisfactoria para Espa?a.
Naturalmente, todo depende del nuevo reparto de votos que se haga, m¨¢s acorde con la poblaci¨®n de cada Estado. Si en la reponderaci¨®n Alemania logra m¨¢s votos, por tener 20 millones m¨¢s de habitantes que el siguiente Estado m¨¢s poblado, Espa?a podr¨ªa con m¨¢s facilidad acceder al grupo de los grandes, constituido entonces por Francia, Italia y el Reino Unido. En caso contrario, lo tendr¨¢ m¨¢s dif¨ªcil (pues equiparar Espa?a a Alemania equivaldr¨ªa en un futuro a equiparar a Polonia y Alemania). Hay tambi¨¦n la posibilidad de un sistema de dobles mayor¨ªas que represente Estados y demograf¨ªa.
?ste es, en parte, un falso debate, pues en el Consejo de la UE se vota muy poco (aunque naturalmente cuentan las perspectivas de minor¨ªas de bloqueo). De hecho, de cara al futuro, va a ser m¨¢s importante si la Comisi¨®n recobra un car¨¢cter verdaderamente supranacional con menos comisarios que Estados -Chirac ha llegado a proponer que sean diez- y la cuesti¨®n de las cooperaciones reforzadas, a las que Aznar se ha opuesto tambi¨¦n abiertamente, aunque sin fijar una visi¨®n de futuro de lo que ser¨ªa una Uni¨®n Europea de 27 o 30 miembros (pese a que Espa?a empiece ya a hacer circular una lista restrictiva de lo que cubrir¨ªa este proceso de integraci¨®n diferenciada). Quiz¨¢s los acontecimientos decidan por ¨¦l.
Hay uno en el horizonte cercano que puede resultar determinante: el refer¨¦ndum en Dinamarca el 28 de septiembre sobre la entrada en el euro. Si triunfa el no, se puede producir una reacci¨®n en cadena contraria al euro en Suecia y en el Reino Unido. Previsiblemente con cierta rapidez, las ideas de la vanguardia y de la geometr¨ªa variable para la integraci¨®n europea se impondr¨ªan. Aunque con 12 Estados (incluida Grecia) en el euro, lo que habr¨ªa, realmente, ser¨ªa una retaguardia de los rebeldes de la clase. En todo caso, Espa?a tendr¨ªa que empezar a querer ser vanguardia, pues puede serlo; en positivo y no en negativo.
aortega@elpais.es
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