Camisetas y naciones
Pese a mi org¨¢nica pasi¨®n futbol¨ªstica, confieso un cierto recelo para con los seleccionados nacionales. Reniego de la fobia chovinista que se desata a ra¨ªz de esa suerte de guerra simb¨®lica entre naciones. No es saludable que los uruguayos pensemos que "todos" los argentinos son patoteros el d¨ªa que jugamos contra ellos o que los espa?oles piensen que "todos" los franceses son arrogantes la tarde de la confrontaci¨®n, aun cuando al d¨ªa siguiente se piense de otro modo.Antes de que habl¨¢ramos de globalizaci¨®n, Jean Giraudoux dijo que "hay s¨®lo dos organizaciones internacionales por naturaleza: las de la guerra y las de los juegos. Una viste a la gente con el menos notorio de los uniformes; la otra, con colores brillantes; una los acoraza, la otra los desviste, pero -a trav¨¦s de los avances de un proceso paralelo que no puede negarse- sucede que cada pa¨ªs posee por aparte un ej¨¦rcito o una milicia cuya fuerza precisamente iguala aquella de la multitud movilizada por el m¨¢s vastamente difundido de los deportes: el f¨²tbol".
De all¨ª que los himnos nacionales suelen ser objeto de rechiflas y oscuros sentimientos de racismo o superioridades nacionales emergen desde los rincones del inconsciente colectivo. Nada de eso ocurre, en cambio, el d¨ªa en que juegan los equipos y los cariocas desean que Boca Juniors de Buenos Aires golee al San Pablo con la misma escondida e inconfesada pasi¨®n con que los hinchas del Madrid lo sienten para aquella confrontaci¨®n de Copa en que el Barcelona enfrenta al Lazio y descubren en su intimidad una ra¨ªz latina que hasta el d¨ªa antes no recordaban...
Pese a todo esto, confieso tambi¨¦n que la selecci¨®n francesa me ha cambiado mucho estos sentimientos, pues se trata de un equipo de f¨²tbol que viene influyendo decisivamente en la identidad nacional. Lo vimos en el Mundial, cuando Le Pen tuvo -en feliz d¨ªa- la osad¨ªa de expresar que aquel seleccionado multi¨¦tnico no representaba a la naci¨®n francesa y qued¨® enterrado por la avalancha de pasi¨®n y alegr¨ªa que luego desat¨® su poco esperada victoria. Gente de origen argelino, negro-africano, antillano, argentino, vasco, ruso, armenio, era la expresi¨®n de una juventud reflejo de los a?os de inmigraciones y asimilaciones. Desde entonces, Par¨ªs, la menos deportiva de las capitales europeas, ha comenzado a vibrar con sus futbolistas a trav¨¦s de multitudes que no se ve¨ªan desde la liberaci¨®n y que ahora volvieron a salir con motivo de su triunfo europeo.
La visi¨®n que los franceses ten¨ªan de s¨ª mismos se ha cambiado de un d¨ªa para el otro y del mejor modo, identific¨¢ndose en un sentimiento patri¨®tico que hoy incluye negros retintos, rubios galos y oliv¨¢ceos magreb¨ªes. Todo ello est¨¢ bien lejos, y para mejor, de aquellas exaltaciones nacionalistas que tanto han envenenado la historia francesa, desde los tiempos de Maurras y Barr¨¨s hasta estos de Le Pen. As¨ª es que de una plumada disfrutamos -a veces conscientemente, a veces impensadamente, lo que es a¨²n mejor- de un vigoroso alegato antirracista que resuena en el mundo entero a trav¨¦s de la atrapante magia de la pantalla televisiva.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti ha sido presidente de Uruguay (1985-1990, 1995-2000).
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