Villoro D. F. GUILLEM MART?NEZ
- Ah¨ª viene el mexicano con su banda / quiere juerga / qu¨¦ caramba. Librer¨ªa La Central. Presentaci¨®n del libro La casa pierde -Alfaguara-, del mexicano Juan Villoro. El lector que me haya seguido hasta aqu¨ª quiz¨¢ se est¨¦ preguntando, consecuentemente, qui¨¦n es Juan Villoro. Si es as¨ª, no se vayan amigos. - Hum. Es extra?o. En casa nunca tom¨® una segunda taza de caf¨¦. Juan Villoro es un tipo alt¨ªsimo. Cuando lo ves se te pone cara de cielos-es-m¨¢s-alto-de-lo-que-recordaba. En la presentaci¨®n 100 personas gesticulaban esa cara, que por otra parte, es la cara que a uno se le pone cuando ve la Torre Eiffel, raz¨®n por la que la presentaci¨®n tuvo un qu¨¦ de viaje de Inserso a Par¨ªs. Yo lo conoc¨ª har¨¢ ?nueve? a?os. Ten¨ªa inter¨¦s por conocerle. Le invit¨¦ a cenar. Recuerdo que esa ma?ana mi novia me hab¨ªa despertado con un susurro. Durante la cena con Villoro record¨¦ el contenido del susurro. Que no era otro que: "Te cojo la Visa. Mua". De manera que me pas¨¦ desde el segundo plato de la cena telefoneando a la chica del susurro y de la Visa cada cinco minutos. Cuando acab¨® la cena, inici¨¦ una ronda de caf¨¦s para ganar tiempo. Chorrocientos caf¨¦s m¨¢s tarde, decid¨ª abrirle mi coraz¨®n a Villoro -"pollo, que pagas t¨² la cena. Y, glups, los caf¨¦s"-. Bueno, esta historia, ahora que la releo, no informa de nada, salvo de que una Visa tal vez sea un susurro. No se vayan. Segundo intento.
- ?Qui¨¦n es Villoro? En otro orden de cosas, Juan Villoro -M¨¦xico, 1956-, es tal vez el escritor mexicano king-size de su generaci¨®n. Posiblemente ocupa en M¨¦xico algo parecido al campo sem¨¢ntico que aqu¨ª ocupa Javier Mar¨ªas. No es del Real Madrid pero, al menos, su padre tambi¨¦n es fil¨®sofo. Otras diferencias son que Villoro ha escrito mucho menos y que su participaci¨®n de los g¨¦neros parte de una voluntad de dar un tute a los g¨¦neros. Hoy en d¨ªa la literatura debe de estar bajo sospecha. Las palabras cultura, literatura, novela y novelista, por ejemplo, deben inspirar menos confianza que el vino de la casa de un restaurante chino. Y ponerse a hacer literatura sin cuestionarse c¨®mo hacer crujir el g¨¦nero elegido, es posiblemente la diferencia entre el buen escritor y un mal escritor. Quiz¨¢ ¨¦se es el patrimonio de Villoro, lo cual a su vez le convierte en un tipo raro dentro de la literatura hispana. El primer contacto serio de Villoro con la literatura es su participaci¨®n en un taller literario, esa cosa americana que aqu¨ª no despierta mucho inter¨¦s, a pesar de que la matr¨ªcula en un taller literario vale un g¨¹evo, que es la medida nativa del inter¨¦s. El taller al que asisti¨® era, no obstante, un taller raro, el que montaba cada a?o Augusto Monterroso con tres alumnos. Su primera novela -El disparo de Arg¨®n-, una de las mejores obras en castellano de esta d¨¦cada, es una novela que adopta los modelos narrativos norteamericanos r¨¢pidos y la tradici¨®n europea de hacerse la picha un l¨ªo, con un resultado sorprendente. Tambi¨¦n ha cultivado el g¨¦nero de viajes -Palmeras de la brisa r¨¢pida; no lo busquen, que lo publicaron en M¨¦xico-, d¨¢ndole un resultado a la cosa muy poco hispano -el viaje, por aqu¨ª abajo, es un desplazamiento; en otras culturas es una introspecci¨®n-. Es traductor de Lichtenberg, un alem¨¢n bajito, cojo y jorobado, con lo cual uno supone que, por dentro, Villoro no es un mexicano alto. Ha escrito c¨¢psulas radiof¨®nicas, un g¨¦nero de la FM mexicana, que interrumpe su programaci¨®n de m¨²sica para que un pollo lea una peque?a historia, breve pero con las suficientes mixed-emotions como para que el mexicano medio no cambie de dial. Tambi¨¦n ha realizado una vehemente obra period¨ªstica. Su columna sobre los Mundiales de Francia -Dios es redondo-, fue objeto de culto en su pa¨ªs. Sus cr¨®nicas, que le configuran como uno de los mejores cronistas en lengua castellana, est¨¢n agrupadas en un libro no publicado en Espa?a. Las cr¨®nicas que le he le¨ªdo est¨¢n en las ant¨ªpodas de lo que se est¨¢ convirtiendo el g¨¦nero en la Pen¨ªnsula -a saber: a) informaci¨®n simp¨¢tica, b) satisfacci¨®n ante la realidad y c) un cat¨¢logo de nombres propios muy importantes, con lo cual el lector puede llegar a la idea de que el se?or que los cita es tambi¨¦n importante, y la realidad que describe, pues tambi¨¦n-. Sus cr¨®nicas arrancan de la realidad informativa y plantean la paradoja de la realidad informativa, con lo que uno supone que la informaci¨®n es un g¨¦nero, y que el periodismo sirve para hacerlo crujir. Uno de los mejores reportajes period¨ªsticos que he le¨ªdo en mi vida -una vida cargada de susurros, pero desprovista, snif, de Visa-, es uno sobre un encuentro con la guerrilla zapatista, en el que el narrador no entend¨ªa nada.
- ?Y c¨®mo acabo esto? En septiembre Villoro fija su residencia en Barcelona y tendr¨¢n la oportunidad de hartarse de Villoro. Hasta entonces, tomen un primer contacto con La casa pierde.
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