Pateras
Cuando comenz¨® el espeluznante ¨¦xodo de albaneses hacia las costas italianas tras el derrumbamiento del comunismo, un emigrante reci¨¦n llegado a Bari pronunci¨® una frase que resume una ¨¦poca. "Cuando sintoniz¨¢bamos en Albania la televisi¨®n italiana", se?al¨® a los periodistas, "y ve¨ªamos la comida que anunciaban para perros, nunca imaginamos que aqu¨ª nos iban a tratar peor que a los animales". Durante estos d¨ªas se cruzan en las aguas del estrecho de Gibraltar turistas occidentales en busca del exotismo de Marruecos con desesperados emigrantes que intentan entrar en la fortaleza europea api?ados en sus pateras. Arriban exhaustos y ateridos a las playas andaluzas huyendo de la miseria, de los abusos, de los reg¨ªmenes autoritarios, de la falta de perspectivas en sus pa¨ªses. S¨®lo buscan trabajo y una vida digna. Pero esta envejecida Europa, que necesita mano de obra para mantener su bienestar, levanta todo tipo de murallas para impedir su integraci¨®n. Hasta el mism¨ªsimo Consejo General del Poder Judicial ha puesto el grito en el cielo para subrayar que la reforma que pretende abordar el Gobierno sobre la Ley de Extranjer¨ªa privar¨¢ a los inmigrantes en situaci¨®n irregular de derechos humanos fundamentales que protegen las leyes actuales.Dec¨ªa el periodista estadounidense David Rieff, a prop¨®sito de la guerra en Yugoslavia, que un exceso de informaci¨®n provocaba parad¨®jicamente un bloqueo mental en los ciudadanos. En lugar de invitar a la acci¨®n, las im¨¢genes de las cat¨¢strofes provocaban un efecto de impotencia. Algo as¨ª est¨¢ ocurriendo en los ¨²ltimos tiempos con las fotos de j¨®venes marroqu¨ªes muertos en las playas de Algeciras, con los escalofriantes intentos de linchamientos de gitanos en La Vila o en Almorad¨ª, con los frecuentes brotes de racismo. Recuerdan aquella famosa escena de la pel¨ªcula Cabaret, donde todos los parroquianos de una cervecer¨ªa se suman al canto de un himno nazi. Unos por simpat¨ªa, otros por indiferencia, algunos por miedo... De este modo suelen comenzar las injusticias colectivas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.