Otros tres
Desde hace a?os ya, los que vamos quedando de la generaci¨®n bien llamada por Josefina Aldecoa de los "ni?os de la guerra" reflexionamos sobre los porqu¨¦s, las razones de las muertes de esos ni?os al llegar a la sesentena, o antes, o poco despu¨¦s de los setenta, justo cuando los medios nos bombardean con el aumento de las expectativas de vida. No las hubo para ellos y se est¨¢n yendo los mejores. Primero, ellos. Ahora, ellas.En el espacio de seis d¨ªas han desaparecido tres amigos muy queridos; tres representantes de esos "ni?os" que o¨ªan bombardeos, jugaban a los refugios y escuchaban a los adultos -muy nerviosos- una jerga que no entend¨ªan, pero s¨ª entend¨ªan las miradas delante de la radio, los susurros y los suspiros largos.
Se han muerto "entre visillos", en as¨¦pticos hospitales, de esta pandemia cancerina y asoladora.
Carmen Mart¨ªn Gaite, Carmi?a, Calila... ?Dios m¨ªo! Era fuerte, trabajadora, divertida, fina en todo, hasta en su dolor casi exquisito. Para m¨ª, compa?era de juegos, de juergas donde al final de la noche siempre se cantaban cupl¨¦s de antes de la guerra y, sobre todo, boleros. ?C¨®mo sab¨ªa Carmi?a cantar bolerazos al modo de Jorge Sep¨²lveda o de Antonio Mach¨ªn!
Salmantina muy escueta, salmantina muy austera, que nunca, nunca, aun cuando le lleg¨® la fama por la puerta grande, nunca se cambi¨® de casa ni quiso ir a m¨¢s en las materialidades de su entorno. Le bastaba solamente con cambiar de sombrero, o de boina.
Ha muerto sin saber lo que ten¨ªa -dicen-, pero s¨ª que lo sab¨ªa, y seguramente el consolament, ante el umbral de la muerte, lo recibi¨® de un bon ome que la visit¨®. A la manera de los c¨¢taros.
Y Mari Carmen Santonja. Las dos C¨¢rmenes, amigas entre ellas, murieron a la misma hora. La Santonja ha puesto letra y m¨²sica en una Vainica Doble, en un dobladillo perfecto, en un entred¨®s inolvidable con Gloria van Aersen, a canciones que nos han acompa?ado a todas las que nos intentaron ense?ar s¨®lo labores. Pero ?nanay!
Pienso en Gloria, que estar¨¢ deshilvanada, deshilada, como lo estamos muchas mujeres y hombres.
Mari Carmen, t¨ªmida, olorosamente l¨²cida como el tomillo florecido, sin dar importancia a sus talentos, siempre refugiada en la sombra elegida. Como la otra Carmen, era alegre, graciosa, ir¨®nica, mas doliente.
Compart¨ª con las dos cosas que no son para decir ni escribir. S¨®lo en la poes¨ªa que el otro muerto, Jos¨¦ ?ngel Valente -guapo mozo en los a?os de la facultad-, supo expresar: honda poes¨ªa del alma; de las entretelas del alma. ?l se meti¨® all¨ª, en esos entresijos, y nos ha dejado un legado pr¨ªstino y devastador de belleza.
Que los tres, la Gaite, la Santonja y Valente, hayan encontrado el consuelo. Ellos, tan heterodoxos. Tan fervientes.-
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