Las palabras no se las lleva el viento
Los vecinos de La Punta luchan desde hace m¨¢s de siete a?os por conservar la huerta y su modo tradicional de vida
A Jos¨¦ Segarra, el t¨ªo Lluesma, de 82 a?os, la edad le ha obligado a cambiar las hortalizas por las flores. En su parcela de huerta de La Punta, este llaurador de tota la vida convierte las aguas sucias que desecha Valencia a trav¨¦s de la acequia de Rovella, en calas, un recio lirio blanco. Desde hace seis a?os Jos¨¦ y su mujer, Salvadora, desconocen cu¨¢nto tiempo m¨¢s vivir¨¢n en una casa que ya pertenec¨ªa a sus abuelos. Con otros 443 propietarios de La Punta, han sido expropiados. La Generalitat, el Ayuntamiento y el Puerto de Valencia tienen previsto construir una Zona de Actividades Log¨ªsticas sobre 700.000 hect¨¢reas de huerta, antes calificadas como suelo de especial protecci¨®n, donde se ubicar¨¢n 70 industrias anejas al puerto. El brazo ejecutor de la Administraci¨®n ser¨¢ la empresa VPI Log¨ªstica, que invertir¨¢ 20.000 millones de pesetas en un proyecto que supondr¨¢ unos 1.000 puestos de trabajo. Iberdrola tambi¨¦n prev¨¦ construir una subestaci¨®n el¨¦ctrica que abastecer¨¢ de energ¨ªa a la zona de la Ciudad de las Ciencias y a la misma ZAL.Ambos proyectos no han dejado de levantar ampollas desde que se hicieron p¨²blicos. Ecologistas, partidos pol¨ªticos de la oposici¨®n, sindicatos, asociaciones c¨ªvicas y afectados agrupados en la Asociaci¨®n de Vecinos La Unificadora de La Punta se han pronunciado en¨¦rgicamente contra la ubicaci¨®n de la ZAL y de la el¨¦ctrica en la huerta y est¨¢n en tr¨¢mites legales para impedir su construcci¨®n. Los expertos afirman que la huerta act¨²a como un pulm¨®n para Valencia y que su desaparici¨®n elevar¨¢ en dos grados cent¨ªgrados la temperatura de la ciudad. "Si esta zona rural siempre ha sido protegida por ser una bolsa verde de suelo", opinaV¨ªctor Navarro, de Acci¨® Ecolgista-Agr¨®, "ahora, que Valencia tiene menos espacios verdes, deber¨ªa ser protegida con m¨¢s motivo". Los ecologistas sostienen que la ZAL afectar¨¢ a los acu¨ªferos y aves del parque Natural de l'Albufera, cuya Junta Rectora no ha sido consultada sobre su ejecuci¨®n. Seg¨²n Navarro, el estudio de impacto ambiental que hizo la Consejer¨ªa de Medio Ambiente "era inefable, no pod¨ªa recibir ese nombre. Las especies que citaba estaban mal escritas y se omit¨ªan algunas protegidas como los murci¨¦lagos".
Con la ZAL se ir¨¢ un espacio verde y una parte importante del patrimonio cultural e hist¨®rico de Valencia. M¨¢s de la cuarta parte de la barracas que quedan en Valencia -15 de un total de 55 edificios de inter¨¦s arquitect¨®nico-, seg¨²n un cat¨¢logo elaborado en 1993, se localizan en las huertas de Per¨²-La Punta i Clero-Nazaret, y quedar¨¢n enterradas bajo un pol¨ªgono industrial. Jos¨¦ muestra orgulloso la fotograf¨ªa de su abuelo frente a una barraca, convertida en la alquer¨ªa que ahora es su vivienda. Con la ZAL est¨¢ prevista la construcci¨®n de viviendas para realojar a los desplazados. Lo que m¨¢s indigna a Jos¨¦ es el mal trato que est¨¢ dando Valencia a los labradores: "Nosotros hemos proporcionado servicio de verdura a la ciudad, dando lo mejor y qued¨¢ndonos con lo peor, y ahora nos tratan as¨ª. Ni una indemnizaci¨®n, nadie nos ha preguntado d¨®nde queremos vivir. Un piso ser¨¢ como estar encerrrado en una jaula".
"Rodilla en tierra"
Los cr¨ªticos con la ZAL se quejan de que no se haya encontrado un lugar m¨¢s id¨®neo para su ubicaci¨®n. De hecho, existe otro proyecto para construir en el futuro una de mayor tama?o en el Megaport de Puerto de Sagunto y Valencia. La de La Punta quedar¨¢ as¨ª como una peque?a ZAL que las Autoridad Portuaria considera necesario tener junto al puerto. Los afectados sospechan de oscuras tretas especuladoras y urban¨ªsticas. "Esta tierra no es para la ZAL", se quejan cuando les preguntan sobre el proyecto, "nos la quieren quitar y dentro de 10 a?os Valencia estar¨¢ aqu¨ª".Amparo Molins, de 33 a?os, es economista y, siguiendo la costumbre en la huerta, ha restaurado con su hermana una casa junto a la de sus padres en La Punta. En la parte trasera de la vivienda se extiende un mar de huerta; en la delantera, el muro met¨¢lico de los contenedores de transporte mar¨ªtimo-terrestre del puerto, que frenan la brisa y tapan el frente marino. La estrategia de Amparo y de su hermana ha sido la de "rodilla en tierra". "Hace a?os empezaron las presiones para tirarnos; nos apetec¨ªa restaurar la casa y lo hicimos. Llevamos ocho a?os viviendo aqu¨ª. Acabamos de arreglar las ventanas". La sospecha siempre es la misma: "Esta tierra es la yema del huevo, el lugar id¨®neo para hacer adosados. Lo m¨¢s gracioso es que nosotros estemos luchando solos por algo que es patrimonio de todos los valencianos", se queja Amparo.
Los vecinos de La Punta han sufrido durante a?os las desventajas, que no las ventajas, de vivir en una zona calificada como protegida, patrimonio hist¨®rico de Valencia. "Si se te romp¨ªa un tejado, no pod¨ªas arreglarlo, si quer¨ªas arreglar el porche para hacerle una vivenda a tus hijos, tampoco pod¨ªas hacerlo. De esa manera han ido dejando que se caigan las casas, que no se renueve la poblaci¨®n, que muera la huerta", explica malhumorada Carmen Gonz¨¢lez, presidenta de la asociaci¨®n de vecinos, "pero ahora la Administraci¨®n ha cambiado de opini¨®n. Ahora hay que arrasarlo todo". Acequias sucias, vertederos ilegales, carteles anunciadores en los m¨¢rgenes de las carreteras, mastod¨®nticos almacenes de contenedores del puerto acumulados en terrenos que fueron arrendados ilegalmente. "Ha sido un proceso pensado y paulatino para degradar la zona. Si hubieran cuidado la huerta, nadie permitir¨ªa que la destruyera un complejo industrial", concluye Carmen.
Proceso irreversible
El proceso legal tambi¨¦n ha sido largo y lleno de tretas que los afectados califican de "sucias". "Primero el Consell aprob¨® en 1998 la Ampliaci¨®n del Patrimonio P¨²blico del Suelo de la Generalitat sin decir que la huerta se ver¨ªa destruida por la ZAL", explica Carmen Gonz¨¢lez, "y al a?o siguiente vino la recalificaci¨®n del suelo por la Consejer¨ªa de Obras P¨²blicas, que dej¨® de ser no urbanizable con especial protecci¨®n. Entonces, nos dijeron, el proceso era irreversible: en ese suelo hab¨ªa que ubicar la ZAL porque para eso lo hab¨ªa adquirido la Administraci¨®n". La asociaci¨®n de vecinos, con Carmen al frente, est¨¢ pendiente de los tres recursos contencioso administrativos que ha presentado en los juzgados. "Aqu¨ª la gente ha sido muy pasiva, pero esto se lo ha tomado en serio, porque est¨¢ en juego su forma de vida", explica, "creen que somos unos desgraciados pero no es cierto, podr¨ªamos vivir en otro lugar; vivimos en la huerta porque queremos".No deja de ser parad¨®jico que una comunidad que acostumbra a hacer pactos verbales, como ocurre en el mod¨¦lico Tribunal de las Aguas, se haya visto envuelta en un proceso legal de tal magnitud. "Yo dejo pasar por mi casa al vecino que tiene la tierra al lado porque existe un pacto verbal, de paraula, que hizo mi abuelo con esa familia", explica Amparo. Aqu¨ª no valen los artificios legales. En la huerta valenciana las palabras no se las lleva el viento.
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