Ten¨ªamos un problema en La Punta y...
Imag¨ªnese que llega un d¨ªa a su piso y, al abrir la puerta, se encuentra a unos individuos derribando tabiques y rompi¨¦ndole algunos muebles. Como usted es una persona civilizada, en vez de liarse directamente a mamporros les pregunta qu¨¦ est¨¢n haciendo all¨ª y qui¨¦n les ha autorizado a hacer lo que est¨¢n haciendo. No exhiben ninguna licencia, ni la tienen, pero dicen estar ejecutando una obra p¨²blica por cuenta de una gran empresa. Usted se opone a que el destrozo contin¨²e y acude a la polic¨ªa municipal. Le miran con displicencia y le dicen: "Es que su casa est¨¢ en una zona tan degradada...". Al final, los rompetabiques le denuncian y usted acaba bajo la amenaza de ser culpable de algo.Recurramos a ese adjetivo que tantas veces se usa sin ton ni son pero que ahora viene al caso: una situaci¨®n kafkiana. S¨ª, s¨ª, pero no imposible. Si usted vive en la huerta de La Punta, en Valencia, episodios como ¨¦ste son perfectamente veros¨ªmiles e incluso frecuentes. En m¨¢s de una ocasi¨®n, hemos escuchado narraciones parecidas en boca de las personas que forman parte de La Unificadora, la asociaci¨®n de vecinos de la zona. Les ha ocurrido tantas veces que lo cuentan como si fuese algo rutinario, con una normalidad escalofriante.
La Punta es una zona de la huerta habitada por unos pocos centenares de familias y calificada todav¨ªa por el PGOU vigente como suelo no urbanizable de protecci¨®n agr¨ªcola. Sus habitantes quieren que contin¨²e as¨ª y mantienen, desde hace a?os, una resistencia tenaz contra todo tipo de agresiones. Para su desgracia, est¨¢n demasiado cerca de una ciudad en expansi¨®n y demasiado cerca de un puerto m¨¢s en expansi¨®n todav¨ªa. As¨ª que llevan mucho tiempo aprendiendo el significado que, en tales circunstancias, tiene la palabra "licencia". Constatando que, sobre suelos te¨®ricamente protegidos, puede haber dep¨®sitos de troncos sin licencia, bases de contenedores sin licencia, zanjas abiertas sin licencia... Es decir, comprobando que, en la pr¨¢ctica, todo vale para echarles de sus casas.
Una an¨¦cdota puede dar una idea del refinado acoso al que las personas que viven en La Punta est¨¢n sometidas. Hace algunos a?os, tuvieron que enfrentarse a un proyecto municipal de carril-bici que en algunos tramos llegaba hasta los once metros de ancho. Viniendo del gobierno municipal de la Sra. Barber¨¢, tanta generosidad con los ciclistas es casi conmovedora (y no vendr¨ªa mal que la practicasen, por ejemplo, en los accesos a las zonas universitarias). Aunque, claro est¨¢, es inimaginable salvo si el terreno a ocupar es de huerta.
En las ¨²ltimas semanas, el conflicto ha sido a causa del tendido de l¨ªneas de alta tensi¨®n. Las vecinas tuvieron que enfrentarse a un equipo enviado por Iberdrola que estaba abriendo una zanja sin licencia. El diario Levante titulaba as¨ª su informaci¨®n sobre los hechos: "Los trabajos en La Punta no est¨¢n autorizados - Denuncian a directivos vecinales por obstaculizar obras ilegales". S¨ª, s¨ª, han le¨ªdo bien, la denuncia es contra quienes se opusieron a la obra ilegal, no contra quienes la llevaban a cabo.
Ahora son las l¨ªneas el¨¦ctricas. Ma?ana, probablemente, la conexi¨®n ferroviaria con el puerto. No discutiremos ahora la oportunidad de estas cosas. Pero es inquietante que, entre las diversas opciones, entre los varios trazados posibles, se elijan siempre los que pueden hacer m¨¢s da?o, los que m¨¢s pueden favorecer el objetivo final: la definitiva asfaltizaci¨®n de esta zona de huerta. Todo sea por esa ZAL que, dicen ahora, se empezar¨ªa a construir dentro de un a?o (aunque las autoridades portuarias han vuelto a llenarnos de perplejidad al anunciar el proyecto inminente de otro megapuerto en Sagunt).
?Licencias, tr¨¢mites administrativos, negociaci¨®n con los afectados, respeto a su dignidad y a sus derechos? ?Zarandajas! Los poderes locales tienen un problema en La Punta... y est¨¢n resolvi¨¦ndolo. La peculiar interpretaci¨®n de las garant¨ªas democr¨¢ticas que Mayor Oreja ensay¨® con los inmigrantes africanos parece ya aplicable a grupos aut¨®ctonos vulnerables (por ejemplo, en las huertas periurbanas). Sigamos toler¨¢ndolo y averiguaremos hasta d¨®nde son capaces de llegar.
Ernest Garc¨ªa y Em¨¨rit Bono son profesores de la Universidad de Valencia.
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