El socio
Entr¨® el verano atosigando, no por calor, que tard¨® en embestir, sino por ciertos horrores -accidentes, cr¨ªmenes-, y, en tono mucho menos grave, por impaciencias a cargo de los vivos: elecciones para sendos tronos en el PSOE, en el Real y en el Barsa, sumandos ¨¦stos que pueden juntarse sin sacrilegio, pues el f¨²tbol no ocupa menor espacio que la pol¨ªtica en la preocupaci¨®n colectiva. Tales acontecimientos han promovido puntazos al lenguaje, muchos de ellos reiterados con pelmacer¨ªa, y otros de reciente aborto.El asesinato del desventurado concejal malague?o dio lugar, seg¨²n una radio, a que se instalara la capilla ardiente en conmemoraci¨®n suya. Por desgracia es ya casi cotidiano hablar de capillas ardientes, con la notable particularidad de que muchos comunicadores ignoran qu¨¦ son, y no abren el Diccionario donde leer¨ªan que la tal capilla es el lugar donde "se vela un cad¨¢ver o se le tributan honras". No hace mucho o¨ª, seg¨²n cont¨¦, que se hablaba de "celebrar una capilla ardiente conjunta"; ahora, de conmemorar con ella a un difunto. Adem¨¢s, en el cortejo f¨²nebre de ¨¦ste, "la esposa y los hijos iban cargados de emotividad", para decir, simplemente, que iban muy emocionados. Aumentan los comunicadores ¨¢giles y desenfadados para quienes el idioma es un simple pok¨¦mon.
Y as¨ª, pueden escribir que seis enfermos "han contra¨ªdo el hongo aspergillus" en tal hospital como si ¨¦ste fuera la enfermedad y no su agente. Entre los parlantes que no distinguen entre arre y so debe contarse con pleno derecho quien, dando cuenta de la reciente huelga de autobuses, hablaba de "la jornada huelgaria de ayer", usando un vocablo tan bello como la jornada misma. No menor fuerza inventiva fue la de quien redact¨® esta noticia, que lo hace digno del tois¨®n: "La liberalizaci¨®n total de los mercados el¨¦ctrico y gasista se adelantar¨¢ al a?o 2002". S¨®lo extra?a la asimetr¨ªa: debi¨® hablar tambi¨¦n de mercado electricista.
Junto a estos modernos novatores, est¨¢n los diestros en anteponer el formante auto- a otra albarda ya puesta, porque consideran escaso el se reflexivo: "Un periodista colombiano se autoexilia" escrib¨ªa en titulares hace poco un diario madrile?o; y, a¨²n hace menos, otro, en el mismo medio, enalbardaba el verbo con id¨¦ntico garbo: "Bono se autopostula candidato a la Secretar¨ªa General". Recu¨¦rdese que, en los comienzos de la transici¨®n, se habl¨® mucho del autosuicidio de las Cortes franquistas, y que, en aquellos momentos, las reuniones conspiratorias o disidentes del r¨¦gimen se autoconvocaban: ning¨²n grupo habr¨ªa reconocido a otro autoridad para convocar, y lo hac¨ªa la reuni¨®n misma por arte de birlibirloque. Con estos precedentes, los auto- antedichos revelan poca audacia; cabe esperar pasos m¨¢s decididos; que alguien se atreva a decir, por ejemplo, "no me autoconf¨ªo", por 'no conf¨ªo en m¨ª', o "se ha autoenamorado de la jefa" queriendo significar que no la arrulla por inter¨¦s, sino que el amor le ha brotado de la entretela.
Una incitaci¨®n amiga me exhorta a celebrar la dilataci¨®n adquirida en neoespa?ol por la noci¨®n de complicidad; en efecto, c¨®mplice era antes el "participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o m¨¢s personas". Hoy se puede ser c¨®mplice de acciones loables: "El secuestrado pudo escapar gracias a la complicidad de un guardi¨¢n". Otro gran amigo, universitario, que curiosea por Internet, me advierte muy extra?ado que, en la p¨¢gina web del Consejo de Universidades, se escribe y se reitera primer ¨¢rea. Pero, estando en la pomada, ?puede maravillarse de cualquier cosa demente que ocurra en la Univesidad?
Esto es grave, dado que la informaci¨®n, tan precisa para el desarrollo social, muchas veces est¨¢ en manos de personas con una lactancia idiom¨¢tica deficiente. ?Qu¨¦ cabe entender cuando se lee que los Reyes, en su viaje reciente a Bolivia, "depositaron flores en el monumento a los h¨¦roes del movimiento libertario"? Cuesta imaginar que rindieran homenaje a personas que, Diccionario en mano, postulaban "la supresi¨®n de todo gobierno y de toda ley"; ser¨ªa, parece evidente, que dedicaron ese gesto de respeto a Bol¨ªvar, Sucre y otros libertadores que, en 1825, desgajaron el pa¨ªs de la Corona espa?ola.
Volviendo al principio -una vez elegida la ruta, el propio escrito aparta de ella muchas veces-, retorno a mi primer prop¨®sito, que era delatar un caso de machismo inicuo en el habla electoral de los clubes de f¨²tbol. Insistentemente, exclusivamente, los aspirantes a pilotarlos, tanto madridistas como cul¨¦s -especialmente ¨¦stos- se han dirigido al socio: ha de hacerse lo que quiera el socio, el club es del socio, ha de mimarse al socio, el socio hablar¨¢ en las urnas, viva el socio. Y de la socia ?qu¨¦? Ni p¨ªo: nadie ha hablado de ella. Puede ser que eso de la socia suene mal. Designa, s¨ª, a la part¨ªcipe en una sociedad, pero tambi¨¦n, aqu¨ª y en buena parte de Am¨¦rica, a la mujer de uno, tal vez con sacramento interpuesto, esto es, a la parienta, y con frecuencia a la coima. En vista de lo cual, los aspirantes a mangonear los clubes, tan agrestes de ordinario, han optado por el epiceno abrumador, continuo y ¨²nico el socio, que abarca mujeres y hombres, como gustar el conejo involucra al macho y a la hembra. Cab¨ªa la soluci¨®n socios y socias: pues se ha evitado. Y a¨²n mejor el epiceno los socios, que es la soluci¨®n de andar holgado y bien por el idioma.
Los candidatos pol¨ªticos han evitado ese epiceno singular, y han preferido el emparejamiento copulativo. Todos ellos han dirigido a los votantes una carta que empezaba diferenciando los sexos, bien con arcaico par¨¦ntesis: "Estimado(a) Delegado(a)"; bien con barra estructural (feliz invento de Umbral este nombre), Querido/a compa?ero/a; e, incluso, con arroba cibern¨¦tica, Estimad@ compa?er@, cosa que, dicho con todo afecto, querido Jos¨¦ Bono, no debe hacerse. Carta adelante, tres candidatos prosegu¨ªan la diferenciaci¨®n: delegados y delegadas, pero con desfallecimientos. As¨ª Rosa D¨ªez: todos los afiliados, candidatos, unos y otros; Bono, ciudadanos y ciudadanas pero, luego, juntos podemos conseguirlo (?s¨®lo ellos?). Tal flaqueza se advierte tambi¨¦n en Matilde Fern¨¢ndez: compa?eros y compa?eras, pero entre nosotros mismos. S¨®lo Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero se limit¨® al vocativo inicial consuetudinario; despu¨¦s mantuvo el idioma en sus propios t¨¦rminos, sin concesiones: ciudadanos espa?oles (imaginemos ciudadanos y ciudadanas espa?oles y espa?olas: ?qu¨¦ espanto!), preocupaciones de todos, una tarea colectiva en que cada uno... ?Habr¨¢ tenido esto que ver con su victoria? Como indicio, no es balad¨ª.
Fernando L¨¢zaro Carreter es miembro de la Real Academia Espa?ola.
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