Adolescente fatal
Perm¨ªtanme ingresar en el delirio, pues hablo de Sal Mineo, ese joven m¨¢rtir de la brutalidad machista que, en su adolescencia, am¨® en silencio a James Dean bajo las estrellas de un Planetario circular. De ese amor entre rebeldes con mucha causa no se dieron cuenta los cr¨ªticos, pero algunos adolescentes solitarios lo percibimos, con las consecuencias que todo ciudadano de Sodoma puede comprender y las vecindonas de Gomorra aplaudir. ?Divino Sal Mineo, que al crecer desarroll¨® unas tetillas que dieron todo su sentido al warnercolor! No se escandalicen los pacatos. Es sabido que el cinemascope fue inventado por si un d¨ªa pon¨ªa el pene en posici¨®n horizontal el superdotado Victor Mature.Se da la casualidad de que a mis catorce a?os yo me parec¨ªa a Sal como un Mineo a otro Mineo. Aprend¨ª a cultivar el parecido por si un charcutero de mi barrio se dignaba aprovecharlo. Y no s¨®lo esto. Adem¨¢s de triste, yo era un adolescente con un punto de cursiler¨ªa: le echaba rosarios a Santa Judy Garland para que un Pr¨ªncipe Ignoto me raptase en la alfombra voladora del ladronzuelo Sab¨² y me llevase a las cumbres del Himalaya, donde habita, como es notorio, la Diosa del Ojo que Todo lo Ve. Acentuaba el parecido con Sal poniendo boquita de sarraceno -tambi¨¦n llamada labios Bardot- y me sal¨ªan dos protuberancias que para s¨ª las quisieran esas petardas de Marbella que, de tanta silicona en los morros, parecen la Miss Piggy de los Tele?ecos. Yo, por mis orejas, me parec¨ªa m¨¢s a Topo Gigio; pero excluyendo este detalle que, a?os despu¨¦s, me permitir¨ªa volar como Dumbo, ten¨ªa la imaginaci¨®n siempre encendida, como el fuego de Vesta, y no me fue dif¨ªcil deducir que Sal Mineo era pariente del legendario rey Minos. Estimulado por los viajes de Sinuh¨¦ el Egipcio, y sus amores con la bailarina cretense Minea, me imaginaba bailando delante del toro en el teatro de Knosos; y como hab¨ªa tomado lecciones de Cyd Charisse en su danza ritual de Sombrero, lo hac¨ªa tan bien que el rey Minos me conced¨ªa la mano de su hijo predilecto que, naturalmente, era Sal. Y nos parec¨ªamos tanto que dec¨ªan los cretenses: "Ah¨ª van Castor y Polux ansiosos de fornicio".
?Caray con lo mineico! Resulta que cuarenta y cinco a?os despu¨¦s de Rebelde sin causa y veinte despu¨¦s de su asesinato, sigo enamorado de una sombra. Como pueden comprender, equivale a seguir enamorado de mi adolescencia. Por eso ma?ana me gustar¨ªa hablar de Sal y no de m¨ª. A ver si encuentro en mi archivo una foto golosa del galancito. Pues aunque Umbral afirme que Internet degrada la palabra -?y mira que las hay en la Red!-, donde est¨¦n las tetillas de Sal Mineo que se quede en sus estanter¨ªas el Mar¨ªa Moliner. ?Ok?
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