Simas del para¨ªso
Aleixandre la llam¨® Ciudad del Para¨ªso ignorando que M¨¢laga ser¨ªa no m¨¢s que zanjas. Est¨¢ claro que los poetas, en su fulgor l¨ªrico, tienden a no calcular el futuro, por eso tampoco Aleixandre pudo prever que el Ayuntamiento de M¨¢laga dedique ahora el dinero de los contribuyentes a pagar las multas impuestas por los tribunales de justicia a cuatro guardias municipales malague?os. Cosas de la l¨ªrica, por una parte, y de la peripat¨¦tica, por otra.El caso es que desde que Villalobos se hiciera cargo de la administraci¨®n de la Ciudad del Para¨ªso hasta estos d¨ªas posvillaloberos, M¨¢laga padece el mal del butr¨®n, la zanja y el boquete, tal si esta urbe hubiese sido castigada por la aviaci¨®n nacional en una nueva e inveros¨ªmil andanza de la por fortuna lejan¨ªsima Legi¨®n C¨®ndor.
Por no adentrarme en zonas para m¨ª desconocidas, doy testimonio de que en el barrio donde habito se han abierto y cerrado los mismas zanjas m¨¢s de diez veces en dos a?os, sin que hasta el momento nadie haya explicado el porqu¨¦ de tanto butr¨®n, tanta zanja, tanto boquete. El Ayuntamiento, en su inopia, proclama que est¨¢ en posesi¨®n de severas ordenanzas que pueden castigar a los butroneros con multas de hasta 20.000 pesetas, cantidad abultada que, sin duda, induce al personal dedicado a cavar donde le sale del alma a rechiflarse de la autoridad municipal y, al tiempo, a echarle una manita a la empresa dedicada a los enterramientos de personas, ya que son muchos los malague?os que se preguntan por aquel pariente desaparecido hace ahora catorce meses como si la tierra se lo hubiese tragado.
En efecto, es probable que la tierra se lo haya tragado; especialmente, si la persona desaparecida ten¨ªa la hoy peligros¨ªsima afici¨®n de pasear por las aceras anta?o maltrechas y ahora inexistentes o, mejor dicho, sustituidas por unas zanjas, butrones y tajos que ayer se abrieron para cerrarse ma?ana y volverse abrir pasado, volvi¨¦ndolas a cerrar al d¨ªa siguiente. ?Carece usted, ciudadano de M¨¢laga, de noticias de aquel t¨ªo suyo que fuese para comprar el diario all¨¢ por febrero? Busque en el tajo de la esquina, remueva la tierra de la zanja de su acera, cribe la arena del butr¨®n cercano. Un d¨ªa de estos, tras buscar, remover y cribar, aparecer¨¢ la momia de su t¨ªo, quiz¨¢s con el peri¨®dico de aquel mismo d¨ªa de febrero en el que sali¨® dispuesto a leer la cartelera de espect¨¢culos, desconocedor de que el mayor espect¨¢culo imaginable era su desaparici¨®n en una zanja de las muchas que jalonaron y jalonan esta ciudad de un Para¨ªso siempre en obras.
Se ha dicho que los mejores caen primero; en M¨¢laga, sin embargo, no es preciso estar entre los mejores para darse el batacazo. Usted, malague?o que quiz¨¢s nunca consider¨® su verdadera val¨ªa, dentro de varios siglos puede ser otro hombre de Orce pero en calle Larios: mand¨ªbula desencajada, frontal partido por impacto traum¨¢tico y molares dispersos en torno a sus restos ¨®seos demostrar¨¢n a los arque¨®logos futuros que M¨¢laga padeci¨® una invasi¨®n de mesnadas excavadoras a finales del siglo XX y principios del XXI. Y es que desde esta ciudad no se asciende a los cielos, se desciende directamente a las simas del Para¨ªso.
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