Moondance

Aunque cueste imaginarlo, hubo un tiempo en que Van Morrison no era el artista hura?o y susceptible, el se?or gru?¨®n e irascible que hemos aprendido a tolerar. Por ejemplo, en 1970, cuando hab¨ªa hecho su nido de amor en los bosques de Woodstock y editaba Moondance, gozosas recetas para vivir en la Era de Acuario. Con una relajada orquesta de hippies, Van usaba modismos de soul y jazz para transmitir la delicia de mojarse en una expedici¨®n de pesca (And it stoned me), la maravilla de bailar -es un eufemismo, claro- bajo las estrellas con la persona amada (Moondance), la atracci¨®n de la vida trashumante (Caravan), el pasmo de hallar el alma complementaria (Crazy love, Into the mystic y otras). Es decir, el artista erotizado y en comuni¨®n con la naturaleza. Algo habr¨¢ que agradecer a Janet Planet, la antigua actriz con la que entonces compart¨ªa su vida.