Chinches
"Es dificil encontrar un hombre ilustrado que sea limpio, que no huela mal y que tenga sentido del humor" escrib¨ªa Montesquieu. Con los chinches de campo ocurre algo semejante: sus coloraciones vistosas hacen que a veces los confundamos con elegantes escarabajos, y que cuando los tocamos comprobemos con sorpresa su mala disposici¨®n para el juego. Algunos chinches, a pesar de sus bellos colores, resultan odiosamente desagradables: aquel bell¨ªsimo Graphosoma lineatum, que como nos indica su nombre latino, presenta el cuerpo decorado con lineas negras sobre un rojo burdeos encendido, y que tan a menudo reluce en los hinojos espigados; o Eurydema oleracea, delicado y de coloraciones variadas e iridiscentes; o Nezara viridula, nuestra temible "pudenta", ese chinche de un verde luminoso, con un cuerpo soberbio, que acude a la luz en las noches estivales... Todos ellos presentan en la base ventral del t¨®rax una gl¨¢ndula que libera a presi¨®n un l¨ªquido ofensivo, que pueden expulsar hasta una distancia de treinta cent¨ªmetros, y que se volatiliza con enorme facilidad contaminando el aire de un olor f¨¦tido e inaguantablemente pestilente. Claro que ese hedor que para nosotros resulta tan desagradable, es utilizado por estas especies como uno de los reclamos sexuales de mayor eficacia. Las hembras seleccionan a los machos que emiten un olor m¨¢s penetrante, m¨¢s apestoso, m¨¢s insoportable. Las ventajas del arma son evidentes y los caminos de la selecci¨®n natural para llegar hasta esa coyuntura biol¨®gica admirables. Ya lo dec¨ªa Voltaire, maravillado ante la vida de los insectos: los designios de la Naturaleza son inextricables.
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