Loretta de Montijo
Hollywood lo quiso as¨ª: Fernando de Lesseps era tan apuesto como el divino Tyrone Power, y Eugenia de Montijo luc¨ªa diademas y miri?aque como s¨®lo sab¨ªa hacerlo Loretta Young (acaso, mucho despu¨¦s, Deborah Kerr en El Rey y yo). De tan majestuosa conjunci¨®n de bellezas surgi¨®, seg¨²n la Fox, el canal de Suez. Y mi infancia se vio regocijada al descubrir a gente superior haciendo cosas tan rom¨¢nticas como renunciar a su amor en aras del progreso (cuidado, no me aventuren una edad senecta: Suez se estren¨® en Espa?a con mucho retraso debido a la guerra civil de los cojones).Loretta Young ha muerto pocos a?os despu¨¦s de cometer una postrera extravagancia: ya octogenaria, cas¨® con el modista Jean Louis, responsable de los gowns de Lana Turner en Imitaci¨®n a la vida. Y es que en el mundo del romanticismo bastardo todo encaja. ?Bastardo, dije? Sin duda lo fue. Pero, ?c¨¢spita, c¨®mo daban el pego esos rostros del cinemat¨®grafo! Las ¨²ltimas im¨¢genes de Suez -primer¨ªsimos planos de Tyrone, las sienes enriquecidas con cuatro canas y en el rostro ni una arruga- demuestran qu¨¦ gran modelo se perdieron los prerrafaelitas. En cuanto a Loretta, era emblema de distinci¨®n y refinamiento. Cuando se agot¨® su carrera cinematogr¨¢fica, fue m¨¢s lista que todas las majors de Hollywood y, comprendiendo las ventajas de un nuevo medio llamado televisi¨®n, se mont¨® un show a su nombre que dur¨® la intemerata en las micropantallas blanco y negro del mundo entero. Ella, que sab¨ªa lo que esperaba el p¨²blico femenino, prologaba cada cap¨ªtulo exhibiendo un modelo distinto.
El gran Hurrell tom¨® fotos memorables de la pareja Loretta-Tyrone, que hab¨ªan interpretado un par de comedias sofisticadas, pero yo siempre prefer¨ª las de Suez, por los miri?aques. Y es que a Loretta la ve¨ªa m¨¢s de hist¨®rica. La ador¨¦ cuando, te?ida de rubio Gran Hermano hizo de Berenguela de Navarra en aquel soberbio disparate de Cecil B. De Mille llamado Las Cruzadas. Ella ten¨ªa que v¨¦rselas con el guaperas Ricardo Coraz¨®n de Le¨®n, cas¨¢ndose por poderes -?con su espada!-, pero lo que no dijo don Cecilio era que el rey ese fue una locaza de estr¨¦pito, de donde el chasco de la dama. Pero un dulce y culto Saladino se prendaba de Loretta de Navarra y ella, abnegada pero f¨¦rrea, le convenci¨® de que deb¨ªa rendir San Juan de Acre. ?O ser¨ªa Jerusal¨¦n? Rendir¨ªa, seguramente, un soleado arrabal de Hollywood, donde el opio de las masas hab¨ªa alcanzado a la pobre musa Clio, que andar¨ªa hist¨¦rica con tantos cambios. Mucho m¨¢s cuando Loretta de Navarra pon¨ªa acento middle west en el Medioevo y le dec¨ªa a Ricardo: "You've gotta save Christiandom, Dick, you've gotta!". El doblaje nos escamoteaba estas delicias al pasarlas al castellano ortodoxo. Para decir seg¨²n qu¨¦ cosas hay que ser yanqui. Y hab¨ªa que ser Loretta. O la impedecera Virginia Mayo, la m¨¢s californiana de todas las medievalas del cine. En El talism¨¢n, trataba a Ricardo Coraz¨®n de Le¨®n en parecidos t¨¦rminos: "?Oh, you, Dick Plantagenet!". ?Ser¨¢ que en la Edad Media ya se conoc¨ªa la palabra dick como eufemismo de pene? Entonces esas damas eran unas descocadas. Debajo del miri?aque guardaban, acaso, anhelos de guarrindonga.
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