C¨¦lulas de repuesto
El Gobierno brit¨¢nico acaba de dar un paso de enorme trascendencia al decidir enviar al Parlamento un proyecto de ley que permite la clonaci¨®n de embriones humanos con fines terap¨¦uticos. De ser aprobada, el Reino Unido se convertir¨¢ en el primer pa¨ªs que regula legalmente la posibilidad de crear embriones humanos por clonaci¨®n, aunque con la prohibici¨®n expresa de usarlos para fines reproductivos. El Gobierno de Blair ha sido sensible a la presi¨®n de la comunidad cient¨ªfica, que ped¨ªa la revisi¨®n de la normativa vigente sobre la clonaci¨®n. El temor a que pudiera resucitar viejos planteamientos eugen¨¦sicos dio lugar a una cierta satanizaci¨®n de esta t¨¦cnica. Todas las cautelas parec¨ªan pocas cuando, llevada a sus ¨²ltimas consecuencias, pod¨ªa dar lugar a la creaci¨®n caprichosa y selectiva de seres humanos para finalidades meramente instrumentales. Pero como ocurre con frecuencia en biomedicina, esas especulaciones no han impedido que entretanto se descubra el enorme potencial terap¨¦utico de la clonaci¨®n.
Ese potencial se puso en evidencia hace dos a?os al anunciarse la posibilidad de obtener c¨¦lulas madre de diversos tejidos humanos. La t¨¦cnica ha sido ya ensayada al menos por dos empresas norteamericanas: se trata de extraer de una c¨¦lula cualquiera de un adulto el n¨²cleo que contiene todo el material gen¨¦tico, introducirlo en un ¨®vulo previamente vaciado de su propio n¨²cleo e incitar el crecimiento embriorario hasta obtener c¨¦lulas indiferenciadas con las que desarrollar, mediante cultivos de laboratorio, diversos tejidos. Ello abre la posibilidad de que cualquier persona pueda disponer de un cultivo de c¨¦lulas de su propio cuerpo a utilizar en caso de necesidad para combatir enfermedades en las que se produzca destrucci¨®n celular, desde el Parkinson al infarto de miocardio.
?sta es la puerta que el Gobierno brit¨¢nico ha decidido abrir legalmente en un gesto que merece toda la consideraci¨®n porque contribuye a clarificar una situaci¨®n que se estaba convirtiendo en un desprop¨®sito. Mientras los pa¨ªses europeos mantienen la prohibici¨®n de aplicar la clonaci¨®n en embriones humanos, en Estados Unidos s¨®lo est¨¢ prohibido financiarla con fondos p¨²blicos, de modo que las empresas privadas no tienen ninguna limitaci¨®n al respecto. A nadie se le ocultan los ingentes intereses econ¨®micos que hay en juego.
La investigaci¨®n en biomedicina avanza a una velocidad tan vertiginosa que el necesario debate ¨¦tico sobre sus consecuencias frecuentemente queda obsoleto antes de haber concluido. Numerosos pa¨ªses, entre ellos Espa?a, decidieron prohibir la clonaci¨®n de forma radical cuando lo que se sab¨ªa de esta t¨¦cnica es que pod¨ªa servir para crear seres humanos id¨¦nticos a otros ya existentes. Ahora se ha visto que puede tener aplicaciones terap¨¦uticas sobre las que, en principio, no pesan las mismas objeciones ¨¦ticas. Parece razonable, por tanto, revisar la actual legislaci¨®n y volver al principio que debe regir en la ciencia: no cerrar las puertas al progreso con prohibiciones absolutas, pero regular los usos y vigilar estrictamente su cumplimiento.
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